Brenda ha estado todo el día hablando de los preparativos de su cumpleaños y cuando llegan Tara y Rachel, me alegro pensando que por fin cambiaremos de tema, pero ellas le preguntan animadamente sobre los detalles de la organización, así que me escapo.
Avanzo por los pasillos buscando a Jason.
—Hola, Isabel. Hace tiempo que no hablamos. —Roy me sale al paso.
—En realidad nunca hemos hablado mucho —le digo, intentando avanzar, pero se me interpone.
—Eso debería cambiar ¿No crees? —sonríe coquetamente y me fastidia.
—No, no lo creo, Roy. Yo... ¡Yo no estoy interesada en ti! —digo fuerte y claro, sorprendiéndome a mí misma.
—¡Me gustan las chicas directas! —le oigo decir mientras me alejo a toda velocidad.
Llego hasta el patio, buscando aire fresco. De pronto siento que mi cuerpo arde y quiero gritar y salir corriendo. Es una sensación similar a lo que sentí segundos antes de golpear a esa chica, es difícil de explicar.
—¡Sabelotodo!
Camino hacia la mesa donde está Jason.
—¿Qué te pasa que estás tan agitada? —me pregunta en cuanto me siento frente a él.
—No sé, quizás por fin me volví loca. Me siento como si fuera otra persona. Brenda dice que me he puesto más rebelde, golpeé a una chica y acabo de decirle a Roy que no me interesa, es como si... como si...
—¿No tuvieras miedo? —plantea.
—Puede ser, ni siquiera me puse nerviosa cuando se me insinuó. Incluso tengo ganas de volver con él y decirle que es un idiota.
Jason empieza a reír a carcajadas.
—¿Crees que sea que estoy madurando o algo así?
—Nada de eso, Isabel. Es la adrenalina. Tú, que siempre estás tan serena, usando las palabras para todo, de pronto, dejaste que tu cuerpo tomara el control y eso te gustó. Ese cerebro tan listo tuyo por fin está liberando a tu cuerpo y descubriendo todo lo que puedes sentir con él.
Lo que dice tiene algo de sentido.
—Entonces, ¿Todo esto es porque le pegué a esa chica?
—No es sólo eso. El episodio de los chistecitos con Grayson, que comenzaras a trabajar y lidiaras con clientes cretinos como yo y ahora lo del idiota ese. Estás dejando de actuar pensando en las consecuencias y creo que eso está bien. Debe ser agotador ser tan lista todo el tiempo. Tienes que empezar a pensar menos y sentir más.
—Pensar menos y sentir más... —empiezo a reírme—. Debo estar muy desesperada si dejo que tú me psicoanalices.
Él también ríe.
—Me debes una cita —agrega justo cuando llega Wally.
—Oh... Lo siento... no quería interrumpir. —El pelirrojo se ve muy incómodo y es gracioso.
—No interrumpes, Wally, tranquilo. Con Jason somos amigos. A mí me gusta alguien más y a él también.
Jason deja de reír y su mirada se vuelve intensa.
—Pero por alguna razón, no quiere reconocerlo —agrego y sé que estoy jugando con fuego.
—OK, no necesito tanta información —asegura Wally, abriendo un libro tras el que se esconde.
—Isabel, no quieres hacer esto de nuevo —masculla Jason entre dientes, inclinándose sobre la mesa.
—¿Por qué no quieres aceptarlo? Vi la forma en que la mirabas, no tiene nada de malo.
Incluso me pareció lindo.
—Isabel, detente. Te lo advierto.
—¿Por qué? Fuiste tú el que me recomendó que pensara menos. Pues te informo que la parte de mi cerebro que piensa en las consecuencias se apagó de nuevo.
—Enciéndela, ahora —ordena, esforzándose por no comenzar a gritar.
—¡Dios, ustedes son muy intensos! —se queja Wally, que sigue oculto tras el libro.
—¿O qué? —cuestiono a Jason— ¿Qué harás si no la enciendo?
—Estás pidiendo a gritos que alguien te castigue por traviesa.
Trago saliva, sin titubear.
—¿Y vas a hacerlo tú? —También me inclino sobre la mesa, encarándolo.
—Me sobran ganas.
Nos miramos fijamente, igual que cuando discutimos el otro día, pero se siente diferente. No es ira esta energía que recorre mi cuerpo, es algo más, algo que nunca había sentido y pese a la confusión, no puedo dejar de mirarlo y él a mí.
Y esta energía nos impulsa a acercarnos cada vez más.
El sonido de un libro cerrándose de golpe nos sobresalta y rompemos el contacto visual.
—¡Váyanse a un motel y dejen de joder! —reclama Wally antes de tomar sus cosas e irse—. Así no se puede estudiar.
Con Jason nos miramos con extrañeza, acomodándonos de nuevo en nuestros puestos.
—Entonces... ¿Me vas a decir por qué te molesta tanto hablar del tema? —insisto, porque mi curiosidad es más fuerte.
—¡Ay, Isabel! —suspira con fastidio, jalándose el cabello.
—Yo confío en ti ¿Por qué tú no en mí?
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Editado: 27.10.2020