Hoy en clases le entregué el guión terminado a la profesora Helena para que lo revise. Le agregué las pocas correcciones que Jason alcanzó a hacer y dejaré el resto en manos de ella. No pude hacer más. Con esto de que el cerebro se me apaga, todo se ha puesto más difícil.
Tuve el fin de semana para recuperarme y reconstruirme. Bueno, sólo el domingo porque el sábado tuve que trabajar, pero he estado tranquila.
Es la primera vez que me rompen el corazón y eso que ni siquiera alcancé a empezar una relación.
¿Se puede destruir algo que no existe?
Supongo que no, pero sí se puede sufrir por su ausencia.
~🦇~
En la pausa del almuerzo, me dedico a leer en la biblioteca. Estudiando despejo mi mente y me enfoco en lo que importa.
Jason llega y se sienta a mi lado, en silencio. Espero a que diga algo, pero no lo hace. Sigo leyendo como si él no estuviera hasta que por fin me habla.
—¿Estás bien?
Evito decirle lo estúpida que me parece su pregunta.
—¿Qué crees tú?
—No lo sé, por eso te pregunto.
Suspiro con cansancio.
—Intento encontrar el equilibrio entre pensar y sentir. Ninguno de los dos extremos es bueno y ese descubrimiento te lo debo a ti. Gracias. —Vuelvo a mi lectura. La próxima semana tendremos examen de propiedades coligativas en química y el tema me encanta.
—¿Estás enfadada conmigo?
—No, Jason. De hecho, te acabo de agradecer. Eres un buen amigo e hiciste lo que considerabas correcto.
Sigo leyendo y descubro que la mermelada se conserva fresca debido a la presión osmótica, que provoca la muerte de bacterias y hongos por deshidratación, y todo gracias a la gran cantidad de azúcar que tiene.
—Entonces ¿Por qué me hablas así?
Cierro de golpe el libro, con molestia.
—¿Así cómo? No te he dicho nada malo.
—¡Por eso! Deberías estar furiosa conmigo, pero me hablas con tanta calma, como si todo lo que ocurrió hubiese sido bloqueado en tu cabeza. Pareces un robot.
—Si esperabas que anduviera llorando por los rincones, lamento decepcionarte. Además, te sigo considerando mi amigo y no quiero enfadarme contigo. No negaré que en un comienzo sí lo estaba, pero ya han pasado dos días. Ya lloré y grité todo lo que tenía que llorar y gritar. Ahora estoy en calma, necesito estar en calma ¿Lo entiendes?
Él asiente, pero no con mucha convicción.
—¿Seguimos siendo amigos? —le pregunto.
—Si todavía me quieres cerca...
Dejo que mi cuerpo le responda y rodeo su cuello con mis brazos. Mi repentino gesto lo sorprende, pero luego sus brazos rodean mi espalda. Se siente reconfortante.
—¿Qué pasará con Grayson? —me pregunta y sus palabras hacen vibrar la piel de mi cuello, causándome un leve escalofrío, pero no me aparto.
—También me lo tomaré con calma. Lo que tenga que pasar, pasará.
—Isabel...
—Lo mismo deberías hacer con Kory. Nunca sabes lo que podría pasar. Tal vez, el destino nos sorprenda.
******
La noche de la discusión.
Cojo el teléfono y veo que tengo una llamada perdida y varios mensajes. Todos son de Dick.
Quiero volver a guardar el teléfono y olvidarme de que él existe, pero no puedo evitar pensar que algo malo pudo pasarle.
Yo: Dick ¿Ocurrió algo?
Él responde al instante.
Dick: Eres tú la que me preocupó porque no contestabas ¿Estás bien?
Escribo viendo como las teclas se vuelven borrosas por las lágrimas que se acumulan en mis ojos.
Yo: Estaba ocupada.
Dick: Que alivio 😰.
No seas tonta, Isabel. Él se preocupó porque es amable, nada más.
Nada más.
Sigo llorando, viendo la pantalla del teléfono.
Dick: sé que te había dicho que hablaría contigo cuando me quitaran la bota ortopédica y me gustaría hacerlo en persona, pero ya no me aguanto...
Releo su mensaje, esperando la continuación. No sé de qué pueda tratarse y en mi actual estado tampoco soy capaz de hipotetizar nada. Quiero dejar de pensar y de sentir también porque con cada respiro que doy, una parte de mí se está muriendo.
Dick: Yo... Quería saber si te gustaría salir conmigo.
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Editado: 27.10.2020