Me arrastro hacia él, halándome con fuerza y sin intenciones de soltarme otra vez, intente patear por todas las partes que alcanzaba de su cuerpo, sus dientes estaban a punto de tocar mi piel e infectarme, pero alguien atrás de nosotros le bolo la cabeza de un disparo antes de que pudiera hacerlo. Levante mi mirada y Gustín sostenía el arma que había disparado hace un segundo, me ayudo a levantarme y mire a todas partes. Todo se incendiaba, todos corrían de un lado a otro, sangre en todas partes, esas criaturas extrañas y asquerosas devoraban el cuerpo de las personas ya muertas. Mi mirada se detuvo en una silueta desconocida ubicada en la reja eléctrica, los zombies pasaban corriendo al lado de esa silueta femenina que estaba de pie de una forma muy formal.
-¡Vamos!-Escuche a alguien exclamar, reaccione y caminando apenas por la pierna herida afirmándome de los hombros de Gustín.
Una de esas criaturas se acercaba a nosotros a una gran velocidad, le arrebate el arma a Gustín de las manos y le dispare en la cabeza, note que era una de las personas que se habían ido con anterioridad.
-Espera, ¿Y Rebecca?-Pregunte, Gustín se detuvo de golpe y se dio vuelta para mirar mejor. Fue ahí cuando vi a los dueños del lugar sentados en una silla de jardín, como lo hacían todos los días, estaban tomados de la mano como si fuera un dia normal de día soleado.
-Si quieres puedes pedir ayuda Marie, yo no lo hare-Menciono el anciano, por un momento fue como ver a mi abuelo. La anciana entrelazo sus dedos con los de él y le sonrió.
-Y yo no podría vivir en un mundo en el que no estás tú-Respondió-Estuve contigo en la salud y en la enfermedad, la muerte no nos separa ahora. -No pude evitar recordar a mis abuelos e inconscientemente cojeando con todas mis fuerzas corrí hacia ellos, buscando salvarlos, Gustín intento detenerme, pero no podía dejar de ver la imagen de mis abuelos en ellos.
-No...espera-Le pedía a Gustín para que me soltara, pero alguien aún más fuerte me tomo en brazos. Y los ancianos desaparecieron de mi vista por la avalancha de zombies sobre ellos.
Nos llevaron a todos arriba del cerro, muy alto, en una cueva escondida que no me había dado cuenta de su existencia, Gustín ayudo a que las personas subieran mientras un hombre desconocido me sacaba la bala y curaba mis heridas. Vi a Rebecca subir, mi corazón dejo de agitarse al saber que estaba bien, con ella subió una mujer desconocida con un niño en brazos, y detrás de ellos subió Miguel, quien en cuestión de segundos cayó al suelo. Gatee hacia él junto a los demás, nos dimos cuenta que en su pierna había una mordida al igual que en su brazo, vomitaba gran cantidad de sangre, estaba negra, tan negra que parecía tinta, sus venas se fueron trasluciendo en su cuello y daba respiros como si se estuviera ahogando.
-Miguel-Murmure.
-Dame mi último trago-Bromeo Miguel-
-¿Qué?-
-Está agonizando-Respondió uno.-Hay que matarlo-Apunto con su arma.
-Mamá perdóname, no llegue a tiempo-Añadió Miguel mientras lloraba sangre, sus ojos se dirigieron a mí, fue como una conexión en sus últimos momentos de vida-Vive, vivan. -Sus ojos se fueron apagando lentamente, hasta quedar completamente cerrados. Después de un segundo los abrió nuevamente y creí que había vuelto, pero no, ya no era el mismo, se me vino encima buscando morderme, pero alguien le bolo la cabeza con la metralleta y la sangre salpico a mi cara.
Ningún adulto durmió esa noche, todos estaban alertas, aunque los zombies ya habían desaparecido de donde habían atacado, desde la distancia en la que me encontraba me di cuenta que todo había quedado desierto y con sangre en el suelo. Se me vinieron los recuerdos de mis abuelos a mi mente.
Mi abuela había estado volviendo a casa después de las compras y me trajo una bolsa de galletas, no eran preparadas por ella, pero al menos era algo. Había estado triste todo el día por que tuvimos una disertación en clase, que se trataba de nuestra historia, yo tuve que contar la mía, y me puse a llorar al frente de toda la clase. La profesora me apoyo, pero no mis compañeros, supongo que no entendieron lo delicado que eran esos tipos de temas para mí. Mi abuela me encontró con las lágrimas posándose en mis ojos, me acaricio la cabeza y sin preguntar noto que algo andaba mal. Me consintió toda la tarde, lo mismo hizo mi abuelo, en ningún momento me dejaron sola ese día.
Una lagrima salió de mis ojos sin darme cuenta, tenía miedo, no sabía que estaba pasando en el mundo y estaba sola. Sin el cariño de mis abuelos, sin saber si ellos estaban bien o ya habían muerto, aunque la segunda opción me rompía el corazón y no quería imaginármelo.
Estaba convencida de que las últimas palabras de Miguel iban para todos nosotros, para mí, Gustín y Rebecca. Pero por lo visto y por lo que me acuerdo, ellos no se lo tomaron tan en serio como yo.
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Editado: 28.07.2019