Los días pasan,
el reloj no se detiene,
mi vida atrapada en un bucle
que me recuerda el enojo
que retengo dentro de mí.
La frustración se despliega
en el silencio de mi cuarto,
donde las paredes son testigos
de la oscuridad que desborda
y el veneno que destilo.
El cansancio se vuelve océano,
un mar que sobrepasa los límites,
y mi corazón, cansado,
late sin otro propósito
que seguir sobreviviendo.