Sofía se fue corriendo aún pensando en las jaulas y los demás chicos y chicas. Había una gigantesca puerta, le intrigaba saber que había, pero para entrar se necesitaba una huella. Cómo estaba segura de que no serviría espero.
Después de un rato vio una alta y delgada chica de cabello marrón, que llevaba la cara pintada de blanco. La extraña muchacha entro y pronto la perdió de vista, ya que la puerta seguía abierta Sofía se armó de valor y también entro.
Ese lugar era completamente distinto a los demás, habia pisos de madera relucientes y limpios, una larga escalera, y montones de libros.
Subió la escalera y miró las paredes. Estaban llenas de cuadros, pero dos le llamaron la atención. En el primero había cinco chicas parecidas a la que había visto, solo que las demás tenían una X en la cara. También vio sorprendida un cuadro suyo con una cruz roja. Sofía empezó a sentir la cara mojada, estaba llorando, se había enterado de la triste realidad.