Sólo Déjame Amarte

Capítulo 44. Destino – China: Shanghái.

Venecia

Estoy acostada en el hombro de Theo, esperando a que nos llamen para embarcar

— Hey — escucho a Theo a mi lado — ¿nerviosa?

— Amm — me quedé pensando — si te soy sincera, sí lo estoy, digo jamás habíamos ido tan lejos en este tipo de cosas — él me miró y agarro mi nariz

— Es cierto, pero mientras esté a mi alcance, jamás dejaré que te pase algo malo, enana — sonreí ante el comentario y me volví a poner en su hombro, al no dormir nada, mis ojos se estaban cerrando — ¿Tenés hambre? iré a comprar algo de comer

— Síp, tráeme lo que haya, y algo de tomar, un agua o algo así

— Okay — me quedé en el asiento viendo a la nada, saqué el celular y me iba a poner a escuchar música hasta que alguien habló a mi lado

— Hola — lo volteé a mirar

— Hola — le respondí al chico que me había saludado, me sonrió y tenía linda sonrisa

— ¿Cómo te llamas? — preguntó interesado

— Martina, ¿vos?

— Felipe

— ¿Sos de acá?

— Síp, ¿vos?

— Nací en otro país, pero he vivido toda mi vida acá, perdóname que te lo diga pero sos muy linda — me sonrojé ante el comentario y sonreí, no podía hacer más

— Cariño, acá está tu sándwich y tu gaseosa, no había agua — el chico volteo a mirar a Theo y se sorprendió, yo reí

— ¿Tu novio? — preguntó nervioso

— Sí, llevamos 5 años, queremos ir de viaje hace harto y hasta ahora pudimos, es tan lindo viajar con ella — Theo me quitó la palabra de la boca, yo asentí y él me besó la cabeza

— Ohh bueno un placer — sonrió nervioso y se volteó, Theo me miró y se rió, yo agarré mi comida y la bebida. Comí con ganas

— Hey, pilas te atragantas, amor — lo miré y negué con la cabeza divertida, no dijimos más. Theo también comió lo suyo y esperamos un rato más.

Ya había pasado media hora y mis ojos seguían con ganas de cerrarse y muy adormilados, Theo jugaba en su celular y yo escuchaba música apoyada en su hombro

— Pasajeros con destino a Shanghái con escala en Nueva York, Berlín y Tokio, que tengan los asientos del 1 al 10, por favor ir abordando — se escuchó en el parlante, ¡al fin! dije en mi cabeza. Theo se levantó y me tendió la mano, se la agarré. Me agarró por los hombros. Será un viaje tedioso y muy largo

— Sus pasaportes por — la azafata miró a Theo y se quedó sin aire, este le sonrió de forma ladeada y me causo gracia — por favor — terminó de decir y él me miró de forma cariñosa, sabía lo que iba a hacer, de nuevo

— Cariño, me pasas tu pasaporte

— Toma — le sonreí de la misma forma y le entregué el pasaporte

— Nuestros pasaportes — le entregó Theo a la azafata que estaba idiotizada con él, está los miro y me miró de mala forma. Sonreí de forma inocente como si no me hubiese dado cuenta de eso, ella miró nuestro pasa bordo y el pasaporte, luego nos los entregó.

Pasamos por la puerta de abordaje

— No te lo puedo creer — habló Theo y lo mire con curiosidad — me puso su número en mi pasaporte, y eso que supuestamente vos y yo somos pareja, a lo que llega la gente desesperada — me reí y el arrugo el papel donde estaba el número y lo boto en una basura que había en el pasillo.

El avión es amplio, tenía dos hileras de asientos, cada hilera con dos sillas pegadas extensas, donde hay un televisor en cada asiento, y es bastante cómodo, a Theo le tocó en la parte de la ventana y a mí en la silla que da hacia el pasillo, al ser tan pequeña no alcanzó a meter bien la maleta

— Vení que te ayudo — Theo se rió de mí y la gente que pasaba también, me sonrojé

— Que caballeroso con su chica, así deberían ser más los hombres, ya no se ve eso — Theo y yo miramos a la anciana de los asientos del pasillo contiguo, él le sonrió

— Gracias

— Mi marido era así, hasta que se me fue — suspiró, pero sonrío — chica, no lo dejes ir, aparte de una facha de chico, es un caballero, te acabás de ganar la lotería — le sonrió a Theo y se sentó mirando un libro

— Viste, no me dejes ir, amor mío — lo dijo aún con la maleta en sus brazos — soy lo mejor del mundo

— Cállate, boludo — me reí — no es mi culpa haber nacido chiquita — él me sonrió de manera tierna, pocas veces sonreía así y cuando lo hacía era hacia Mel y hacia mí, aunque últimamente hacia Abigail. Me guiñó el ojo, guardando mi maleta de mano — y si sos uno de los mejores — le besé la mejilla y me senté, sacando un libro de mi pequeña bolsa




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