Tampoco eres una amenaza.
Chico Brown.
Bien, no he hecho las cosas como debería y me he confiado demasiado; y ahora mi novia, mi hermosa novia está molesta por como he actuado.
Bien hecho Tobías Brown.
No quiere verme no lo ha dicho, pero ella no necesita decirme lo que siente o lo que se calla porque pertenece a ese grupo de personas que no se tiene que esforzar para externar lo que quiere. Ella es como el agua, azul y cristalina que no oculta nada y aunque lo intente siempre podré observar que hay en el fondo de esa capa de turbulencia siempre sale a relucir lo que pasa en su interior.
Es tan sorprendente verla siendo ella, ser libre mostrando cada gota de su ser y no perder nada en el proceso. Ver cómo logra encantar a todos con su actitud y hacerlos sentir especial con tan solo una sonrisa o una palabra en cierto modo resulta impactante y digno de admirar que ella pueda ser ella y que pueda externar sin sentirse culpable lo que siente y desea de sí mismas y del mundo que la rodea.
Cuando lo conocí fue como toparme con alguien totalmente ajeno y diferente a mí que me incomodó en cierto modo; no encajaba en mi percepción del mundo y mi tranquilidad para ver y procesar las cosas, pero ella claro que ya me llevaba ventaja en todo lo que yo apenas intentaba comprender.
Eso claro que me gustó de ella, me agradó tanto que ella me llevara ventaja sobre todo y que no pareciera sentirse insultada por mi falta de entusiasmo por lo que me rodeaba y por mis nulas ganas de aceptar que había dejado todo sin siquiera desearlo para venir aquí gracias a mis padres, sin embargo, al final terminaría marcándome lo más lejos posible de ellos y eso estaría bien porque significaría no rendirles cuentas de todo y no estar cerca de ellos como para ser controlado.
Bendita sea esta nación y bendito sea el sistema de dejar tu hogar para estudiar lo que deseas en donde sea. Aunque cueste una ridícula fortuna.
Aunque ahora había algo que me hacía sentir remordimiento en mi conciencia sobre querer huir de ellos. Y ese cargo de conciencia era una hermosa chica que se supone solo debía ser mi tutora y dejarme seguir con mi camino; pero ella debió sentir curiosidad y yo desarrollarla por ella y sentir por primera vez más expectativas de lo que me permitía por todo.
Supongo que si esto que sucede entre nosotros y prospera luego de terminar por descifrarme deberé considerar la idea de volver para verla o hacer que ella venga a mí cuando estemos en diferentes universidades.
Sí, diferentes universidades si así llega a suceder. Porque no estoy dispuesto a consumirla o al menos no me permitiría consumir de nuevo un alma tan dulce y libre como la suya.
Ella merece volar y si su alma y sus deseos llenos de expectativas sobre la vida son lejos del estado y universidad a la que yo ya he decidido asistir que así sea. No pienso detenerla y no la dejaré hacerlo.
—¿Qué haces, Tobías? —Me han devuelto a la realidad, vaya suerte.
—Pienso en mi novia.
No necesita saber más.
Yo no necesito consumirla más, me dejé llevar y ella tiene razón le estoy complicando las cosas con su familia y destrozando sus expectativas.
—En ese caso te dejo —dice y me alegra que lo haga. Amo a mamá, pero no quiero que se entrometa en mi vida y menos en la vida de ella —. La cena estará pronto.
—Ahí estaré —aseguro, pero ni siquiera le dirijo la mirada.
—Bien —Se aleja y yo me relajo.
Ellos sacan lo peor de mí, siempre el mismo cuento.
Espero que ella no quiera huir de mí cuando por fin logre descifrarme, se ha vuelto mi mayor logro y ancla a una vida llena de ¿vida?, como para apagarla. No quiero apagarla y lo he estado haciendo mal.
Tengo que hablar con su padre, tengo que dejar de absorber su vitalidad no lo dice, pero logro verlo. Ella se apaga con el pasar del verano.
—¿Por qué resulto una amenaza para los que me rodean? —digo en voz alta.
Giro sobre mi cama hasta quedar con el rostro contra el colchón y lo presiono hasta impedir que pueda respirar. Tal vez así pueda solucionarlo.
—No solucionaras nada privándote de respirar, cariño —escucho decir eso a lo lejos a alguien, levanto la cabeza y busco al dueño de esa voz.
—Hola abuela —La saludo cuando la diviso —, ¿Cuándo has llegado?
—No hace mucho, cariño —Es bueno escuchar una voz dulce en esta casa — y por cierto…
—¿Sí?
Hay genuina curiosidad en mi pregunta, pero seguramente mi rostro no dice nada. Nunca se sabe.
Mi abuela entre a mi habitación y se sienta en mi cama, justo a un costado de mí, así que tengo que girar la cabeza para lograr verla, pero no cambio mi posición para que resulte cómodo.
Esa será mi penitencia.
—Torcerás tu cuello, mi niño —me advierte con su voz dulce y vivaz que la caracteriza. Digna de sus raíces nórdicas, alcanzo a percibir como lleva su mano a mi cabello y no pasa mucho para que sienta sus dedos peinarlo —. Tampoco eres una amenaza, niño estúpido.