Cap 15.
—El nombre de Adam Hoffmann, resuena en el mundo de la biotecnología, robótica y biomedicina… un hombre con sus escasos veintiocho años ya ha superado a muchos en todo lo que ha logrado con disciplina dedicación y una gran billetera. —El público se ríe con lo último, y no me avergüenza o enoja. — Démosle la bienvenida por favor al hombre que me tomo un año que viniera a esta conferencia, pero finalmente aquí está. Un fuerte aplauso para Adam Hoffmann.
Salgo al escenario, las luces me cruzan por la cara, la música fuerte y los aplausos me hacen sentir acogido.
Me avisan por el auricular que mi micrófono está encendido.
—Buenas noches, bienvenidos a este coloquio, Jóvenes… Me complace demasiado ver a tantos queriendo innovar en este mundo, que pese a que tiene sus complicaciones es hermoso ver los resultados obtenidos.
Me hicieron una invitación a la universidad en la cual me forjé en mi carrera, no pude decir que no al lugar que me ayudo a ser quien soy.
—Y antes de comenzar, sí, mi nombre se escucha más de lo que algún día espere que se escuchara, —Me acuerdo de las pocas veces que lo llegué a escuchar de las personas que para mí eran mi mundo, —Sin embargo… este no debería ser por si solo para mí tal reconocimiento, ya que mi socio y buen compañero también ha influido a que industrias Hoffmann sea lo que es hoy, un aplauso a Bruno Hartmann, que aunque no esté presente ha sido pieza clave para que esto, —señaló lo que las pantallas detrás de mí muestran mis diseños y colaboraciones, —sea lo que hoy es. —hace dos semanas que Bruno ha tomado la presidencia de Vancouver Canada, mágicamente nos hemos expandido con bastante fuerza. —El esfuerzo y dedicación que le ponemos a nuestra profesión se verá recompensado en algún momento…
La charla dura más de lo que creí que podría durar, me doy cuenta que hablar de mi empleo me pone muy parlanchín, me entregan un reconocimiento una vez terminada la sesión y volteo a ver a los espacios al reconocer a la abuela y tía de Bruno en primera fila, les hago un saludo con la mano.
—Adam Hoffmann, un placer que en estos cuatro años hayas innovado a lo grande. —me dice un ex profesor. —hice bien mi trabajo Y una vez más el alumno superó al maestro.
Los aplausos me ponen un tanto de nervios, la atención de tanta gente me hacen que me debata en sí ser amable o solo seguir.
Una vez terminado los agradecimientos bajo del podio y me dirijo a saludar a la abuela y a la tía.
—Agradecidas de la mención para Bruno. —me dice la señora de edad.
—No es nada, lo merece el muchacho.
—Sin duda. Estamos felices de que su trabajo esté llegando a más lugares del mundo, la tecnología es el futuro. —dice su tía, —Y bueno, los dulces que manda de haya son deliciosos, se escucha feliz.
—Es Bruno, —decimos la abuela y yo al unísono.
Me quito las gafas y me dispongo a limpiarlas para guardarlas en su cajita, a lo lejos veo al que alguna vez le confié un proyecto importante y me sorprendió con el resultado y por cosas que no recuerdo terminamos siendo amigos.
—Bueno, nosotras te dejamos, felicidades.
Asiento y se marchan.
Cuando estoy apunto de caminar hacia el hombre que viene a mí, escucho como los que vigilan donde estoy alegan con una joven que quiere acercarse a mí, pero se lo prohiben.
—Oh vamos, vengo desde muy lejos para conocerlo para que me nieguen el acceso. —su voz suena relajada y educada.
—No puede pasar. —dice con determinación uno de los hombres.
—Consideró que esa es su frase favorita. —escuchó su risa y algo dentro de mi hace que yo también sonría. —y la que más ha dicho hoy. No tardaré, será rápido, ni siquiera verán cuando me marche.
Volteo de reojo y veo el cabello negro lacio de la joven, no la veo a ella. Y quiero a avanzar y ver de quién se trata cuando me hablan y palmean del hombro.
—Aquí estás, felicidades Ingeniero. —dice con ironía. Pierdo mi atención a la mujer que discute y me enfoco en lo que trae en las manos Ulises. —Hasta yo me motive con seguir mis sueños.
—¿y esa bola de pelos que?— lo miro mal, y el pobre cachorro asustado tiembla en las manos del que lo trae.
—Ah, lo vi en una veterinaria cuando venía acá, un auténtico pastor alemán.
—Te ves patético con él, apenas si tienes tiempo de mantenerte con vida a ti y quieres ahora un cachorro. —el perro escucha mi voz severa y chilla, es muy pequeño y supongo que con todo se espanta. —Además débil.
Sigo escuchando a la mujer que intenta pasar y miro al cachorro como si tuviera las respuestas a lo que me ronda la mente.
—En realidad él que lo mantendrá con vida eres tú, no se si te has fijado pero trae un moño. —me lo tiende como si lo fuera agarrar con facilidad.
—¿Para mí? —digo burlesco.
—Sí, te debía un agradecimiento de hace cuatro años por darme un proyecto tan importante. No había encontrado nada que no tuvieras, hasta hoy.
Niego rotundamente.
—Espera tengo que atender algo. —evito que me lo de.
Camino hacia el guardia y cuando llegó la mujer de risa escandalosa ya no está.
—¿y la mujer que quería verme?
—Se fue hace un par de minutos.
Asiento y camino a la salida, pero ya no veo a nadie con el rasgo similar que la identifique, su oscuro cabello.
—Entonces, ¿Qué nombre le pondrás ? —me dice Ulises mientras acurruca al animal a su pecho.
—¿Qué?—Sigo aturdido, pensando en el cabello oscuro de la mujer que quería verme.
—Las mascotas necesitan un nombre.
—O eso… No lo quiero, devuélvelo.
Caminamos al auto donde el chofer me espera con la puerta abierta.
—Verás, esta noche salgo a Londres, no puedo llevarlo. En dos semanas vuelvo y lo regreso ¿te parece?
—Pagarás a la mujer que me hace la limpieza por el pelo que suelte y sus cosas que limpie del animal.
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Editado: 18.11.2024