Salgo de la casa de mis padres, me monto en mi coche y le mando un mensaje a Elenor para que me mande la ubicación. Arranco el motor y mi teléfono suena al recibir una llamada de la editorial.
Descuelgo pensando que puede ser algo importante y escucho una voz masculina con demasiada alegría:
—Buenos días, SuHye. Soy Jeremy Smith, el editor suplente de ayer.
—¿A qué debo tu llamada? —Pregunto sin demasiado entusiasmo.
—Estoy leyendo la primera aventura de SuJin y estoy realmente impresionado. Entiendo por qué te contrataron en la editorial. ¿Tienes en mente alguna aventura nueva?
—Tengo alguna idea, pero aún no la pongo en marcha. Me han dado más tiempo de entrega, así que puedo seguir pensando en ello.
—Si te parece bien, me gustaría quedar contigo para darte algunas ideas que se me han ocurrido mientras leía —me dice con una voz suave que no me gusta ni un pelo.
—No te ofendas, pero esas cosas prefiero hablarlas con Elenor, mi nueva editora.
—Claro, por supuesto, aunque no sabemos cuánto tiempo estará ausente.
—Correré el riesgo. Como te he dicho antes, me han dado más tiempo para la entrega. Gracias por tu preocupación —cuelgo y suelto el móvil en el asiento del copiloto con un bufido.
Recibo, al fin, la dirección donde está Elenor y pongo rumbo hacia allí después de comprar una botella de vino y unos pasteles como agradecimiento por la invitación.
Estaciono en la misma calle y paro al lado de la caseta del guardia de seguridad que me toma los datos para confirmar mi identidad y me abre la puerta para encaminarme hacia la última casa de la calle.
El edificio no es pequeño y su fachada de estilo moderno me da algunas ideas que apunto con rapidez en las notas de mi móvil.
Llamo al timbre y ésta se abre dejando ver a un chico alto, de pelo negro y anchos hombros. Me resulta familiar, pero no lo pongo en pie por más que lo pienso.
—¿No eres la escritora que va a reescribir nuestros cuentos? —Pregunta él con los ojos entrecerrados.
—¿Sois el grupo de K-pop? Vaya, qué pequeño es el mundo —digo empezando a recordar la reunión con ellos—. ¿Por qué está Elenor en vuestra casa?
—¿No lo sabes? —Niego con la cabeza y el chico prosigue dando un paso atrás para dejarme pasar—. Es la novia de nuestro compañero JK. Nadie lo sabe, excepto nosotros.
—Soy una tumba —comento cerrando mis labios con una cremallera imaginaria al percibir la advertencia en la voz de él.
—Te llevaré con ella. Por cierto, soy NamYoon, el líder del grupo. Puedes quitarte la mascarilla si quieres.
—Gracias. No te he reconocido sin ella. ¿Cómo se encuentra?
—Ella dice que bien, aunque le duele de vez en cuando. Aún no puede hacer movimientos bruscos o cargar peso —me informa subiendo las escaleras.
—Me quedé muy sorprendida cuando me enteré. ¿Qué ha pasado con el que le ha hecho eso?
—Está en la cárcel. Por suerte, no estaba sola y su prima, que fue testigo, ha declarado contra él —se para frente a una puerta cerrada y llama—. La visita ha llegado.
La tabla de madera se echa a un lado dejando ver a un chico demasiado atractivo para ser real. Trago saliva con dificultad y él da un paso hacia un lado para que pueda entrar en la estancia. Me acerco a la cama y le dejo un abrazo a mi editora.
—Me alegro de verte bien —le digo al sentarme en el borde del colchón.
—Yo también. Amorcito, ¿te importaría traernos algo de beber? —Le pregunta al chico que me ha abierto la puerta de la habitación.
—He traído una botella de vino y unos pasteles para agradecerte la invitación.
—No era necesario que trajeras nada.
—Lo sé, pero no me sentiría cómoda con las manos vacías.
—Lo llevaré a la cocina. ¿Qué te apetece tomar? —Me inquiere el joven quitando las bolsas de mis manos con suavidad.
—Un refresco es suficiente, gracias —respondo un poco acalorada al verle más de cerca.
El muchacho me dedica una sonrisa amable y sale de la estancia cerrando detrás de él.
—Por favor, dime que tienes ahí algunas páginas del cuento —me suplica la editora en un susurro.
—Tengo mi tableta, sí. ¿Ese es tu secuestrador/novio? —Asiente con la cabeza y coge mi bolso para que saque el dispositivo—. Con un secuestrador así también me dejo secuestrar.
—Y no me estoy quejando, pero no me deja trabajar. ¡Madre mía, ni que tuviera que cavar todo el día! —exclama algo harta de estar tumbada en la cama.
—Está bien. No me hago responsable de lo que pase cuando él se entere —le advierto buscando el cuento en mi tableta para que le eche un vistazo.
La editora coge el dispositivo con rapidez y comienza a leer. Asiente con cada frase que termina y alza su mirada verde a mi rostro. Me dedica una sonrisa y me dice:
—No me equivoqué al elegirte para este proyecto. Es increíble y estoy segura de que a los chicos les encantará.