Mis ojos se abren cuando un rayo de luz entra por la ventana y miro hacia mi derecha para ver a SuHye dormida con la cabeza apoyada en mi brazo.
Retiro mi extremidad con cuidado de no despertarla, voy un momento al baño y salgo disparado cuando escucho un grito proveniente de la habitación.
Abro la puerta, corro hacia ella y la abrazo sentado en el borde de la cama. Tiene la respiración agitada y las lágrimas resbalan por sus mejillas mientras sus ojos reflejan miedo.
—Tranquila, ha sido una pesadilla. Estoy aquí —susurro acariciando su cabello rubio con suavidad.
—No te vayas, por favor —me pide entre sollozos.
—Nunca me voy a ir.
Cuando ya está más calmada, los dos nos levantamos y nos encaminamos hacia la cocina para desayunar. Estamos con las manos en la masa cuando alguien llama al telefonillo.
SuHye da un brinco al escuchar el sonido estridente y su cuerpo comienza a temblar, lleno de miedo.
Me siento impotente por no saber cómo hacer para que ella esté mejor. Dejo el cuchillo del pan encima de la tabla de madera, me acerco al telefonillo y oigo la voz de JK al otro lado del auricular.
Aprieto el botón para que pueda abrir la puerta acristalada e informo a la escritora, abrazándola por la espalda.
—Es JK. ¿Estás bien? —Le pregunto con la voz más suave que puedo articular.
Ella asiente y continúa haciendo el desayuno, aunque aumenta la cantidad para que mi compañero también se una.
Abro la puerta del apartamento cuando el maknae llama al timbre y me encuentro también con Elenor que entra como un torbellino. Corre hacia mi novia y la abraza para que sepa que está ahí para cuidar de ella.
La escritora no puede contener las lágrimas y las deja salir empapando la chaqueta de la editora.
—¿Cómo estás? —Me inquiere mi compañero en un susurro con un abrazo que no sabía que necesitaba con tanta urgencia.
—Enfadado conmigo mismo. No debí dejarla sola.
—No sabías que ese ser haría eso. Se suponía que ya estaba en Londres. Lo que aún no me explico cómo consiguió entrar sin que el conserje le viera —cavila mi compañero sin comprenderlo.
—Tal vez entró por la terraza o por alguna ventana abierta. Estamos preparando, bueno, ella está preparando el desayuno. ¿Os apuntáis?
—Por supuesto. Elenor no me ha dejado comer nada para que pudiéramos llegar temprano.
Le dedico una leve sonrisa, le palmeo la espalda y nos acercamos a la cocina para ayudar a las chicas.
Desayunamos hablando sin parar de cualquier cosa que haga olvidar el mal trago que vivimos anoche y la editora consigue que la escritora se ría a carcajadas cuando cuenta una de las caídas de JoMin de la silla.
—Tenías razón —me dice SuHye limpiando las lágrimas que salen de sus ojos por la risa—. Ese chico tiene que caerse una vez al día o no está tranquilo.
—Ya te lo dije. Es como una superstición.
Almorzamos los cuatro juntos y ponemos una película en la televisión.
La escritora y yo nos sentamos en el sofá, abrazados, mientras JK y su novia se acomodan en un sillón.
***
El sol ya se está poniendo cuando SuHye le propone a mi compañero y a su amiga que se queden también a cenar.
La miro durante unos segundos con los ojos entrecerrados y me doy cuenta de que su voz ha temblado mientras preguntaba. Vuelve a tener miedo y no me gusta verla de ese modo.
—Cariño, ¿podemos hablar en la habitación? —Le pido agarrando su mano para llevarla con delicadeza hacia la estancia.
Una vez dentro, con la puerta cerrada, la siento en el borde de la cama, me acuclillo delante de ella y clavo mi mirada en sus ojos celestes.
—¿Qué ocurre? —Quiere saber, confundida por mi comportamiento.
—He estado pensando y creo que… deberías regresar con nosotros a la casa.
Me mira parpadeando varias veces seguidas, respira hondo y asiente con solemnidad.
—Tienes razón. No debí volver a mi apartamento. Tengo miedo —me confiesa con los ojos vidriosos por las lágrimas no derramadas.
—Lo sé. Yo también estoy aterrado y, por eso, quiero que vivas conmigo en la urbanización. Si no estás cómoda con los chicos podemos buscar otra casa…
—No, no. No quiero estar sola cuando vayas a trabajar. Me siento cómoda con todos tus compañeros y, aún más, con Elenor.
—Entonces, ¿te mudas conmigo? —Inquiero con la esperanza reflejada en el brillo de mis ojos.
Ella asiente con una sonrisa y la abrazo para, después, dejarle un tierno y dulce beso lleno de amor.
Salimos de la habitación para dar la noticia y la editora la abraza suspirando aliviada.
—Por fin, no seré la única chica que tenga que soportarlos —murmura para quitar la tensión de los hombros de su amiga.