Solo tú

104. Belinda

Todo está listo para el último concierto online de los chicos y me siento más nerviosa que nunca. Lo cierto es que no los he visto en ningún concierto hasta ahora y no entiendo el por qué. Tal vez estaba demasiado ocupada con la preparación de mi boda o quizás estaba intentando hacer que mi prometido me mirara más de un segundo al día.

Sea como sea, había llegado el momento de verlos en acción y llevo mi cámara con la batería a tope para no perderme nada.

Me apeo del coche de mi prima, nos colgamos los pases de staff en el cuello y entramos en el recinto junto a las demás chicas y al hijo de una de ellas. Nos sentamos en la cuarta fila para poder dejar espacio a los camarógrafos y mi pierna se mueve de arriba abajo sin que yo pueda controlarla.

Elenor me pone una mano en el muslo para hacer que mi pierna pare y me mira con el ceño fruncido.

—¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás tan nerviosa? —me pregunta desconfiada.

—Es la primera vez que los voy a ver en directo.

—¿Cómo es que Jan te ha invitado? ¿No estáis peleados?

—Queremos arreglarlo. No podemos estar peleados toda la vida. Es mi mejor amigo en Seúl y no quiero perderlo —le comento apartando la mirada de ella para que no vea mi gran mentira en mis ojos.

—Sabes que te conozco desde hace treinta y un años, ¿verdad? Belinda, no le hagas daño o te romperé las piernas —me advierte con severidad en la voz.

—Se supone que eres mi prima. Deberías decirle eso a él, no a mí.

—Sé que él no te hará daño. Está enamorado de ti, sin embargo, tú estás enamorada del estúpido de tu prometido. Tienes más papeletas para romperle el corazón.

—De acuerdo, tú ganas. Te prometo que iré con pies de plomo.

—Gracias. Ya van a empezar —me dice llevando un dedo a su mascarilla para hacerme callar y escuchar las voces de los chicos.

***

El concierto ha sido espectacular y los chicos han estado increíbles. ¿Cómo es posible que bailen a ese ritmo tan acelerado y canten sin casi inmutarse? Yo me asfixio con solo cantar y hacer la cama a la vez.

Las cámaras dejan de grabar y yo suelto la mía, colgada en mi cuello, para poder aplaudirles cuando se acercan a nosotras para saludarnos.

—¿Os ha gustado? —quiere saber JK bajando la mascarilla de mi prima para dejarle un beso rápido en los labios.

—Ha sido espectacular. Gracias por la invitación —le agradezco a Jan que se está limpiando el sudor del rostro con una pequeña toalla.

—¿Te apetece venir a cenar a la casa? Estaremos todos y seguro que jugaremos —me propone con una sonrisa en sus labios llenos.

—Será un placer.

—Id delante, os alcanzaremos allí —apunta NamYoon dejando al hijo de la abogada en el suelo después de darle un beso a ella.

Las chicas, el pequeño y yo nos ponemos en camino hacia el aparcamiento, nos montamos en varios coches y ponemos rumbo hacia la urbanización donde viven los chicos.

—Belinda… —me llama mi prima desde el asiento del piloto, sin quitar la mirada de la carretera.

—Ya lo sé. Déjame disfrutar de su amistad, por lo menos —le pido, aunque por dentro estoy completamente confundida.

Elenor asiente sin decir nada más y continúa conduciendo.

Sé que está preocupada por ambos, pero yo también. No entiendo el por qué no me gusta estar enfadada con Jan o por qué no quiero que se vaya de mi vida, por más que me diga a mí misma que no debo darle esperanzas de nada.

Sin embargo, no estoy nada segura de que esas esperanzas sean las que yo busco en mi relación con mi prometido. Por supuesto que lo quiero, no habría aceptado su propuesta si no fuera así, no obstante, desde que me fui de Seúl por cuestión de trabajo en España hasta que regresé a Corea, lo noto distante, mucho más que antes.

He intentado hablar con él sobre esa distancia que nos está separando, pero parece que él no es consciente de ello o, tal vez, simplemente no quiere hablar. No entiendo esa falta de comunicación por su parte.

Entramos en la vivienda, nos dirigimos a la cocina para preparar la cena, ya que los chicos están cansados por el concierto, y las ayudo intentando apartar mis pensamientos.

Los cantantes llegan unos minutos más tarde y nos sentamos a la mesa para degustar la cena internacional que las chicas han preparado.

Tengo la boca llena de lasaña boloñesa cuando mi móvil suena al recibir una llamada. Lo saco del bolsillo de mi pantalón vaquero y veo el nombre de nuestros abuelos. Trago con rapidez el bocado, bebo un poco de agua para bajarlo, me limpio la boca con una servilleta y descuelgo con una gran sonrisa:

—Dichosos los oídos que os escuchan. ¿Dónde estáis para llamar a estas horas?

—En España, visitando a nuestra hija. ¿Y Elenor? —me preguntan ambos al unísono para que ponga el altavoz y podamos hablar los cuatro juntos.

—Enfrente de mí. Esperad —le ofrezco el teléfono a mi prima y me hace una mueca para saber quién es—. Los abuelos —susurro.



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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