Me levanto de la cama corriendo para ir hacia el servicio y vomitar la cena de anoche. Las náuseas continúan siendo parte de mi vida y ya se está haciendo difícil ocultar.
Me visto para ir hacia la consulta del médico privado y me siento en la sala de espera, nerviosa y sola ante el peligro.
Me dirijo hacia el interior de la consulta cuando la enfermera me llama, saludo al doctor que se hace cargo de los chicos durante sus viajes y sus conciertos, me tumbo en la camilla alzando mi camisa un poco para dejar al descubierto mi vientre y siento el gel frío sobre mi piel.
Cierro los ojos durante unos segundos hasta que escucho los latidos del corazón de mi bebé. Giro la cabeza para poder ver la pantalla y, aunque no puedo observarlo con claridad, sé que una pequeña personita está dentro de mí para abrirse paso hacia la vida.
Sin poder evitarlo, unas lágrimas escurridizas resbalan por mis mejillas, el doctor me dedica una sonrisa bajo la mascarilla y me disculpo.
—No te preocupes, es normal que te emociones. Ya puedes levantarte. ¿Sabe alguien de la empresa tu embarazo o sigue siendo un secreto? —me pregunta el médico dejando un pañuelo en mi vientre para poder limpiarme los restos del gel.
—Sigue siendo secreto. Quiero esperar un poco más antes de dar la noticia.
—Deberías comentarlo antes de que se te note.
—Aún tengo unas semanas para que eso pase. Gracias por todo.
Me despido con una reverencia y me dirijo hacia mi coche. Estoy sentada delante del volante cuando mi móvil suena con la llegada de una llamada de mi ex prometido.
—Qué pesado. Me llama más ahora que cuando estaba prometida con él —murmuro dejando el teléfono en el interior de mi bolso.
Deja de sonar y no pasan ni dos minutos cuando la melodía invade el interior del vehículo haciendo que suspire de fastidio. Me quito la mascarilla enfadada, agarro el teléfono para decirle unas cuantas palabras al pesado cuando me doy cuenta de que no es él. Por suerte, he leído el nombre antes de descolgar.
—Hola, abuela. ¿Por dónde vais? —pregunto con una sonrisa en mis labios.
—Pues vamos a montarnos en el avión con destino a Seúl, después de hacer escala en París. ¿Y tú?
—Voy a trabajar y a recogeros en el aeropuerto esta noche. Tengo muchas ganas de veros y que me contéis todo lo que habéis visto y vivido.
—Por supuesto. Además, os llevamos unos regalitos, aparte, también tenemos uno reservado para la boda. Todavía no hemos recibido las invitaciones. ¿Cuándo las vas a mandar? —quiere saber mi abuela, aunque no con mucho entusiasmo.
—Hablaremos de ello cuando lleguéis. Tened cuidado.
Cuelgo antes de que la voz se me quiebre, trago con dificultad la congoja que se me ha quedado atascada en la garganta, acaricio mi vientre y respiro hondo.
—No te preocupes, pequeñín. Estoy bien… Estaremos bien los dos —susurro al pensar que mi bebé correrá con la misma suerte que yo: crecerá sin un padre.
***
He estado toda la mañana y parte de la tarde en el estudio de grabación junto con los actores de la novela y ya tengo la cabeza embotada de tanto pensar en cómo diré que estoy embarazada.
¿Cómo se lo tomará Jan?, me pregunto con miedo de que se aleje de mí o, peor aún, que mis posibilidades de estar con él sean inexistentes.
Estoy sumergida en mis pensamientos cuando noto que alguien me pellizca en la cintura, doy un respingo y veo al cantante delante de mí con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Vas a ir al aeropuerto con Elenor? —quiere saber sin apartar su mirada de mí.
—Sí, ¿por qué? ¿Ha venido con vosotros?
—No, está aún en la editorial. Me ha pedido que te diga que te recogerá para no llevar tantos vehículos.
—No puedo dejar mi coche aquí. Lo necesitaré mañana.
—Lo sé, por eso nos lo llevamos JK y yo hasta tu casa. ¿Me das la llave? —me inquiere alargando la mano para coger la llave de mi coche.
—¿Cómo vais a entrar en el garaje?
—Cierto. Dame también las llaves de tu casa. Os esperamos allí para darle la bienvenida a vuestros abuelos —contesta el chico alargando la otra mano.
Le dedico una sonrisa divertida, le entrego ambas llaves y se despide de mí con un abrazo que hace que mi corazón acelere el ritmo de mis latidos.
Lo sigo con la mirada hasta que desaparece por la puerta de salida, trago la congoja que se ha vuelto a atascar en mi garganta y termino de recoger mis cosas para estar preparada para cuando llegue mi prima.