La semana casi va a terminar y estoy de los nervios. Me levanto de la cama cuando la alarma de mi móvil suena en el silencio de la habitación, me dirijo hacia el baño para prepararme, me atavío con las botas de media caña y salgo del hotel con una sonrisa en los labios.
Me encamino hacia el local que he alquilado para emprender mi negocio de catering en Seúl. Me arrebujo bajo el abrigo cuando un viento helado llega hasta mí y camino un poco más rápido para resguardarme cuanto antes.
Abro la puerta, enciendo las luces dejando ver las encimeras con las cocinas y las mesas para poder poner las bandejas preparadas para ser entregadas en su destino. Todo está limpio y me siento durante un minuto en silencio, solo sonriendo mientras mis ojos observan todo a mi alrededor.
«Lo he conseguido, papá», pienso con una alegría que hace desbordar las lágrimas que tenía retenidas en los ojos.
Estoy meditando sobre ello cuando veo que mi amiga HyeJi entra por la puerta mientras se sacude el frío del cuerpo.
Me enjugo las lágrimas para que no se dé cuenta de mi llorera, me levanto de la silla y me acerco a ella para saludarla con un abrazo. La chica se ha acostumbrado bastante bien a mi manera de dar la bienvenida y la recibe con gusto.
—¿Cómo estás en el hotel? —me pregunta interesada en mi bienestar.
—Muy bien. Es tranquilo y confortable. No necesito nada más. ¿Qué tal la propaganda? ¿Has repartido muchos folletos?
—Todos los que imprimimos y ya estamos teniendo pedidos para cuando sea la inauguración. ¿Estás preparada para meter tus manos en la masa?
—Estoy preparadísima. Hago una llamada a mi encargada de Hong Kong y empiezo con los primeros entrantes —le informo cogiendo el móvil del interior de mi bolso.
Entro en la despensa para ir cogiendo los ingredientes que voy a necesitar, los dejo en un carrito de metal lleno de cestas y me encamino hacia las cocinas para comenzar el cocinado.
El restaurante que abrí después del confinamiento está marchando a las mil maravillas y me alegra escucharlo.
Me atavío con el delantal, meto el móvil en el bolsillo de mi pantalón cuando cuelgo la llamada, me remango y saco los ingredientes del primer entrante para ir cortando y picando mientras mi socia se dedica a recibir las llamadas y apuntar los pedidos.
***
Llevo casi veinte entrantes dispuestos por la mesa para la degustación cuando me concentro en el primer plato. Entro en la despensa para coger los ingredientes y mi teléfono suena en el interior del bolsillo de mi pantalón.
Lo saco sin dejar de buscar los alimentos y escucho al emisor preguntar por mí.
—Soy yo. ¿Qué desea? —le inquiero extrañada. No creo que sea un pedido, ya que no he dispuesto mi teléfono personal para ello.
—Buenas tardes, señorita O’Mara. Soy la secretaria de Bae JinSeo, el CEO de la agencia de talentos Big Single. Estaríamos encantados e interesados en invitarla a grabar un episodio del programa de uno de nuestros mejores grupos, BT7.
—¿Invitada en un episodio? —pregunto saliendo de la despensa con el carro de nuevo lleno—. ¿BT7?
En cuanto ese nombre sale de mi boca, veo que la cabeza de mi socia se alza como un suricato y se levanta de la silla para acercarse a mí y enterarse de lo que está pasando.
—Lo siento, pero en este momento…
—Un momento, por favor. No cuelgue —me interrumpe mi amiga cogiendo el teléfono de mi mano para que no continúe hablando—. ¿Te has vuelto loca? ¿Quieren que grabes con el grupo más reconocido mundialmente y tú lo vas a rechazar? —me dice tapando el altavoz del móvil para que la secretaria no pueda escucharla.
—HyeJi, estamos a pocos días de la inauguración. No tengo tiempo para eso.
—Elisabeth, yo puedo ocuparme de eso. Ve a esa grabación.
—No puedes ocuparte de ello porque no sabes cocinar. ¿Por qué no vas tú a grabar ese episodio mientras yo adelanto trabajo? —le inquiero sin dejar de cortar ingredientes.
—Pregúntales si puedo ir yo. Si dicen que sí me hacen la mujer más feliz del mundo —me responde poniendo el teléfono en mi oreja para que pueda hablar.
—Disculpe, yo no puedo ir a esa grabación, sin embargo, mi socia podría hacer acto de presencia como representación mía. ¿Le parece bien? —quiero saber metiendo todo lo cortado en una gran olla.
—Supongo que no habría problema. La veremos mañana. Le mandaré un mensaje con las señas del lugar —contesta la secretaria con emoción.
—De acuerdo. Hasta mañana.
Le hago una señal a mi socia para que cuelgue, le informo lo que ha pasado y comienza a saltar llena de alegría. Parece muy feliz por poder conocer a ese grupo.
Sonrío ante la locura inesperada de mi amiga, recibo un mensaje de la secretaria con la ubicación del local y se la paso a HyeJi para que mañana esté allí a primera hora de la mañana y dé lo mejor de ella y de nuestra pequeña empresa.