La jornada laboral ha acabado para nosotros hasta mañana por la mañana y nos montamos en la furgoneta para ir hasta nuestra casa.
En cuanto pongo un pie en el garaje le mando un mensaje a mi novia para que sepa que ya estoy en casa y que puede venir cuando quiera.
Recibo una respuesta en menos de diez segundos y una sonrisa se dibuja en mis labios. Alzo la mirada de la pantalla de mi móvil y veo que mis compañeros me están mirando con una sonrisa, sentados en el sofá.
—¿Qué os pasa? ¿Tengo algo en la cara? —pregunto preocupado.
—Tienes una cara de enamorado que no puedes con ella —contesta nuestro líder.
—La misma que vosotros cuando estáis o habláis con vuestras novias. Y fuisteis los primeros en caer.
—Eso es verdad. Por tu sonrisa supongo que Elisabeth viene esta noche.
—Supones bien. No sabotéis mi noche o me la pagaréis —les advierto viendo en sus miradas picaronas la idea de echarme la noche a perder con cualquier broma que se les ocurra.
—Tranquilo. Por fortuna, nosotros también tendremos una buena noche al lado de nuestras respectivas parejas —responde JK viendo a Elenor entrar por la puerta del garaje empapada—. ¿Qué te ha pasado?
—Me ha caído un torrente de lluvia que no es normal. Está lloviendo como si no hubiera un mañana —dice la chica mientras se deshace del abrigo mojado.
Nos asomamos por la ventana para comprobar que es verdad y me preocupa. Agarro mi móvil y le mando un mensaje a Elisabeth para que se vaya al hotel. No quiero que tenga ningún accidente.
Recibo una contestación un minuto después y el guardia de seguridad llama al telefonillo. NamYoon va a ver qué quiere el guardia y yo leo el texto. “Demasiado tarde, pinchoncito”.
Nuestro líder le da permiso al guardia de seguridad y abre la puerta para que la chef pueda entrar con rapidez. Escucho su resoplido al llegar bajo el techo del recibidor y voy a buscarla para encontrarla empapada hasta los huesos por la lluvia.
—Me ha cogido en el camino y sin paraguas —me explica mientras la ayudo a deshacerse del abrigo y las botas.
—Podrías haberme avisado y te recojo —comenta Elenor secando su pelo cobrizo con una toalla.
—Te avisaré la próxima vez, por si acaso. Madre mía, qué fría está el agua —se queja la chica con un escalofrío.
Refriego mis manos por sus brazos para que entre en calor, pero lo mejor que puede hacer es quitarse la ropa mojada y darse una ducha de agua caliente.
—Vamos a la habitación y te das una ducha antes de que cojas más frío —le propongo guiándola hacia las escaleras.
—No tengo ropa aquí.
—Puedo dejarte un pijama. Puede que te quede un poco largo, pero estarás más calentita que con nada —apunta la editora subiendo detrás de nosotros junto a su novio.
—Muchas gracias, noona. Ve a la ducha, te llevaré el pijama en un momento —le pido a mi chica con un breve beso en la frente.
Entramos en la habitación del maknae, Eleanor se acerca al armario para coger un pijama bastante suave y caliente y miro a la pareja con una sonrisa.
—Hyung, ¿estás bien? —quiere saber mi compañero con desconcierto.
—Me alegro mucho de que hayáis resuelto el problemilla entre vosotros. Hacéis una pareja increíble.
Ambos me miran con una sonrisa, se agarran mutuamente las cinturas para pegarse el uno al otro y me encamino hacia mi habitación para entrar en el baño anexo. Dejo el pijama encima del lavabo y observo a mi chica mientras se ducha con el agua ardiendo.
—¿Quieres unirte? —me inquiere con un guiño de ojo y una sonrisa traviesa.
—Por supuesto.
***
La ducha ha terminado y nos dirigimos hacia la cama para hablar sobre esa cita con su socia para que me conozca. No estoy muy convencido de que alguien más fuera de nuestro círculo sepa de nuestra relación, pero tampoco quiero que su socia le esté metiendo ideas extrañas en la cabeza.
—Es muy posible que grite cuando sepa quién eres. Te conoce por el grupo y porque estuvisteis grabando un episodio del programa junto a ella. No creo que se oponga a lo nuestro y si lo hiciera me importaría más bien poco, la verdad —comenta ella sin dejar que diga ni una palabra. Algo extraño en mí. Normalmente soy yo el que no dejo hablar a la gente.
—Elisabeth, frena. Si tu socia y amiga se queda más tranquila conociéndome, pues me conocerá. Dime cuándo, a qué hora y dónde y allí estaré.
—¿De verdad? —asiento con la cabeza y una sonrisa en mis labios para que no se preocupe al respecto—. ¿Te parece bien si lo hacemos en el local? Si grita no alertará a todos los que estén alrededor.
—Me parece estupendo. ¿Podemos dormir ya?
La chica asiente con la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja que me encanta y apoya la cabeza en mi pecho para cerrar los ojos y quedar dormida en menos de lo que canta un gallo.