Solo Un AdiÓs

Capítulo final. Solo un Adiós

 

Dylan

—¡Por favor Damián! ¡Dime qué es mentira, eso no puede ser cierto!  —la súplica de mi madre en medio de un llanto que quebrantaba su voz, me hizo salir del baño empapado de jabón, me seque en fracción de segundos, un bóxer y una bermuda fue todo lo que alcance a colocarme.  La impaciencia de escuchar tan frágil a la mujer que más amaba en esta vida, me impulsó a salir de mi habitación lo más rápido posible.

—¡Eso no es cierto hijo! ¡Dile a mamá que es mentira! —Sus ruegos seguían colmados de una angustia que perturbaba.

Llegué al primer piso y en cámara lenta, pude ver como mi hermano movía su cabeza en señal de negación.

—¡Lo siento mami! ¡Perdóname! —Esas disculpas parecían sinceras por parte de un hombre alto y fuerte de 21 años que estaba sumido ante ella.  Su desesperación me estremeció, cuando la señora que lloraba mal herida por una verdad que solo ellos conocían, se desplomó en sus brazos. El corazón de mi madre no resistió el peso que lo quebrantó ese día y simplemente, freno sus latidos.

Esa fue la única vez que vi a mi hermano llorar con inmenso dolor, sus brazos temblaban sosteniendo el cuerpo sin vida de la mujer que nos trajo al mundo. Aquella que nos regaló sus sonrisas, sus abrazos y sus besos. Damián se ahogó en llanto esa mañana de Domingo. Y yo…  no tuve tiempo de hacerlo, mi pecho dolía. Sin embargo, el rostro perturbado de papá reclamó mi atención. 

Ese día, nuestra casa quedó sin luz. Mi madre se llevó con ella a su descanso eterno, un dolor en el alma del que aún desconozco su raíz. Mi padre perdió el habla, su mente se nubló sumergida en sus recuerdos, y mi hermano, después de darle cristiana sepultura a mamá, decidió marcharse.

¡Adiós! —Solo un adiós. Esa sola palabra marcó nuestra despedida. De eso hace ya cuatro años.

Si me preguntan, "¿Cómo me siento?" la respuesta sería muy obvia.

Me siento vacío. Cada día, estas cuatro paredes que conformaron mi hogar, siento que me aplastan.

Me he imaginado un millón de veces cruzándome en el camino de mi hermano, y aún no sé cómo sería mi reacción al verlo. Tal vez, no me aguantaría las ganas de romperle la cara de nuevo, o aprovecharía para preguntarle, "¿Qué fue eso tan grave que sucedió entre él y mamá para que su vida apagara?" O simplemente guardaría silencio y le daría un abrazo, que me permitiera no sentirme tan solo.

Suspiro profundo mientras actualizo el sistema, y cierro sesión de la computadora de papá, dando por terminado mi relato.  Estas son mis memorias, por lo menos hasta mis veinticinco años recién cumplidos.  Esta es la última prueba para dar por finalizada la última fase del proyecto de mi viejo.  El creo un código oculto que guardara los recuerdos que el cerebro con el paso de los años empieza a olvidar.

—¡Está hecho papá! Tu sueño está avanzando.  —Hablo solo, imaginándolo a mi lado, en este ático dónde está cada parte de su ser ilusionado. 

Cierro mis ojos en busca de percibir los pasos de su esposa, quien cada tarde irrumpía en este lugar con una taza de té, era una excusa para pedirle discretamente a su marido que frenará sus asuntos, porque ella lo extrañaba. Esa taza de té, era una forma de comunicación que le garantizaba que, a partir de ese momento, la atención del hombre que amaba estaría centrada solo en ella.

Me asomo por la ventana que me da vista al jardín que ya no tiene flores, todas se marchitaron con el paso del tiempo, por la ausencia de su dueña. Lo que no se desvanece nunca, es el eco de las risas de dos pequeños niños y su madre disfrutando de sus juegos.

Aún puedo ver aquel pequeño loco e intrépido aventurero, con las rodillas malogradas intentando huir del perro.  Con el tiempo descubrir que ese animal era la esencia de esa historia de amor inocente. porque si ese Impedimento que amenazaba mi vida, no hubiese estado ahí, lo más probable es que, mis ganas de volarme al patio ajeno, tampoco hubieran existido. Sencillamente porque huir de ese peligro, le agregaba el factor riesgo que me motivaba a cometer a diario, dicha travesura.

—¡Te extraño mamá!  Daría todo por ver tus ojos color ternura, por lo menos, una vez más.  —Con este pensamiento impregnado de nostalgia, salgo de casa en busca de un poco de distracción.

Esta es mi historia, una que, sin duda, queda a medias, porque con tan corta edad no puedo dar todo por terminado y estoy seguro que me falta un camino largo que recorrer. ¿Qué viene? No lo sé. ¿Estoy preparado para lo que se avecina en mi vida? Tampoco lo sé.  En realidad, pienso que nunca nadie, puede estar preparado para lo que es incierto.



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En el texto hay: traicion, secretos, amor

Editado: 24.06.2023

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