En la habitación de aquel horrible motel los gemidos no se dejan de escuchar.
El chico después de darle los "mejores" cinco minutos de placer a ella, hace la pregunta que tanto había esperado.
Siempre pensó que los rumores que se corrían sobre ella en el Instituto eran una mentira, pero acababa de comprobarlos. No solo era magnífica en el sexo, si no que como todos habían dicho, no le había dado un solo beso.
–¿No me gane ni un solo beso o que?– Preguntó con cierta burla y curiosidad el chico.
– Yo no beso Jimy. Deberías de saberlo. Es el rumor que más se escucha de mí en los pasillos del Instituto. – Respondió la chica mientras se colocaba su camisa un poco decepcionada.
>> Para tan decepcionantes cinco minutos, mejor me hubiera quedado a ayudarle a limpiar la casa a mamá. >> Pensó la chica.
– Si, bueno, pensé que era mentira, como muchos de los rumores que se cuentan de ti.
A ella le sorprendió un poco que él no creyera todos los rumores que decían de ella.
–¿No crees lo que se cuenta sobre mí?– Preguntó sorprendida y el chico nego. –¿Ni siquiera lo de que tengo un Suggar Daddy?
Esa última pregunta hizo que el chico soltara una gran carcajada, haciendo que ella esbozara una pequeña sonrisa.
– De todo lo que se cuenta sobre ti, eso es lo que menos creo. Osea si, has tenido sexo con casi todos los chicos del Instituto – Eso lo había dicho como un simple comentario, sin ningún tilde de reproche. –, pero se que lo haces por el simple hecho que nosotros los hombres lo hacemos; para satisfacer tus necesidades. No creo que te quieras andar acostando con un viejo rabo verde por cosas, o por dinero. Si llegaras a hacerlo, estoy seguro de que lo harías por simple placer, y no por otros motivos.
Las palabras de Jimy la sorprendieron en sobre manera. Todos los que tuvieron sexo con ella, siempre que terminaban le decían cosas como: Bueno, supongo que no se repetirá. No queremos que tu viejito se enoje. Lo que dejaba en claro que sí creían el rumor acerca del suggar Daddy.
–¿Sabías que eres muy lindo Jimy?– Le dijo Carla con cierta ternura en su voz.
– Lo sé. Pero ahora, ¿En serio no me darás ni un beso? – Le volvió a preguntar esperanzado.
Ella suspiro y con una sonrisita se le acerco y le dijo:
– Esta bien, pero solo un beso – Y unio sus labios.