Soltar Tu Mano

[ PRÓLOGO ]

«Una tragedia y un golpe de fortuna marcarán irremediablemente la vida de una joven, cuyo destino se cruzará con el del apuesto y consentido heredero de una opulenta familia.»

«Luna, una estudiante de cocina en Italia quien quiere ser una chef profesional, conoce a Matteo, nieto de Mónica de Balsano, la cual es una de las mejores cocineras de Italia y Argentina. Ambos se conocen en el avión de camino a Buenos Aires, que conlleva a un error.

Matteo, quien fue expulsado de una de las mejores universidades italianas, vuelve a Buenos Aires para luchar por elegir su propio destino; este, a su vez, será testigo de la tragedia que sufrirá Luna, a causa de un incendio que provocará el fallecimiento de la persona más importante para ella: su padre.

La vida de Luna cambiará al querer proteger a su hermano de las manos de su madrastra, quien le soltará la mano en el peor momento de su vida. ¿Será capaz Matteo de sacarla de su desgracia? ¿Podrá Luna soportar el gran peso que carga sobre sus hombros? ¿Tomar la mano de Matteo la salvará, o la hundirá aún más?»

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La chica caminaba junto con su hermano pequeño y una maleta, hacia el final de la gran azotea. Ambos estaban tristes, desolados, destrozados... Rotos. Sobre todo la mayor de los dos, Luna.

El pequeño de diez años no paraba de mirar a su alrededor, sentía algo extraño, sin embargo, no se dignó a decir nada.

Cuando llegaron a la baranda de la enorme azotea, la chica se apoyó en ella, mirando a la ciudad con lágrimas cayendo de sus mejillas. Luego, bajó su mirada al suelo, de catorce pisos de distancia. Mientras tanto, Benjamín miraba maravillado la ciudad iluminada.

Luna soltó la mochila que estaba recargada a sus hombros y la dejó caer en el suelo. Luego, una gran seguridad se apoderó de ella y, lentamente, se subió a la baranda sin despegar la vista del suelo. Pasó su mirada a su hermano, ella no quería que él viviese una mala vida, al menos, sin haber intentado cambiar su destino.

—Benja, vamos a jugar un juego, ¿vale? —Le dijo a su hermano, agachándose—. ¿Quieres volar como Peter Pan?

Le agarró la mano con fuerza y lo ayudó a subir hasta la baranda. No lo soltó ni un segundo, hasta que el pequeño logró tener el equilibrio suficiente como para mantenerse en pie.

Con lágrimas en los ojos, volvió a mirar al frente.

—Benjamín volará como Peter Pan. —sonrió el chiquillo.

—Sí, Benjamín y Luna serán como Peter Pan y Campanilla. —asintió sollozando—. Abre los brazos. —intentando no llorar más, ambos dieron un paso al frente y con la cabeza bien alta.

—¿Vamos a volar hasta las nubes? —preguntó Benjamín inocentemente.

—Sí, hasta las nubes. —volvió a derramar lágrimas, abriendo los brazos—. Vamos a irnos con papá, Benja.




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