—¿Por qué estás llorando? —preguntó la señora Torres e ingresó al cuarto.
Su hija se levantó de la cama, se limpió las lágrimas con un gesto brusco y agarró la computadora para seguir trabajando.
—Nada importante —respondió tecleando apurada.
Le iba a dar a Black el mejor informe de su vida, aun cuando no sabía si estaba haciendo las cosas bien. Nunca había profundizado en el mundo del maquillaje, aun así, no le importaba e iba a usar todo lo que había escuchado en la presentación de Giovanni a su favor.
Su madre se sentó en una punta de la cama y le miró con congoja. Esperó largo rato a que Micaela la mirara, pero la jovencita tecleaba y tecleaba. De vez en cuando se detenía, pero lo hacía solo para revisar los productos que llevaba en la bolsa de regalo.
Estaba muy concentrada.
Todos los productos que tenía a su favor eran muestras de esa nueva línea que aun ni siquiera salía al mercado. Productos exclusivos que muchas chiquillas se morirían por tener en sus manos.
—Micaela… —llamó su madre.
Solo allí la joven supo que tenía compañía y, no obstante, para ella era muy irrespetuoso dejar a su madre en el olvido, le quedaban apenas quince minutos antes de que se cumpliera el tiempo estipulado para enviar el informe.
—Mamá, no puedo hablar ahora —susurró la joven y la miró de reojo—. Tengo que enviar un informe y…
—Está bien —respondió su progenitora con calma y mucha comprensión y se puso de pie para partir, pero antes se acercó para acariciarle el cabello ondulado que llevaba disimulado en trenzas apretadas. Lo escondía y, claramente, se avergonzaba de tener ese pelo tan salvaje—. No me gusta verte llorar, eso es todo, hija —le dijo y Micaela sintió su caricia y la miró a la cara.
—No pasa nada, mamá —le respondió ella—. Todo está bien… —mintió.
Las palabras de Black le habían dolido profundamente, aun así, no iba a permitir que comentarios superficiales la dañaran.
La señora Torres se marchó, pero mantuvo siempre ese mal presentimiento respecto al nuevo jefe de su hija.
Sabía que no era algo bueno.
Esa noche, cuando Alexander regresó a casa, después de una larga jornada, se encontró con su ropa limpia, la que había enviado a la lavandería y supo que Torres había hecho algo bien.
Como siempre, Joshua le acompañaba y, tras servirse unas copas de vino, continuaron con el trabajo pendiente del día.
Los hombres buscaron un lugar en la amplia sala de Le Mayer para trabajar. Encendieron el estéreo para relajar el ambiente y se quitaron los zapatos y las chaquetas elegantes.
Alex revisó el informe de Micaela y, aunque le desagradó su falta de conocimiento para con la marca que representaban, le gustó cómo se expresaba de los productos. Sin duda, su punto de vista como novata le resultaba bastante seductor.
Sintió mucha curiosidad por ella y, como todo hombre haría, la buscó en Facelook, pero no encontró nada sobre ella.
Como no le gustaba quedarse con la curiosidad, quiso ir más allá.
—¿Ya te enviaron las imágenes de Micaela Torres en el evento de Giovanni? —preguntó Alex conforme disimulaba que escribía un correo.
No quería verse muy interesado, mucho menos en una simple asistente, aunque en el fondo y por mucho que disimulara, lo estaba.
Los encargados del evento de Giovanni iban a enviarle las grabaciones de las cámaras de seguridad donde quedaría en evidencia el escándalo en el que Micaela Torres se había visto envuelta, y él ya se moría de ganas por verlas y conocer, de una vez por todas, a esa misteriosa chica que tanto le intrigaba.
—Revisaré ahora —respondió Joshua y accedió a su correo.
Encontró el correo de los organizadores del evento y registró las imágenes con tranquilidad. Se llevó una sorpresa cuando terminó de comprobar quién era verdaderamente Micaela Torres y supo que podría usar aquello a su favor.
Miró a Alex con pavor, pero escondió la verdad. Guardó los archivos en su nube privada y eliminó el correo para que Alex jamás sospechara.
—No, no han enviado nada —mintió para favorecerse y sonrió—. De seguro lo olvidaron… cuanta chiquilla que se muere por entrar a un evento de Giovanni, imagínate todos los escándalos que deben tolerar a diario —dijo riéndose. Alex le miró de reojo y se rio también—. Si me envían algo, te lo hago saber —agregó para tranquilizarlo.
Continuaron trabajando un largo rato, sin embargo, Joshua jamás dejó de pensar en la situación con la nueva asistente del director.
Sabía que, en cuanto Alex descubriera de qué color era su piel, iba a ponerla de patitas fuera de la agencia, pero él no podía permitírselo, porque esa era su oportunidad para hacer explotar las denuncias de discriminación laboral que tenía en su contra y sacarlo de una buena vez por todas del mando de las Agencias Black.
Al otro día, Alex llamó a Micaela a primera hora de la mañana. Lo hizo desde el gimnasio que visitaba todas las mañanas y le habló sobre las debilidades de su informe.
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Editado: 17.06.2022