La presión se había vuelto insoportable. La pérdida de su trabajo, la constante atención mediática y la incertidumbre sobre el destino de Lucas sumergieron a Ethan en una espiral descendente de desesperación y paranoia. Cada día, la sensación de ser observado y perseguido se intensificaba, desgarrando los últimos vestigios de su fortaleza mental.
Ethan comenzó a evitar salir de su apartamento, temeroso de los rostros desconocidos que podrían pertenecer a Lucian. En su mente, cada joven de cabello negro que se cruzaba con él en la calle tenía la misma sonrisa burlona y los ojos fríos de su acosador. La paranoia se enroscaba en su mente como una serpiente, apretando cada vez más fuerte.
Una tarde gris, mientras la lluvia comenzaba a caer suavemente sobre la ciudad, Ethan caminaba por una calle concurrida, tratando de mantener la calma. Pero su corazón latía con fuerza, y las sombras parecían moverse a su alrededor. De repente, vio a un joven de cabello oscuro que se le acercaba, y en su rostro, Ethan vio la cara de Lucian, riéndose de él.
El pánico lo invadió. Sin pensarlo, Ethan dio media vuelta y corrió de regreso a su apartamento, su refugio ahora convertido en una prisión. Cerró la puerta de golpe y se apoyó contra ella, respirando con dificultad. Sentía que las paredes se cerraban sobre él, que el aire se volvía más espeso y difícil de respirar.
Esa noche, mientras las primeras señales de una tormenta se manifestaban en el cielo, Ethan colapsó emocionalmente. Se dejó caer al suelo de su sala de estar, con la cabeza entre las manos, y comenzó a llorar desconsoladamente. Las lágrimas caían como la lluvia que empezaba a golpear las ventanas, cada gota un reflejo de su desolación y desesperanza.
- No puedo más - murmuró entre sollozos - No puedo seguir viviendo así.
La tormenta en el exterior se intensificó, con relámpagos iluminando brevemente la oscuridad de la noche, y truenos que resonaban como los latidos de un corazón roto. Ethan sintió que el clima reflejaba su propia tormenta interna, cada trueno un eco de su dolor y cada relámpago una chispa de su mente desmoronándose.
Decidido a protegerse del mundo exterior, Ethan tomó una decisión drástica. Se levantó con dificultad y comenzó a cerrar todas las ventanas de su apartamento, bajando las persianas y asegurándolas con cinta adhesiva. Cada golpe del martillo en las persianas era un golpe en su alma, sellando su aislamiento del mundo.
A la puerta principal la selló con cinta plateada, cada tira un símbolo de su desesperada necesidad de seguridad. Desconectó la televisión, la radio y su teléfono fijo, buscando un silencio total y absoluto. La oscuridad y el silencio eran ahora sus únicos compañeros, un refugio sombrío de sus propios miedos.
El apartamento de Ethan se convirtió en una cueva oscura y silenciosa, un reflejo de su alma herida. Las sombras se alargaban en las esquinas, y el silencio era roto solo por el sonido de la tormenta que rugía fuera. Ethan se sentó en el suelo de su sala de estar, abrazándose a sí mismo mientras el miedo y la desesperación lo consumían.
Estoy solo, pensaba, con el sonido del viento y la lluvia como únicos testigos de su dolor. Nadie puede ayudarme. Tomás se ha ido. Lucas está muerto, y Lucian ha ganado.
Cada trueno que resonaba parecía una risa burlona de Lucian, y cada relámpago un destello de la cara de su acosador. La paranoia se había apoderado completamente de su mente, y Ethan ya no sabía distinguir entre la realidad y sus propios miedos.
En su encierro, Ethan sentía que el mundo se había reducido a las cuatro paredes de su apartamento. La soledad y el silencio eran abrumadores, cada momento una lucha contra sus propios demonios. Sentía que se estaba desvaneciendo, que su identidad y su voluntad estaban siendo absorbidas por la oscuridad que lo rodeaba.
¿Es esto lo que Lucian quería lograr en mí? pensaba, con los ojos cerrados y el cuerpo temblando. ¿Quería destruirme hasta que no quedara nada de mí?
El clima tormentoso reflejaba su propio estado emocional. La lluvia que golpeaba las ventanas era como las lágrimas que no dejaban de caer de sus ojos, y el viento que aullaba fuera era como los gritos de desesperación que resonaban en su mente. Sentía que estaba siendo arrastrado por una corriente oscura y fría, sin saber si algún día podría volver a ver la luz.
Ethan se dejó caer en el suelo de su sala de estar, su cuerpo agotado y su mente quebrada. La tormenta fuera continuaba rugiendo, y el apartamento se había convertido en un santuario de desesperación y miedo. En la oscuridad, Ethan solo podía aferrarse a un hilo de esperanza, el deseo de que algún día esta pesadilla terminaría.
Mientras la noche avanzaba y la tormenta continuaba, Ethan se quedó en su encierro, un prisionero de su propio miedo y paranoia. La lucha contra Lucian no había terminado, pero en ese momento, la oscuridad parecía haber ganado.
La batalla por su alma continuaba, y Ethan sabía que necesitaría toda la fuerza que le quedaba para enfrentarse a la tormenta interior que lo consumía por dentro.