Capítulo 23

Rodrigo se había encargado meticulosamente de todos los preparativos para el viaje. Durante días organizó los detalles, asegurándose de que todo estuviera listo para esta nueva aventura que estaba a punto de comenzar. Elizabeth observaba con admiración cómo él se ocupaba de cada detalle, desde los pasaportes hasta los arreglos de viaje, y no pudo evitar sentirse agradecida por su dedicación y esfuerzo.

Finalmente, el día esperado llegó. Rodrigo, Elizabeth y Dieguito estaban listos y esperando en la casa de los padres de ella. El ambiente estaba cargado de emoción y expectativa mientras aguardaban la llegada del helicóptero que los llevaría al aeropuerto.

El sonido distante de las palas del helicóptero resonó en el aire, anunciando su llegada. Dieguito saltaba de emoción, sus ojos brillaban con la anticipación de su primer vuelo en helicóptero. Elizabeth sonreía con ternura, viendo la felicidad de su hijo.

Cuando el helicóptero aterrizó suavemente en el jardín delantero, Dieguito no pudo contener su emoción y corrió hacia la aeronave, seguido de cerca por Rodrigo y Elizabeth. Se subieron con entusiasmo y pronto estaban en el aire, volando hacia el aeropuerto donde su avión privado los esperaba.

Desde la ventanilla, Dieguito observaba maravillado cómo el paisaje se alejaba y se transformaba bajo ellos. Elizabeth miraba a su hijo con una mezcla de orgullo y alegría, disfrutando de este momento especial que estaban compartiendo juntos como familia.

Finalmente, llegaron al aeropuerto y se dirigieron hacia su avión privado. El interior era lujoso y cómodo, y Dieguito no dejaba de explorar cada rincón con asombro. Elizabeth se acomodó junto a él, sintiéndose emocionada por lo que estaba por venir.

El despegue fue suave y pronto estaban en el aire, rumbo a Nebraska. Para Dieguito, cada minuto del vuelo era una aventura emocionante, mientras que Elizabeth, aunque nerviosa por lo desconocido, se sentía reconfortada por la presencia de Rodrigo y la felicidad palpable de su hijo.

Mientras el avión se elevaba hacia el cielo azul, Rodrigo miró a Elizabeth con una sonrisa tranquilizadora. Sabía que este viaje significaba mucho para todos ellos, una oportunidad para empezar de nuevo y construir un futuro juntos.

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Al llegar, miraban todos maravillados. "No puedo creer lo hermoso que es esta ciudad," exclamó Elizabeth, con los ojos brillantes de asombro.

"Así es," respondió Rodrigo con una sonrisa. "Después vamos a dar una vuelta por la ciudad. Ahora vamos a la casa para que la conozcan y puedan descansar."

El viaje desde el aeropuerto hasta la casa en Nebraska fue una mezcla de asombro y expectativa. Dieguito no paraba de hacer preguntas sobre los edificios altos y las calles llenas de vida. Elizabeth observaba el paisaje con una sensación de renovación, sintiéndose agradecida por la oportunidad de explorar un nuevo lugar junto a su hijo y Rodrigo.

Al llegar a la casa, fueron recibidos por un ambiente acogedor y familiar. Rodrigo les mostró cada rincón, asegurándose de que se sintieran cómodos y bienvenidos. Dieguito exploraba emocionado su nueva habitación, mientras Elizabeth y Rodrigo compartían una mirada llena de complicidad y esperanza por lo que este nuevo capítulo les depararía.

Después de instalarse y descansar un poco, salieron a dar un paseo por la ciudad. Rodrigo los guió por las calles animadas y les mostró algunos lugares especiales. Elizabeth admiraba la arquitectura y la cultura del lugar, mientras Dieguito seguía maravillado con todo lo que veía a su alrededor.

El día concluyó con una cena tranquila en un restaurante local, donde compartieron risas y sueños para el futuro. Mientras observaba a Dieguito interactuar felizmente con Rodrigo, Elizabeth supo que, aunque el camino no sería fácil, habían tomado la decisión correcta al embarcarse juntos en esta nueva aventura.

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El tiempo pasó rápidamente en Nebraska. Rodrigo y Elizabeth se acercaron más mientras exploraban la ciudad juntos, compartiendo momentos especiales con Dieguito y disfrutando de la vida cotidiana en su nuevo entorno. A medida que los días se convertían en semanas, su relación se fortaleció, pero ninguno de los dos se había atrevido a confesar sus verdaderos sentimientos.

Rodrigo disfrutaba cada momento que pasaba con Elizabeth y Dieguito, sintiéndose cada vez más conectado con ellos. La forma en que Elizabeth cuidaba de su hijo, su fortaleza y su ternura, despertaban en él emociones profundas que había enterrado durante mucho tiempo. Sin embargo, el temor al pasado y la incertidumbre sobre el futuro le impedían abrir su corazón por completo.

Elizabeth, por su parte, se encontraba en una encrucijada emocional. Admiraba a Rodrigo por su dedicación a su hijo y la manera en que se esforzaba por hacer que cada día fuera especial para ellos. Había momentos en los que sentía la necesidad de expresar lo que realmente sentía, pero el miedo al rechazo y a revivir antiguas heridas la mantenía reservada.

Una tarde, mientras paseaban por un parque tranquilo cerca de su casa, Elizabeth miró a Rodrigo con una mezcla de cariño y anhelo. "Rodrigo, ¿te sientes bien aquí en Nebraska?," preguntó, rompiendo el silencio cómodo que había entre ellos.

Él asintió, mirando al horizonte con una expresión reflexiva. "Sí, me siento bien aquí. Es diferente a todo lo que conocía antes, pero me gusta." Sus ojos se encontraron con los de Elizabeth, y por un instante, ambos sintieron la intensidad de la conexión que compartían.

Dieguito, que jugaba cerca, interrumpió el momento con su risa contagiosa. "¡Miren, mamá, papá! ¡Miren lo que encontré!" exclamó, mostrándoles una pequeña flor que había recogido del suelo.

Rodrigo y Elizabeth se miraron, sonriendo ante la inocencia y la alegría de su hijo. Guardaron sus emociones por el momento, disfrutando de la tarde juntos en el parque.