El cuerpo de Callen se encontraba completamente paralizado, mientras que una expresión de horror invadía su rostro.
—¿Por qué puedo verlo?— y su respiración comenzó a agitarse.
Llevo la mirada hacia la habitación del pequeño, quien se encontraba observando la escena desde la puerta entreabierta.
Cuando el pequeño pudo reaccionar, rápidamente cerró la puerta y todo alrededor de Callen se oscureció para seguidamente reaparecer en la habitación del pequeño Callen.
Cayó de rodillas hacia el suelo y de pronto sintió un mareo irrumpiendo por todo su cuerpo.
Se agazapó hacia la acera para seguidamente apoyar ambas manos para poder sostener el peso de su cuerpo.
Una respiración agitada lo irrumpió y con dificultad intento moverse para buscar el origen de la respiración, pero no había nada alrededor de la habitación hasta que llevo la mirada hacia debajo de la litera.
Observó a un conmocionado Ailan sosteniendo entre sus manos, el oso de peluche que le había regalo su madre por su cumpleaños, hasta qué tiempo después, sus ojos se cerraron por completo.
No sabía cuanto tiempo había pasado, pero el pequeño abrió los ojos y salió de abajo de la litera para seguidamente salir de la habitación y caminar hasta la cocina.
—¿Mama?— llamó el pequeño al observar a su madre de espaldas frente a la encimera de la cocina con un vestido rojo como atuendo— ¿Mama?— llamó nuevamente.
Pero el pequeño no recibió respuesta alguna, por lo que giró la mirada hacia su padre, quien se encontraba sentado en el sillón observando la televisión.
—¿Qué ocurre con mama?— preguntó Ailan hacia su padre.
El hombre suspiró con molestia.
—No se siente bien, es todo— respondió desinteresado.
Pero sabía que algo más estaba ocurriendo.
Sobre la mesa del living, el niño observo el teléfono de Millana y haciendo el menor sonido posible, caminó hasta allí para tomarlo entre sus manos.
Volvió sobre sus pisos hasta su habitación para seguidamente esconderse bajo su litera y encender el teléfono.
"—Si alguna vez sientes mucho miedo, solo debes marcar tres números en un teléfono y presionar el icono de llamada, ¿de acuerdo?"
Oyó el eco de una voz familiar, la voz de la señora Bailen.
El niño presionó los tres dígitos en el teléfono y rápidamente fue atendido por una operadora.
—Novecientos once, ¿cuál es su emergencia?— se oye del otro lado del teléfono.
Pero el niño no emite respuesta alguna.
—¿Hay alguien del otro lado?
Y el niño tomar valor para poder decir algo.
—Mi mamá— es lo que primero que dice en un susurro.
—¿Tu madre?, ¿cuál es tu nombre, pequeño?
—Callen— respondió con la voz temblorosa.
—Callen, que bonito nombre, ¿cuántos años tienes?
—Tengo diez años.
—Bien, Callen. ¿Puedes decirme lo que está ocurriendo?
—La señora Bailen dijo que llamara cuando sintiera mucho miedo.
—¿Sientes mucho miedo en estos momentos?
—Si.
—¿Por qué sientes miedo, Callen?, si me lo dices prometo que te ayudaremos.
Callen observó de reojo la puerta para asegurarse de que su padre no ingresara por allí.
—Mi madre, algo pasa con ella. No se mueve por más que la llame.
—¿Dónde está tu madre en estos momentos?
—En el living.
—¿Hay alguien más contigo?
—Mi padre, creo que él le hizo algo.
—¿Dónde te encuentras en estos momentos, Callen?
—Debajo de mi litera, escondido.
—Escúchame, Callen, vamos a jugar un juego, ¿de acuerdo?
—De acuerdo— respondió el niño mientras sus manos temblaban.
—Debes quedarte escondido debajo de la litera para que nadie pueda encontrarte o perderás. Solo debes quedarte allí hasta que mis compañeros lleguen, ¿qué dices?, ¿quieres jugar?
—¿Y si me encuentra?
—No pienses en eso, pronto mis compañeros llegarán.
—Bien, me quedaré aquí.
—Eres muy valiente, Callen.
De pronto, el sonido de la puerta de entrada lo asustó y la llamada finalizó para aferrarse aún más al peluche.
—¿Dónde está Millana, Cam?— interrogó otra voz familiar a la distancia.
Esta vez, era la voz de la señora Dolz.
No se oyó una respuesta a cambio hasta que volvió a oírse la voz de la señora Dolz.
—¿Dónde está el pequeño, Cam?
—Yo tampoco lo sé— respondió el hombre.
—¿Puedo ir a verlo?
Y nuevamente no hubo respuesta de su parte.
Unos pasos fueron acercándose hasta la habitación del pequeño hasta que la puerta se abrió.
—¿Callen?— se oyó a la señora Dolz— Soy la señora Dolz, ¿estás aquí, pequeño?
—¿Señora Dolz?— repitió el pequeño.
Y la señora miro por debajo de la litera y observo al pequeño aferrándose tanto al peluche como al teléfono de Millana.
—Ven conmigo, pequeño.
—La señora del teléfono dijo que me quedara esperando aquí abajo.
—¿La señora del teléfono?
El niño extendió el teléfono hasta la señora Dolz y el número de la policía se encontraba como última llamada realizada.
—Podemos esperar por ellos afuera, ¿de acuerdo?, está bien, la señora del teléfono no va a enojarse.
Callen asintió y lentamente salió de abajo de la litera para seguidamente salir de la habitación mientras la señora Dolz cubría sus ojos para no ver a ninguno de sus dos padres.
Para cuando ambos salieron de la vivienda, la policía había arribado al lugar.
Callen observó a Ailan con gran pena.
—No sabía que lo habías visto todo y realmente lo siento.
Ailan giró la mirada y la llevó hasta Callen.
—Para eso fui creado— escuchó la voz del pequeño merodeando por su mente.
Y recordó lo que había dicho en el pasillo.
—Tomo el miedo ajeno y lo convierto en propio, así que también siento miedo.
—¿Por qué haces eso?
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Editado: 21.08.2022