Estoy aquí, viendo a unos cuántos discutiendo por el lugar que ocuparán antes del examen. Otros tienen las manos sobre la cabeza; leen una y otra vez palabras que olvidarán al cabo de una hora.
Caen en cuenta de la magnitud de todo, de la importancia de un número. De esto depende su futuro.
Y es que no somos conscientes de la presión social a la que estamos sometidos, del falso título que portan aquellos en la coronilla el uno y un cero a su lado; o del miserable seis que posa en la cabeza de otros.
Sin contar a los que no reparan en un número, los únicos que saben su verdadero valor. Los que conocen su capacidad y hasta dónde pueden llegar.
¿Y cómo olvidar a los que posan un diez prestado? A costa de acordeones y teléfonos.
De aquí saldrán ingenieros y abogados, o doctores y arquitectos, escritores y maestros. Pero de todo corazón, espero que salgan admiradores de la vida, personas inteligentes que saben su verdadero valor y lo importantes que son.