Capítulo 1 || Seven

La vi ahí sentada en la mesa del restaurante, pensé que me había seguido, que había vuelto trayendo consigo todo lo que ocasionaba su mera presencia, hasta que me di cuenta de que John me arrastraba a su misma mesa. ¿Qué narices? ¿Cómo había terminado yo así? John no se dio cuenta de mi expresión de horror, él no era su padre, ese hombre sí que se habría dado cuenta, lo habría visto incluso antes que yo, Blue también lo sabía, me habría marchado en ese mismo instante, cuando todos los recuerdos se agolparon en mi mente no dejándome pensar en otra cosa, había asumido que aquellos sentimientos que provocaban todas esas imágenes que ahora mismo revoloteaban jamás desaparecerían, porque no todas las heridas desaparecen, algunas, queramos o no, dejan cicatriz, incluso di una casi imperceptible paso hacia atrás, hasta que volví al presente, no iba a hacerlo, ya no huía de los problemas, solo estaba ahí haciéndole una favor a un amigo enamorado. Aunque eso no significaba que mi necesidad de hablar con Alexandre no estuviera ahí, presente cual corazón latente. 

Al rato de que nos sentáramos y sumiéramos en un silencio incómodo John se marchó al baño. Estaba ocurriendo exactamente lo que rezaba porque no ocurriera, Vaya, iba a ser una noche jodida, sin lugar a dudas. Blue me miró, en realidad miraba al móvil, pero alternaba la mirada entre mí y esa pantalla hasta que se dignó a hablar. Ojalá nunca hubiera llegado a abrir la boca. 

—¿Entonces estás interesado en mí? —preguntó, como si fuera algo simple, tan habitual como hablar del clima. Los dos sabíamos que recordábamos cada detalle de nuestro pasado en común. No podía fingir conmigo delante y que se hiciera la tonta me llenaba de ira. 

—No te confundas, yo solo le hago un favor a John —aclaré, me resultaba molesto que pudiera siquiera haber imaginado esa posibilidad, la ira y la molestia no eran una buena combinación, cuando ni siquiera había llegado ahí por mi propia iniciativa. 

—¿No estás interesado en... mí? —Volvió a formular la pregunta, como si no hubiera entendido la respuesta. ¿Acaso era idiota? No, mejor reformular la pregunta: ¿Acaso era tan idiota? 

—No —dije tajante. 

—¿Y qué haces aquí? 

¿Seguía siendo tan egocéntrica? Era totalmente incapaz de imaginar una opción que no fuera ella misma, como si en su cerebro solo cupiera ella y la única forma de entrar en su mente fuera pensando solo en ella. No había cambiado nada más que un par de centímetros más, que estaba completamente seguro de que en realidad eran inexistentes, el pelo más corto y la sonrisa más pesada, pero siempre sería lo que fue, por mucho que solo yo viera la falsedad dibujada entre sus labios. 

—Te lo he dicho, le hago un favor a John, que se gusta de ella. —repetí, cansado de escuchar su voz. Ya estaba hastiado. 

—Vaya —habló con un deje de tristeza y por un momento todo volvió a ser igual, yo tenía dieciséis y ella también, nuestra historia podría haber vuelto a comenzar en ese momento, pero no lo haría, porque ahora teníamos veintiocho y ya no estábamos en el instituto. 

—¿Qué? ¿Pensabas volver a dejar ver la luz a tu lado obsesionado conmigo?

—¿Siempre me lo recordarás?

—Siempre que con cambies.

—¿Entonces por qué sigues recordándomelo?

—Muy lista —respondí con desprecio—, no has cambiado, sigues siendo una egocéntrica narcisista. No cambias, tu vida es solo tú.

—Pues lárgate ahora mismo para no aguantar a esta egocéntrica narcisista.

—Te diré exactamente qué haremos, fingiremos no odiarnos, solo por esta cena, y después cada cual seguirá su camino, ¿vale, chica popular?

Aquel “popular” hacía referencia a muchas cosas. Lo que ella creía ser, lo que yo sabía que era y lo más importante, su juego. 

—Okay. ¿Y sabes? Eres tú el que no ha cambiado absolutamente nada, porque al contraria que tú a mí, yo no te odio, no tengo motivos. 

—Cíñete al papel, y no intentes utilizar la labia para hacerme cambiar de opinión. —Me agaché para estar a su misma altura— Conozco todos y cada uno de tus trucos.

—Conocerlos es fácil, porque ya no tengo.

Casi sentí el impulso de soltar una carcajada. 

—Mientes, sigues creyendo que voy a jugar a tu juego. Pero eso no ocurrirá, nunca. Ya no tenemos dieciséis años, no tienes trapos sucios que usar, porque estoy limpio.

—¿Limpio? ¿Estás limpio? ¿Completamente? ¿Al cien... por cien? —preguntó incrédula. Me comenzaría a doler la cabeza si debía seguir recordando todo aquello, me había casi perdonado a mi mismo por estar apunto de matarme. ¿Debía llegar ahora y levantar el polvo?  Su presencia hacía que en mi mente se abriera una habitación que siempre guardaba bajo llave y ella tenía todas las formas de entrar. 

Ella y yo.

Había dicho aquello por accidente, sin pensarlo. El paso del tiempo me había oxidado en sus estúpidos juegos. Porque había reglas, no las del juego, si no las que eran necesarias para salir fuera de él. Recordaba haberlas apuntado en una libreta cuando era más jóven. 

—¿A la chica popular le molesta quedarse sin recursos?

—A la chica que fue la chica popular le alegra saber que al chico que era el chico malo le va bien.

—Reserva esa labia para quien te crea.

—¿Debo esperar a que me creas, entonces?

—Limítate a fingir que nos llevamos bien por esta noche.

—Sí, sí, claro. Mira, ya viene tu amigo.

Me giré, efectivamente, ahí estaba John, con su sonrisa brillante, caminando hacia nosotros. Mientras él estuviera en la mesa las cosas no podían salir mal.

Un rato después apareció Noah, la cita de John, la chica por la que mi amigo iba a deberme la vida. Llegó un camarero vestido con traje para pedirnos las bebidas. Una gaseosa, lo mismo que pidió John y lo mismo que pidió Blue. Sabía por qué lo pedía John, no me importaban los motivos de ella. Estuve tranquilo hasta que le tocó a la rubia, Noah, pidió vino. No era ningún ex-alcohólico al que no pudieras ponerle una bebida alcohólica delante, pero esa sustancia me incomodaba y no me traía recuerdos agradables. Algo que John sabía. Pero estaba bien.