Soy la jodida villana

Extras parte 1: Perspectiva [Nagoya Izaki]

Extras parte 1: Perspectiva [Nagoya Izaki]

Izaki

Mi nombre es Nagoya Izaki, desde que tengo memoria me ha gustado experimentar emociones fuertes, sentir la adrenalina en mí cuerpo las veinticuatro horas del día…

 Pero mí alocado amor por las emociones fuertes, me han llevado por caminos que a muchos temerarios les haría temblar las carnes.

Como por ejemplo la primera vez que conocí esa emoción correr por mis venas…

A los diez años me lance desde el segundo piso de mi casa.

Me internaron en un hospital privado comiendo porquería (papillas) durante cinco meses. Mis padres creyeron que moriría.

Pero yo, yo estaba satisfecho, pasar un mes internado valió la emoción de sentir mi cuerpo impactar contra el pavimento.

Y la inolvidable sensación de volar por los aires… nunca podría olvidarlo.

A los dieciséis hice paracaídas. El deporte de riesgo más peligroso… pero no sentí lo mismo que mi primera caída del segundo pido. Así que lo deje. Volar con cuerdas y un casco no daba la misma sensación de caer desde lo alto sin tanto peso en mi cuerpo…

Después encontré un deporte de riesgo que se adecuo a mis necesidades.

Parkour, que para los que no sepan que es… les diría que es saltar y hacer piruetas. Sin embargo, yo los hacía en edificios de más de cincuenta pisos de alto.

Estuve a punto de morir en dos oportunidades. Pero los médicos me salvaron, nuevamente.

Es entonces que entendí que sentir emociones fuertes me había costado mucho.

 En aquel momento mi padre me dijo una frase que jamás pude olvidar…

— Si mueres, es el final… Izaki si mueres será el final.

No habrá una segunda oportunidad. La muerte no perdona y ya había escapado de ella en más de una oportunidad.

Pero, si vivir sin emociones era lo que necesitaba… debía dejarlo. No por mí. Ni por mi familia. Fue porque nació en mí un sentimiento repulsivo.

— Tengo miedo… *susurrar*

Una emoción que jamás había experimentado desde el día que tengo memoria. Y el miedo me consumió… ya no podía hacer lo que amaba, porque el miedo al dolor era más fuerte que la adrenalina que sentía mientras saltaba por los aires… cuando era libre.

El miedo se convirtió en algo que empecé a detestar.

Era una verdadera putada. Vivir en una habitación, sin motivaciones, sin futuro, sin emociones… 

Ni la música, ni la comida, ni los juegos, ni las citas, ni los amigos… nada podía devolverme las emociones que hacían que mi vida tuviera algún maldito sentido.

Fue cuando decidí volver a intentarlo.

Inicie después de mucho tiempo en el Parkour.

Y aunque el miedo no me había dejado… yo no podía seguir siendo alguien vacío.

Desde un edificio de más de sesenta pisos de altura me lance al vacío.

No era un suicidio… a pesar de que estaba profundamente deprimido y sin ganas de vivir, sentía que ya no podía seguir sin mis emociones… era una última sensación lo que buscaba.

— Estar vivo es aburrido. *susurrar*

 Y cuando al fin logre sentir el aire golpear mis mejillas, sentí un escalofrió recorrer mi espina dorsal. Estaba eufórico, sin temores, sin inquietudes, sin ataduras y sin miedo a morir.

Me sentía libre. Libre de la tierra que me atraía, y aunque eventualmente la tierra me llamaba. Y chocaría contra ella para morir… valdría el sacrificio.

Mi alma se sentía cálida, en armonía.

Entonces, antes de chocar contra el pavimento. Un remolino apareció de la nada en el suelo y me adsorbió.

Trayéndome a un mundo mágico.

Lo primero que observé fue el cielo.

Tan gris y rosa. Tan frio y… nuevo.

Un cielo gris.

Después pase las veinticuatro horas más aterradoras de toda mi vida… honestamente la adrenalina que viene con ello no me agrado mucho.

Un poder despertó en mí, algo adverso y pacifico a la vez, una poderosa bruma luminosa me rodeo.  

Aura blanca como la niebla me rodeaba con calidez. Y me hacía sentir poderoso.

En un instante estaba cayendo desde lo alto de un edificio, y al otro me encontraba sentado en medio de un prado verde. Con personas encapuchadas a mí alrededor.

Y después… No sé cómo paso.

Solo sentí mi cuerpo perder el conocimiento sin razón aparente.

En seguida me encontraba en una especie de carreta antigua. Con hombres extranjeros en armaduras rodeándome. Todos ellos con auras agresivas. Me sentí amenazado. Es entonces que una llama se encendió en mí. Necesitaba huir. Casi podía sentir mis instintos despertar de golpe y ponerme a la defensiva…

Y aunque no conocía nada, ni a nadie en este lugar extraño. Supe casi de inmediato que pretendían ordenarme asesinar personas.

La lengua que ellos hablaban era parecida a la mía. Pero en cambio tenían cierto acento desconocido. Con el tiempo me fui acostumbrando a su dialecto.

— Su majestad parece entendernos… (Caballero)

— Me obedecerás… héroe. (Odiel De Verita)

.

.

.

Cuando llegue a una especie de torre, se me ordeno asesinar a criaturas hermosas. Elfos blancos, los habían llamado.

 Parecía que me habían traído con la única intención de utilizarme para pelear una guerra que no me concernía.

Y me obligaron a obedecer mediante un extraño ritual con aquel rey, un control que este ejercía sobre mí con su magia.

Es entonces que una habilidad que jamás había conocido despertó en mí. Y empecé a liberar niebla blanca de mis manos, estas derretían lo que alcanzaba… soldados, elfos, la tierra misma…

[Degeneración adquirida…]

Estuvo a punto de alcanzar al portador del anillo. Un hombre con una cicatriz en el rostro, más tarde me enteraría que se trataba de mi invocador, un rey llamado Odiel Verita.



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En el texto hay: reencarnaciones, aventura epica, antiheroe

Editado: 29.01.2021

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