Camino rumbo a clases, pues desde el lunes en la tarde no había venido y no podía seguir dándome el lujo de faltar. A causa del inconveniente producido por Isaac con su parte animal no estuve presente por dos días para ver al grupo de Douglas. Moría de ganas de llegar y ver cómo todos se voltean para verme. No es por ser vanidoso ni nada por el estilo, ya que fui criado entre flashes y cámaras siendo el centro de atención desde muy temprana edad, ya mucho no me emocionaba, más bien lo detestaba con todo mi ser el no poder tener privacidad, pero hoy sería espectacular, era mí regreso triunfal después de declarar la guerra ganando la primer batalla a mis rivales y por las expresiones de todos los que se me cruzaron en el camino deduje la primera de muchas. Cuando llego dentro del edificio principal lo primero que siento son los brazos de una castaña rodearme y abrazarme con bastante fuerza.
— ¿Estás bien? ¿Ya estás mejor? —Me preguntó mirándome de arriba a abajo preocupada.
—Estoy bien. Después de todo yo no era el enfermo, así que no te preocupes por mí que me encuentro estupendo.
—Si tú estás bien, ¿Quién estaba enfermo? —Cuestionó mientras subía una de sus cejas en una perfecta curva.
—Yo.
Ambos giramos hacia el chico que le había contestado, quién no resultó ser otro que Isaac, parado cruzado de brazos mirándonos a los dos un poco incómodo y con el ceño fruncido. Observé a Celeste con una sonrisa burlona, tenía la boca ligeramente abierta en una “o” causando que quiera reírme de ella.
—Cierra la boca o te entrarán abejas. —Aconsejé con burla, sin poder ocultar mi alegría, por lo que ella rápidamente me obedeció.
— ¿Estabas cuidando de Isaac? Espera. Espera. Alto... ¿Isaac estaba en tu casa? —La que ahora estaba considerado mí mejor amiga (después de Franco, obviamente), me miraba muy incrédula.
—Larga historia. —Respondí sincero, pues era la verdad.
—Tengo todo el día. —Justo cuando terminó de decir eso el timbre de ingreso de clases sonó.
—Tengo todo el día después de clases, suertudo salvado por la campana. Pero en el almuerzo no te salvas.
Amenazó mientras comenzamos a dirigirnos a nuestra primera clase de hoy con Isaac siguiéndonos a pocos pasos pero sin estorbar. Como un guardaespaldas, pensé.
Mi deseo de ser el centro de atención no se cumplió, pues todos giraban sus rostros a vernos, unos descaradamente mientras que otros más sutilmente pero en todos se encontraba la misma expresión: sorpresa y respeto. Podía respirar tranquilo de ahora en adelante pues una gran parte de los estudiantes dejaría de molestar a Esteban y eso, ese solo hecho era por el cual había valido la pena todo.
Ahora, nadie podía enterarse del intercambio. Ya era bastante feo que los padres de Esteban pensaran que él era la pareja de su hijo, imagínense la sorpresa que se llevaran cuando se enteren que soy yo y no mi hermano, será una completa locura para explicar. Cosa de la cual no viene al caso.
Fuimos a sentarnos a nuestros asientos de siempre con mi amiga pero Isaac se adelantó y se sentó en el lugar de Celeste.
— ¿Qué haces? Ese es mí lugar. —Se quejó ella a lo que él le ignoró.
—Pide el lugar antes de ocuparlo. —Le reproché sentándome junto a él.
—Lo siento. —Se disculpó, de verdad se disculpó con Celeste.
—Okey... Esto es extraño para tratar siendo aún muy temprano en la mañana. —Dijo ella levantando la mano y mirándonos a ambos—. Isaac, si te quieres sentar ahí me hubieras pedido y te lo hubiera dado. Y tú Esteban estás actuando raro así que espero que sea muy buena tu explicación.
—No tienes idea.
Dicho eso las clases comenzaron normalmente, solo con una leve variación entre clases que, recién cuando era hora del almuerzo y estaba en la cafetería con Celeste sentados en nuestra mesa de frente me di cuenta.
— ¿Dónde está Douglas? No lo he visto en toda la mañana, ni en clases ni con su grupito.
—No sabes, ¿Verdad? —me dijo mirando a la mesa que su grupito ocupaba regularmente—. Por pelear y desobedecer una orden directa del director frente a todos los estudiantes fue suspendido por una semana.
—Mierda. Y yo que quería ver su cara de humillado. —Reí.
—Por cómo reaccionó ese día, créeme, tendrá esa cara por mucho tiempo.
Isaac que también había llegado con una charola en ese momento logró escuchar lo que dijo mí amiga. Una vez él se sentó ella cambio su postura relajada a una más nerviosa y curiosa.
— ¿Por dónde empezar?... —Dije más para mí que para ella.
—Por el principio. Es obvio.
—Bien. —Miré al lobo que nos miraba un tanto incómodo.
Hoy era el primer día que estábamos juntos después de la charla en la que le impuse una verdad y un deber para luego no esperar más. Gracias a Dios prometió guardar nuestro secreto pero pidió estar más tiempo cerca mío por ese favor lo que a regañadientes acepté. Todo sea para mantener el intercambio de identidad.
—Isaac descubrió que soy su pareja.
Él y ella lograron atragantarse a la vez por lo que ahora ambos estaban tosiendo tratando de que aire llegará a sus pulmones. Sus caras eran tan cómicas que no pude evitar reírme.
— ¡¿Qué?! —Celeste estaba atónita.
—Así es. Además el lunes luego de abrazarme y darme un beso en la mejilla, en el cual teníamos de espectador a ese tonto alfa, me siguió hasta mí casa donde le inventé que salía contigo por lo que se desmayó y casi se perdió en su lobo.
Más o menos resumí evitando mencionar a Erik o Franco como así todo lo relacionado con mi hermano.
—Joder... ¿Ósea qué estáis saliendo? —Me pregunta asombrada, por lo que ahora fue mí turno de atragantarme.
—No. Permití que este junto a mí pero no. Ni amigos siquiera somos.
Isaac se veía cabizbajo ante eso pero no me importaba. Aún creo que fui muy bueno con él por siquiera permitirle estar a mí lado. Mi amiga en cambio lo veía con lástima y cierta pena.
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Editado: 04.02.2021