Sueños de un Futuro

Capítulo 3. Aprendiendo a ensuciarse.

Capítulo 3.

“Aprendiendo a ensuciarse”.

Una habitación acogedora, muebles sin una sola mancha de polvo, un piso sin imperfecciones y cuyo diseño de parota se hallaba perfectamente lustrado. Unas blancas y delgadas cortinas de seda era lo único que impedía el acceso a la luz solar en gran intensidad a la habitación, siendo esta iluminación suficiente para el cuarto de tamaño promedio.

Bastando unos cuantos momentos al llegar los rayos de luz al ventanal, para que estos a su vez llegaran a la cama de sábanas blancas, colcha color vino con una pequeña frazada gris por debajo de estas y sobre la sabana, encontrándose con una pequeña bolita envuelta por las mantas. Un pequeño quejido de no querer despertar por parte de aquella bolita al recibir luz en su rostro, para momento siguiente contraerse aún más.

–¡BUENOS DIAS! –Un gritó de dos voces en total sincronía y el tronar de la puerta al abrirse invadió el lugar, rompiendo así la paz y la calma.

–¡AH! –Un segundo gritó un tanto más débil, acompañado por un golpe entre el responsable del gritó y el suelo.

–¡Auch! –Se escuchó al lado contrario del cuerpo cubierto por las prendas–. ¡Eso debió doler!

–Mmm –soltó la persona en el suelo y el ruido provocado por el moverse al retirar las mantas de su cuerpo–. Buenos días –dijo con pereza y cansancio, cuyos ojos se mostraban rojos y con la pupila contraída debido al exceso de luz y al hecho de apenas despertar.

–¿Qué tal dormiste? –preguntó cantando la gemela. Acercándose a ella y ayudarla a ponerse de pie.

–Bien –respondió mientras una de sus manos era colocada en su cabeza buscando aquel sentimiento de que algo se le había olvidado, para enseguida reaccionar aceptando la ayuda–. Gracias.

–Veo que me ganaron –otra voz tranquila y suave irrumpió en la habitación. La mirada de los tres se dirigió a la azabache parada en la puerta–. ¿Puedo pasar?

–Claro –hablo con cierta timidez.

Una ligera risilla de gracia salió de los labios de Dana a la par que ingresaba a la habitación–. Ethan y Esme están abajo preparando el desayuno, pero, Adam, Brooke, hoy les tocaba a ustedes poner la mesa –dijo con una sonrisa y colocándose detrás de Luna para posar sus manos en sus hombros.

–¡Enseguida! –dijeron ambos hermanos al unísono levantando sus brazos seguido de la acción de abandonar el cuarto.

–Son muy simpáticos, ¿no? –dijo con una sonrisa y separándose de Luna.

–Ah, si –respondió temerosa y con un color rosa en sus mejillas–, son algo que nunca había visto.

Una risilla de gracia salió de sus labios, para después jalar la mano de Luna y sentarla en su cama diciendo “buscare la ropa que usaras”. Dana corrió a la puerta de lo que era el ropero en la habitación, para así comenzar a buscar la ropa que sería usada por Luna, actividad que no requirió de mucho tiempo, pues era como si ya hubiera llegado con la idea de cuál sería la ropa que usaría.

–Listo –dijo con una sonrisa y un brillo en sus ojos–, vístete.

–M –soltó mirando con desconcierto al ver el tipo de ropa que usaría, para después serle añadida una sonrisa nerviosa–. Esto, ¿Cómo se utiliza?

–¿Ah? –respondió extrañada y en sus ojos demostrando sorpresa–, ¿Qué era lo que ocupabas en tu casa?

–Vestidos únicamente –respondió avergonzada.

–Ya veo –se acercó para tomar la primera prenda que se debía colocar–. Déjame decirte como.

Una cocina de gran tamaño que también albergaba una mesa donde poder comer. Una estufa de leña grande y un horno a su lado. La repisa y alacena de gran tamaño donde se guardaban los trastes y el fregadero, con trastes ocupándolo.

–¡Buenos días!

Una voz cantarina irrumpió en el cuarto de gran tamaño. La atención de las personas en el interior se desvió a la persona que saludaba. Los que preparaban el desayuno y el par de hermanos que corrían y jugaban colocando los manteles, y loza se detuvieran para dirigir la mirada a donde se había originado esa peculiar voz.

–Ho… ¡¿Luna?! –dijeron los cuatro habitantes en el lugar con perfecta sincronía.

En aquellos que preparaban el desayuno mostraron la sorpresa en ojos y quedando con la bocas ligeramente abiertas. Las bocas fueron cerradas al caer el  panqueque que había sido lanzado sobre la cabeza de quien lo cocinaba, Ethan, y la risa graciosa de Esme avivo más la situación.

Los ojos de sorpresa y las bocas abierta permanecían en los gemelos, siendo la primera en reaccionar Brooke, para cambiar su expresión a molestia dirigida a su hermano mientras golpeaba su barbilla para hacer que cerrara la boca y mirara a su hermana, quien simplemente lo ignoro dándose la vuelta y cruzando sus brazos.

–Te queda bien –hablo la castaña de ojos verdes, piel blanca y una estura de 1.67. Cuya belleza era resaltada con la falda circula gris, blusa de tirantes y mangas ilusión color rosa, unas zapatillas con correa a la altura del tobillo y una pulsera sencilla color oro en la muñeca.

–Gracias, gracias también por la ropa. –con cierta vergüenza y el ligero rosa en sus mejillas hacía que le diera un poco de color a la grisácea y deprimente ropa que la vestía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.