El albino que caminaba con las manos situadas en su espalda baja. Su camino era trazado por el pasillo que no parecía tener final. Siguiendo este lo llevo hasta su despacho, donde al entrar y cerrar la puerta se acercó a su escritorio. Un despacho que mantenía dos lugares en sí, pues era su despacho y la biblioteca de la gran casa.
–Ji, ji.
Una risilla que lo sorprendió. El levantar la mirada para observar al propietario de la voz.
–¡¿Cómo?! –expreso estupefacto.
Un ser con una gran capucha color negro. Prenda que cubría por mucho sus extremidades inferiores y superiores al igual que su rostro, siendo imposible el siquiera ver el tono de piel de la persona.
Mismo ser que se mantenía sentado en el barandal del segundo piso, meciendo sus pies pero aun así la túnica impedía el poder ver cómo era o que vestía.
–¡Hola Just! –Volvió a hablar. Una voz burlona y juguetona.
–¿Qué haces aquí? –preguntó con sorpresa.
Dada su respuesta se notaba que sabía de quien se trataba. Su expresión era seria, más el tono de sorpresa e impacto resaltaban más, pero aun así intentaba mantener la compostura.
–¿Te sorprendí? –preguntó acompañado de una risilla.
–Creí que.
–¡Oh!, si –respondió antes de que terminara de hablar–. Solo vine a visitarte, también lo estoy haciendo con los demás.
–¿Qué haces aquí?
El sonido ante la caída del ser al momento de abandonar el barandal donde estaba anteriormente. El sonido que produjo su caer, era el determinante sobre que estaba descalzo, pues el sonar de sus pies lo delato. El girarse para darle “la cara” pudo determinar su estatura, una promedio.
–¿Me extrañaste? –preguntó con un tono infantil.
–No has contestado mi pregunta –volvió a hablar Just.
–Cierto –respondió–. Vine por esto.
La pronunciación de sus palabras fue acompañada al arrojarle lo que parecía ser una bola de cristal a Just, quien la atrapo exitosamente en su vientre.
–¿Qué?
–Es el –respondió antes de que este terminara con su pregunta.
El simple tono que utilizaba en las respuestas le decía más de lo que podría hacer el explicarle, era claro para él lo que había dentro. –¿Tu hiciste lo de antes? –preguntó alejando su mirada de la esfera.
–Si. –Su respuesta había sido completada con una risa ligera. Brincando se acercó a la puerta color azul, la misma que se mantenía cerrada–. Ahí está. ¿Verdad? –Dijo logrando obtener un asentir por parte de Just–. Es demasiado predecible. Si alguien llegara y asaltara aquí, es lo primero que revisarían.
–¿Por qué estás aquí? –preguntó por segunda vez de manera distinta.
La mirada de Just reflejaba claramente la preocupación. Ya no le importaba que era lo que pensara. Una risilla que salió de sus labios, alejándose de la puerta corrió hacia la silla al frente del escritorio para tomarla como trampolín y saltar al escritorio, después para sentarse en la orilla meciendo sus pies.
–Vine a visitar –respondió.
–¿Por qué estás aquí? –volvió a preguntar.
–Es malo preguntar mucho –respondió–. Y aún más si son preguntas de las que no quieres saber la respuesta.
El silencio que inundo la habitación no era de incomodidad, sino uno de tranquilidad, uno en el que se podía escuchar un sentimiento sin sonido, felicidad.
–Siempre serás así de preocupado –dijo con optimismo ahuyentando el ambiente silencioso.
–¿Por qué estás aquí? –Preguntó con una voz entrecortada–. ¿Por qué la ayudaste?
Levantando los hombros respondió a la segunda pregunta. –Vine para que cuidaras de él.
–Dudo que sea solo por eso –contradijo Just acercándose al escritorio y dejando la esfera sobre el mismo.
–Perspicaz Just, muy perspicaz –dijo en tono de gracia.
El albino al dejar la esfera en el escritorio se recargo en él. El encapuchado se bajó del escritorio para caminar de tal modo que lo tuviera al frente de él. Con sus manos en la espalda recargo su peso en uno de sus pies para mecer el otro, mostrando el misterio natural de la persona.
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Editado: 15.06.2020