La noche que había caído en aquella casa, era la misma que en el que alguna vez fue el hogar de una princesa. La luna que se encontraba en la posición exacta a un lado de la habitación de la chica. La ventana por la que había descendido había sido reparada, la habitación por otro lado fue revisada para buscar algún indicio. La hermosa luz de luna que ingresaba a la habitación, las puertas de la ventana abiertas y con la cortina pulcramente blanca que bailaba a causa del viento.
Un lugar oscuro en el que los rayos de luz no eran capaces de llegar.
–¡Cof, cof!
Se escuchaban tosidos en aquel lugar tan oscuro. El frio y la falta de luz producirían la muerte para cualquiera que estuviera más de una semana, sin embargo no para aquel que se encontraba ahí. El escuchar alerto ligeramente al que se encontraba en el interior de la oscuridad.
Pasos sobre la piedra pulida y un tanto resbaladiza, aun manteniendo su sinigual sonido a una piedra común y corriente. Los pasos se acercaban cada vez indicando que la persona estaba por llegar al frene de ella. La luz del fuego apenas alumbraba el camino que llevaba a la persona en su interior.
–¿Qué tal estas? –Pregunto sin quitar la expresión seria–. ¿James?
El hombre que había ayudado a la princesa a escapar, su protector. En aquel lugar que era una celda se encontraba James, con grilletes en sus tobillos unidos a unas cadenas, las cadenas clavadas en el suelo y esposas en sus muñecas. James mostraba odio en su rostro al ver al hombre frente a él.
La luz producida por el fuego fue un poco de molestia al inicio dado el entorno en el que se encontraba. Sensación que fue hecha a un lado al ver al hombre que la sostenía, Robín. Levantándose con la intención de por lo menos alcanzar los barrotes una vez más, más no fue capaz de alcanzarlos.
–¿Estas cómodo? –preguntó con un ligero tono de burla en sus palabras.
–Maldito –dijo.
Una mirada de odio puro era lo que se posicionaba en su rostro. Un rostro demacrado a falta de alimento y luz natural, este lucia más fatigado y con unas grandes marcas bajo sus ojos. Una descarga eléctrica recorrió su cuerpo como represaría por su respuesta.
–¿Qué? –preguntó con un tono de cansancio y dolor en su pregunta. Ante la descarga su cuerpo no aguanto a causa del cansancio y cayó.
–Tienes un gran poder –hablo Robín provocando que James dirigiera su mirada hacia el–, pero esas cadenas y grilletes que te apresan, fueron creados por mí. Así que si intentas hacer uso de tu Nae, una descarga eléctrica es lo que recibirás.
Dejando la antorcha en uno de los pebeteros. Acercándose a los barrotes, coloco sus manos en dos de los barrotes.
–Dado que los Naetums provenimos del agua, más específico los mares –continuo–, somos fáciles de afectar por la electricidad. Un dato muy curioso. ¿Te preguntas porque lo sé?
El rostro de aquel que alguna vez fue su compañero, lo único que reflejaba era el odio. Odio por haberle hecho eso a su nuevo monarca y el hecho de haber matado a los Nebulosas para evitar que hablaran sobre lo que su compañero Max planeaba.
–Se lo pregunte directamente al dominante –hablo en susurro burlón–. Sorprendente lo que puede hacer una maldición a la que él y Luna están atados. ¿No crees?
–Maldito –dijo apretando fuertemente la mandíbula.
–Ahora dime James –abrió la celda para después colocarse en cuclillas frente a el–. ¿Dónde está la princesa?
–¿Eh? Así que, ¡no la lograste asesinar!
–¿Dónde está? –preguntó por segunda vez.
–No lo sé, y aunque lo supiera no te lo diría.
–Está bien.
Robín adentro su mano izquierda en uno de los bolcillos de su saco, del mismo que saco una jeringa un tanto ancha, posteriormente la destapo para cercarla al cuello de James, quien intento moverse, más su cuerpo quedó paralizado. Robín introdujo la aguja en su cuello para después extraer un poco de la sangre de James.
Al terminar se incorporó y salió de la celda para después cerrarla. Al hacerlo la parálisis desapareció del cuerpo de James con lo que cayó al suelo.
–¿Por qué? –Preguntó con un tono de molestia–. ¿Por qué estás haciendo esto?, eres uno de los nuestros. ¿Por qué? Ella, ella confiaba en ti y tu la traicionaste.
–Eso ya paso –respondió sin darse la vuelta–. Ella quedo en el pasado, yo estoy mirando hacia el futuro.
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Editado: 15.06.2020