Una casa cuyas habitaciones con la luz apagada, anunciaba que ya se encontraban dormidos, pero una vez más, la oscuridad de la noche acompañaba a una sola persona.
El sonido de una hermosa melodía logro despertar a alguien que dormida plácidamente. Levantándose y separándose del calor que le brindaban las vestiduras de su cama, se dirigió a la puerta con el ruego en su cabeza de que solo hubiese sido su imaginación. Al abrirla, la melodía se volvió más fuerte, no era un sueño ni su imaginación. Caminando a las escaleras y descendiendo por ella guiado por la melodía de hermoso sonido.
Una melodía que transmitía tristeza pero también calidez. Una melodía que en su vida había escuchado, ni siquiera que Just, un hombre culto y que había recorrido el mundo entero podía interpretar. La melodía lo guio hasta una de las estancias. Una estancia que era iluminada por la luz de una pequeña lámpara. Donde únicamente se encontraban unos cuantos sillones y un piano.
Acercándose más, el pensamiento de “es Dana” cruzo por su mente, pero no era posible se dijo así mismo, ella no había vuelto a tocar aquel piano desde la muerte de su madre.
Separado a un simple paso por fin se dio cuenta, era Luna. La sorpresa encaro su rostro, pero porque se sorprendía, era normal que una princesa hubiera sido educada tan finamente que melodías así las haya aprendido, pero porque tocarla a mitad de la noche. Algo que nunca había pasado, no con el piano.
–¿Luna? –dijo con suavidad sorprendiéndola.
Un respingo que la hizo detener bruscamente la melodía para girar su cabeza y mirar a Oexin que la había escuchado. –¡Ah! –dijo cubriendo su mano con el delgado suéter que cubría su torso y brazos. El nerviosismo y vergüenza era notable en su voz–. Lo-lo siento. No sabía que era tu piano.
Soltando una ligera risilla no dijo palabra para sentarse a su lado en el banco y después pulsar una de las teclas. –Hace mucho que no era tocado –dijo logrando llamar su atención–. No sé porque me sorprende. El arte musical debió estar en tus estudios.
–No lo estaba –contradijo logrando más sorpresa en su compañero–. Mi padre odiaba la música, decía que le recordaba a mi madre. Mi hermano era el que me enseñaba a escondidas cuando nuestro padre no estaba.
–Esa canción, ¿la creaste tu o tu hermano? –preguntó.
–Era la canción favorita de mi madre, mi padre la hizo para ella y la toco el día de su boda. Era lo que me contaba mi hermano –explico mirando y rosando las teclas con sus dedos–. Después de la muerte de mi hermano no volví a tocar ni una sola vez. Creí haberla olvidado pero creo que también se volvió mi favorita.
–Tu padre realmente era egoísta –dijo logrando que lo mirara.
–¿Por qué lo dices?
–Te comprometió con tu hermano apenas naciste. Muere tu madre y prohíbe la música que ella amaba y te obliga a usar una máscara. Muere tu hermano, se aísla de ti y nunca te enseña lo que deberías saber. Muere el, te deja un gran cargo y sin los conocimientos para poder gobernar como se debe. Te toco una vida llena de lujos pero vacía y aun así sonríes. ¿Por qué?
–No se –respondió con aquella sonrisa peculiar en sus labios–. Tal vez nunca me pare a pensarlo.
–No lo entiendo –soltó por fin mientras presionaba los bordes del banco–. No te enojas, no te molestas, no gritas, no lloras. ¿No lo odias?
–De hecho si me enoje una vez con el –dijo con una sonrisa provocando una mirada de ¿enserio? En Oexin–. Fue el mismo día que mi madre y mis abuelos murieron. Me había prometido que iríamos todos juntos al día de campo que mi madre había organizado, pero lo cancelo el pleno día. Le grite que lo odiaba y que ojala no se arrepintiera después. Tome la actitud de una niña caprichuda. Al final del día y después de ver todo lo sucedido con mi familia, creí que había sido el castigo por mi actitud, que había sido culpa mía. Desde ese día no volví a replicarle nada a mi padre. Pero no lo odio. Si lo odiara te sentirías mejor. ¿Oexin?
–No –respondió–. Creo que no.
–¿Tu odias a tu padre?
–Si.
–¿Por qué?
–Mi padre es una persona horrible. Abuso de mi madre incontables veces hasta que quedó embarazada de mí. Por suerte él se alejó antes de que el embarazo se le notara. Ella nunca me odio y me trajo con todo el amor del mundo. Ella se negaba a ponerme su apellido así que en su lugar me puso el de ella. Hasta que mi padre se enteró de que yo existía y me llevo a vivir con él. Fueron los peores años de mi vida. Hacia cosas terribles. Después mi madre logro recuperarme y me dejo con mi tío.
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Editado: 15.06.2020