Hay un lugar donde el guerrero se prepara cual gladiador de los circos romanos. Es como una granja en la que se festeja y se regocija cuando hay “pollo”, haaayyyyy pollitooooo se grita y todos nos miramos con alegría despiadada. Y es que el “pollo” es el recalentado, es aquel guerrero que ha recaído, es quien ha olvidado que ha contactado con el espíritu.
A este se la da sin compasión “duro y a la cabeza” platicas durante 72 horas sin descanso, sólo para darle de comer llevarlo al baño y la fiesta sigue.
Estas pláticas son patadas psicológicas para destruir su importancia personal, para hacer añicos “su pobrecito de mi”. A través de nuestro historial vamos dando forma a lo que le manifestamos al pollito, es como una recapitulación de nuestra historia personal para expresarla y escucharnos, aquí todos somos psicólogos, somos terapeutas por así decirlo, nuestro despertar se basa en parte en nuestra recapitulación.
Cada vez que recapitulamos empezamos con nuestro diario vivir creando así de nuestra vida presente un sueño lúcido del que estamos conscientes, estamos despiertos, estamos ensoñando.
El pollo nos sirve para vernos ahí en su lugar y gritarnos lo que no debemos hacer, que nos quede grabado hasta la médula de nuestros huesos. El pollo en si es un muerto espiritualmente, pero se tiene la esperanza que vuelva y a veces lo hace y así nace un guerrero más, despiadado hasta con su misma sombra.