Me gustaba pensar que las llegadas de personas a la vida de otras tenían un significado, emocional o elemental. No importaba el por qué, solo era algo emotivo.
Para mí, Danna era un amanecer, el más lindo de todos. El que te deja sin aire por su simpleza e increíble forma de ser único. Ella era un chocolate caliente en una noche de invierno. Ese sentimiento acogedor, familiar, cómodo e imprescindible. Con su forma de hacerte sentir especial pero sin quitarse el crédito que merece.
Ella era sobre todas las cosas, ese libro abierto, dónde empiezas a desnudarte capa por capa, hasta ser capaz de reconocerte en su reflejo a través de letras. Ella era ese lienzo en blanco, esperando a ser pintado con millones de sensaciones y emociones.
Quizás la estaba reflejando en las cosas que más me gustaban porque me agradaba pensar que su compañía no me incomodaba. Porque, tal vez, no me refleja al pasado, sino a un futuro distinto.
Y...quería disfrutarlo.
—Quizás por eso es que eres tan extraño. —murmuró suavemente.
Hice una mueca, como si eso no me importase. Pero sí que lo hacía.
—¿A qué te refieres?
Sabía a lo que se refería, que yo era impulsivo, distinto, sincero y en algunos casos hiriente. Pero, para quién me conocía, sabía a qué se estaba enfrentando, o a qué iba a exponerse. Quizás, por esa misma razón, es que mi madre era tan precavida con lo que yo pudiese decirle a alguien más.
Me hacía preguntarme, ¿se avergonzaba de mí por cómo era? ¿Hasta el punto de tenerme en una bola de cristal por miedo a mis impulsos? Pensar aquello me desagradó, sentí un sabor extraño en la boca. ¿Por qué tendría que hacer eso? No sabía que... simplemente teniendo en cuenta cómo me encuentro en algunos casos, o por como había sido toda mi vida, qué eso no era porque yo quisiera, sino que sucedía, y muy pocas veces llegaba a sentirme incómodo por lo hecho.
Parpadeo.
—Tan... silencioso, distinto, tan apartado. Muy intuitivo para quién lo comprenda.
Alcé una ceja mirándola. Reprimi una sonrisa.
—¿Tú lo comprendes?
—No.
De nuevo, una sonrisa inocente cómo quién no quita la cosa.
Sacudí la cabeza, pensativo. Sabía que por más que ella quisiera entender la situación no lo lograría. Aunque, se sintió bien saber que quería intentarlo.
A diferencia de ayer, hoy nos encontrábamos en un parque bastante transitado por distintos grupos de personas. El sol estaba en su punto y casi podría pensar que el aire fresco estaba a nuestro favor. Danna suspiro, antes de juguetear con sus dedos, esperé que dijera algo, porque sabía que lo haría así como lo había hecho desde hace un buen rato.
Deduje que por lo mismo del silencio ella se ponía de esa forma, inquieta.
—¿Crees que pueda ser cómo tú? —cuando sus ojos dieron con los míos ella ladeó la cabeza, pensativa—. Me refiero, a poder retener muchas cosas en la cabeza, saber más que el resto y... olvídalo, es absurdo.
Se calló de golpe. Mirando a otro lado que no fuese yo.
—No lo es —admití, tomando su atención—. Puedes hacerlo, incluso mejor que yo. Te recuerdo que no es algo que hubiese pedido, solo sucedió. Así que puede suceder en ti. Claro, si prometes concentrarte.
Un brillo bastante singular apareció en su mirada. Abrió la boca para decir algo pero luego la cerró, inquieta, después de varios segundos lo dijo.
—Detesto leer por horas, prefiero...no lo sé. Mirar, imágenes, objetos, contexturas. Algo que no haga quedarme dormida, ¿es posible eso?
Casi quise abrazarla por su sencillez y honestidad. Y fue extraño. Porque, de nuevo, se veía tan frágil, como si temiese de mí, aunque por segundos parecía lo contrario. Apoyo su menton en sus rodillas flexionadas en su pecho distraídamente. Cogí aire antes de pensar bien que decirle.
No quería sacar conclusiones adelantadas, sin embargo, era algo que ya estaba sucediendo. Pensé que posiblemente ella tenía algo que la atormentase, que quisiera simplemente aprender algo más, o, por loco que suene, solo quisiera mantener su mente ocupada.
La verdad era que me gustaba su forma de afrontar y mirar las cosas. Sin rodeos. Sin temer en las consecuencias o opiniones. Detesta leer. Eso está bien, no es algo que todos dominemos. Aunque claro, como lector aficionado me hirió un poquito.
Vamos, un libro es algo que siempre te deja algo nuevo, algo que no sabes que tanto puede ayudarte. Puede servirte de muchas cosas, y la sensación...es una cosa maravillosa. Y ella se estaba perdiendo de aquello.
Miré distraídamente sus manos hechas puños, sus uñas no tenían nada en ellas. Solo pruebas de haber sido mordisqueadas. Lo detecté cómo inquietud.
Entonces, cómo una bombilla de ideas, lo recordé. Su cámara. Las fotografías. Eso le gustaba. La otra perspectiva de las cosas.
—Pondríamos ir a un museo. —propuse.
—¿Eh?
Me enderece un poco para explicarle.
—Puedes aprender muchas cosas en él, simplemente viendo las imágenes, sensaciones y emociones. Prefieres eso, ¿no?
Asintió lentamente, sus mejillas se sonrojaron.
—Podríamos intentarlo —repetí, lentamente. Después me arrepentí—. Digo, si quieres, si no...pues bien.
—Supongo que estaría bien.
Asentí mirando al frente, tratando de evitar su mirada que escudriñaba cada parte de mi perfil. De nuevo, nos dejamos llenar de un silencio cómodo. He de admitir que era mucho más placenteros que los silencios que yo me esforzaba en crear para así evitar una conversación.
Entonces, se giró para buscar algo en su mochila seguí mirando al frente porque yo no era entrometido. Sin embargo, cuando noté lo que era, la piel se me erizó.
Una caja de cigarrillos y un encendedor.
Sin siquiera mirarme se colocó uno sobre los labios y lo encendió. Mi lado racional quiso alejarse, mi lado posesivo quiso arrancarselo de la boca y apagarlo, pero no hice nada de eso. Me quedé ahí sin atraverme a mirarla, ¿para qué?
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Editado: 08.05.2023