El día parecía sacado de un cuento de brujas. Oscuro, opaco y con mala espina.
Desde que había abierto los ojos todo me había salido al revés. Me caí de la cama, no encontraba mi otro zapato, e incluso ni siquiera sabía dónde había dejado mi mochila el día anterior. Lo que se resumía a qué iba tarde a la universidad.
Tenesse se ofreció a llevarme cómo es de costumbre, y a medida que dejábamos una calle atrás mi pie amenazaba con salirse de su lugar.
—Hoy estás más ansioso de lo normal, ¿puedo preguntarte el por qué?
Mis ojos se despegaron de la ventana y los clave en su perfil, me fijé en que las pecas predominaban en su rostro. Sacudí la cabeza antes de responder, me había desviado.
—Algo no anda bien, temo que, si no llego a tiempo, me arrepentiré después.
Mi hermana arrugó su gesto sin comprender, yo tampoco tenía claro eso, sin embargo, así me encontraba. Mis presentimientos eran extraños, pero nunca se equivocaban, tenía miedo de ello. Tenía...quería muchas explicaciones acerca de lo que pasaba por mi cabeza.
No sabía con exactitud que era lo que me ponía tan nervioso y ansioso. Solo sabía que mi corazón latía más lento de lo habitual, y mis extremidades algunas veces se negaban a corresponderme un movimiento. Hace algunos minutos una pregunta cruzó por el medio de esos pensamientos ¿me encontraba así por Danna? Y el resto siguió llegando sólo. ¿Por qué? ¿Se encontraría bien? ¿Había sucedido algo?
Dudas iban y venían sin respuesta. Si para tranquilizarme tenía que dejar de pensar en ello, lo haría. Así que suspiré pegando mi cabeza en el respaldo del asiento casi al mismo tiempo que cruzabamos la calle de la universidad. Un escalofrío me recorrió, pero lo oculte perfectamente.
No tuve que afinar mucho mirada, puesto que Danna se encontraba a algunos escasos metros de nosotros. Sola. En la entrada de la universidad, supuse que las clases ya habrían empezado, ¿por qué estaba sola? Ella abrazaba sus brazos sin mirarnos. Tenesse detuvo el auto a unos cuantos metros antes de mirarme con una sonrisa coqueta. La ví casi que asqueado, algo no andaba bien con la rubia y su forma de mirar el suelo me lo confirmaba, así que por eso, no me interesaba nada de lo que mi hermana estaba diciendo.
—Ahí está tu amiga —la señaló por encima del volante—. Te estaba esperando, supongo.
—¿Te irás en cuanto cierre la puerta? —pronuncié, sin quitarle la mirada a Danna que aún no notaba nuestra presencia.
Después de segundos en silencio por parte de la pelinegra, la oí murmurar un vale. Seguido de eso abrí la puerta del coche haciendo que los ojos, ahora rojos alrededor de sus iris verdes, de Danna cayeran en mí. Apreté mis labios, sintiéndome repentinamente nervioso, y aunque estuviese solo a unos metros de mí, la sentía mucho más lejana.
El rechinar de los neumáticos en el suelo me sacaron de mi embelesimiento, y tras tomar una bocanada de aire, comencé a acercarme a la chica. En este momento había olvidado por completo la hora, el sitio y lo que fuese que estuviese pasando, simplemente ambos no podíamos dejar de mirarnos.
Detuve mis movimientos cuando estuve lo suficientemente cerca, y forcé una sonrisa cuando ella lo hizo también. Tomándome por sorpresa, enrolló sus brazos en mi torso para abrazarme a la vez que hundía su cabeza en mi pecho. Mis brazos, estáticos por la impresión, abrazaron su cintura pegándola un poco más a mí. Y no supe porque, pero ambos tomamos una fuerte respiración.
—¿Está...todo bien? —murmuré, con cierto temor.
Danna se separó un poco para mirarme y asentir.
—Sí, sólo necesitaba un abrazo —comenzó, con la mirada perdida—. Una vez dije que el universo había sido una mierda conmigo, pero no, yo lo fuí con él. Lo cierto es que me ha dado a una persona maravillosa, sólo que me negaba a recibirla. Ahora sé que abrirte las puertas de mi alma es lo mejor que pude haber hecho alguna vez.
Esbocé una sonrisa tonta, deslizando mi pulgar por su pálida mejilla.
—Las cosas suceden por algo, ¿no? —agregué— La suerte está de tu lado.
Danna mordió su labio fuertemente, comprendí que estaba tratando de no llorar. ¿Por qué?
—Te debo y te agradezco muchísimo, Ronner —continuó—. Hoy no entraré a clases...sólo vine a despedirme.
—¿Despedirte? —repetí.
—Si es qué, —soltó una risa corta—, iré a una entrevista para un trabajo de fotografía. No sé exactamente cuánto tiempo dure, quizás hoy no regrese.
—¡Qué bien! —celebré por ella, solo sonrió.
—Deséame suerte, la necesitaré y yo tratare de nunca dejarte de querer.
Ella no cambio su gesto ni su postura al decir aquello. Así que yo tampoco lo hice, solo le mostré una sonrisa un poco floja. ¿Qué significaba aquello?
—Toda la del mundo. —dije, sin embargo.
Volvió a abrazarme por unos segundos antes de acercarse a mí rostro y besarme con fuerza. Le correspondí el gesto, un poco renuente porque no entendía lo que sucedía. Ella continúo con lo suyo, sin separarse de mí, tomó una fuerte respiración a la vez que pegaba su mejilla en mi pecho.
Hacía muchas cosas en un minuto, ¿qué carajos pasaba?
—Y...cuídate, ¿si? —agregó, bajito— No me eches mucho de menos, porque realmente lo hago porque no tengo otra opción.
—¿Por qué dices eso?
—Tengo que irme —anunció, dando pasos hacía atrás, sin responder mi pregunta—. Este es un adiós prolongado, Ronner porque tienes mi corazón en tus manos.
Seguido de eso giro sobre sus pies dejándome con otra duda. La ví cada vez más lejos de mí, separandonos por grandes zancadas. Y yo me quedé ahí de pie, con el corazón palpitandome fuertemente. Solo pude quedarme quieto, viendo cómo se perdía calles abajo.
¿Qué había sido aquello? ¿Por qué me dolía el pecho de esa forma tan horrible?
•••
Dos días después y no tenía ni un rastro de ella.
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Editado: 08.05.2023