¿Cuando se supone que alguien está listo para aceptar una muerte? Si existía algo que me ayudaba a entenderlo, temo decirle al escritor que ya era demasiado tarde.
Jamás iba a acostumbrarme al dolor y vacío de perder a alguien.
Los días eran más largos y las noches más silenciosas, cómo cuando murió papá. Pero a diferencia de esa vez, yo no lloraba. No gritaba, ni tampoco quería que alguien me abrazara.
Mamá ha estado conmigo varias veces, cuando al menos yo se lo permito. Ella no dice nada, solo me acompaña mientras yo veo el techo de mi habitación simplemente respirando.
No había nada que hacer, no había nada porque sonreír, no había nada porque dormir, ¿para qué? ¿Para que amanezca otro día en dónde no volveré a verla? No había nada que lograra sacarme del lapsus en dónde había entrado, y lo cierto era que tampoco quería salir.
—¿Dónde estás? —susurré— Que yo recuerde jamás te dije que te fueras.
Y era verdad. Siempre le preguntaba de forma un poco odiosa "¿Que haces aquí?" Y era más porque me sorprendía demasiado que estuviese detrás de mí después de como la trataba las primeras semanas.
Y lo cierto era que dolía más cuando entendía que el tiempo había jugado en nuestra contra en cuanto empezamos a disfrutar pasar tiempo con el otro.
No quiero llorar. Porque hacerlo sería soltarla.
Muchos dicen que cuando lloras, sueltas, desahogas y vuelves a empezar. Y lo cierto es que yo no quiero soltarla, no quiero olvidarla, no quiero volver a empezar. ¿Empezar el qué? No existe nada más que ella. No voy a llorar por su muerte.
No lloraré por su muerte así cómo tampoco pasaré el resto de mi vida negandome que ella no está muerta.
Porque no puedo, ni lo haré. Ella sigue acá, conmigo, yo lo sé. Y ella también lo sabe. Las lágrimas se retienen dentro de mí, impidiendome respirar y mirar. Hago mi mejor esfuerzo para que no salgan. Porque, a pesar de que duele, puedo soportarlo un poco más. Sé que, a pesar de todo, ella no querría esto. Ella no lo quiere y por es no lo haré, no la lloraré.
—Cariño, me aferré muy fuerte de la cuerda del amor que me diste. Sin esperanza de que pudieras sostenerme, pero lo conseguiste. Lo conseguimos.
Hace unos días que he comenzado a hablarle al aire, porque sé que realmente ella está escuchandome. Hace una semana que miro con recelo el libro que dejó para mí, sin tener el valor de abrirlo.
Hace una semana que enterré mi suerte. Hace una semana de que el amor de mi vida ya no sobrevive.
Muchas veces dijiste que no querías ayuda porque nadie iba a dártela. Y, te ayude, ¿sabes? Así cómo tú a mí.
Tu viviste por ellos.
Yo viví por tí.
Tu sonreiste por mí.
Yo sonreí porque fuiste felíz.
—Hay siempre un punto de partida, un punto de dolor, un punto de amor. ¿Y sabes que? Todos lo conocí contigo. No me arrepiento.
Mamá dice que no debo seguir así. Que debo dejarla ir, así cómo también los recuerdos y el dolor. Que negarme nunca es la solución, aún así, me da el espacio que necesito para poder tomar cualquier cosa y tapar mi herida. Sé que lo haré en algún momento. Sólo que no por ahora.
Mis ojos caen distraídamente en el libro, en la esquina de mi cama, me estiré y lo tomé, respire profundamente antes de abrirlo, y al hacerlo, solté una risa tonta al ver su letra plasmada en cada rincón de cada página.
Si estás acá es porque tomaste el valor de dejarme ir...Espera, no huyas. Quiero que sepas que si te escribí todo esto es porque sabía que si te lo decía, jamás ibas a dejar que me fuera esa mañana.
Entonces, sí, estoy despidiendome de tí a través de mis letras.
Querido, Ronner. Ay, no, olvida eso. Simplemente sigue de largo.
Siempre creí que después de tanto tiempo lo había superado, había dejado atrás esa etapa de dolor. Me creí las palabras de qué todo estaba bien y que todo había pasado cuando no era así, por un momento creí que sí, que era así. Pero siempre hay algo que hace que todo lo que te atormentó, regrese, aún más fuerte.
Y eso me pasó, después de tantos avances, después de tantas cosas, volví a caer para no levantarme.
Pero tú, con tu cara de 'tengo una llaga en el culo, no me molestes', ojos cafés y sonrisa casi imperceptible. Con esas figuras de origami que sólo tú hacías con las que me podía quedar horas viendo cómo las hacías. Esa mirada que esparcía cansancio, aburrimiento e inevitable dolor.
Te volviste mi suerte.
Cuando te dije que me llevaría tu suerte para mí, lo decía en serio, porque si alguien la necesitaba era yo.
Te volviste mucho más que mi compañero de instituto al que me gustaba acompañar a todas partes sin que lo quisiera. No sé con exactitud que hiciste, pero desde que te conocí todo en mi vida se había saciado.
Pero si, tomé la opción más sencilla, hacerle caso a la oscuridad, sin embargo, te juro que ahora soy feliz. Y eso vale más que todo el dolor del mundo.
—Danna.
Mis ojos comenzaron a botar gruesas lágrimas y yo no podía impedirlo, así que deje de resistirme y comencé a llorar. Pero no de dolor, de añoranza.
🦋🦋 Sé que no lo haz hecho, ni que tampoco lo harás, pero necesitas soltarme. Sé qué tú estarás bien porque me ocuparé de ello. ¿Confías en mí? Entonces déjame ir.
Estaremos bien... sólo necesitas dejarme ir y así yo podré estar en paz.
Es un adiós prolongado, Ronner, porque tienes mi corazón en tus manos. Y siempre lo tendrás
Sí, te amo y siempre te amare, ¿cómo no hacerlo?
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Editado: 08.05.2023