Super Vida

Episodio 7

Una señora de aproximadamente unos 50 años, estaba esperando el cambio de luces del semáforo, para cruzar la calle llena de tránsito, en esa hora. La señora se notaba muy cansada después de su jornada de trabajo. Ella estaba transpirando mucho. Se veía muy agotada, tanto que se sostuvo de un poste para no caerse. La señora se veía muy débil, no paraba de toser con una terrible tos. El lagrimeo en sus ojos y la falta de aire, la tenía muy sofocada. Se veía muy mal de salud.

 

─ ¿Señora se encuentra bien? ¿Necesita ayuda? ─le pregunto un estudiante.

─Estoy bien, gracias. Solo necesita llegar a mi casa y descansar.

 

La señora también estaba un poco mareada, no veía bien. Cuando el semáforo cambio y las personas estaban cruzando la calle, ella aún se estaba sosteniendo del poste por temor a caerse. Tocio unas tres veces más, antes de separarse del poste y empezar a caminar, antes de que el semáforo volviera a estar en rojo. Ella dio dos pasos para estar en el pavimento. Casi tambaleándose y con dificultad para mantener el equilibrio, dio cuatro pasos antes de desmayarse. Cayo en el pavimento y no se volvió a parar. Las personas y un policía de transito que estaba cerca, la socorrieron. Ella estaba inconsciente, aun respiraba, pero su estado era pésimo.   

 

Un hombre que estaba echando combustible en su auto, detenido en una estación, tenía un pañuelo cubriendo su boca. El hombre de 29 años, estaba muy pálido. Tenía una tos, que no se le quitaba. 

 

─Aquí tiene su tarjeta señor.

─Gra, gracias. ─su garganta estaba muy congestionada.

 

El hombre salió de la estación hacia su casa. Vivía a unos 30 minutos debido al tránsito en ese momento. Mientras conducía tenía mucho calor. Se sentía muy sofocado. Bajo los cristales de las puertas, sin embargo, aún seguía entando muy mal. No podía ver bien y su vista era excelente, nunca necesito lentes para ver. En la autopista por la que se desplazaba, era de tres carriles. Sin intención, se cambiaba de un carril a otro, poniendo su vida en riesgo y las de los demás conductores. Su vista no era lo único que empeoraba, sino su tos. Cada vez con más fuerza tocia. Tosió tan fuerte que de su garganta salió sangre. Ya con nada de fuerza en sus manos para sostener el timón, perdió por completo el control del auto. A la velocidad que iba el auto, se acercó demasiado a la barrera de concreto que dividía la autopista para los autos en sentido contrario. El auto termino volcándose a gran velocidad, quedando con las cuatro ruedas hacia arriba. Para su suerte llevaba puerto el cinturón de seguridad. 

 

Las paramédicos y la policía llegaron rápidamente. Desviaron el transito hasta poder quitar el auto volcado que evitaba el desplazamiento del resto de vehículos que venían detrás.

 

─Despacio, con cuidado.

─Aún está vivo. Llevaba puesto el cinturón.

 

Los paramédicos los sacaron cuidadosamente del auto. Estaba inconsciente. Despertó antes de que lo entraran en la ambulancia y empezó a toser mucho y a expulsar sangre por su boca.

 

─Está muy mal.

─Debe tener una hemorragia interna por el choque.

 

Un señor de 60 años de edad, estaba en un supermercado, haciendo una compra como cualquier otra persona. Este señor no paraba de toser. Llevaba un pañuelo en su mano para cubrir su boca cada vez que tosía. Pensaba hacer la compra rápido para llegar a su casa y acostarse, pero el supermercado estaba muy abarrotado de personas, era casi imposible caminar y menos mover el carrito. Sentirse entre tantas personas le provoco ansiedad, falta de aire y mareo. Su vista se tornaba un poco oscura, no alcanzaba a diferenciar las distancias de las personas a su alrededor.

 

─Perdone lo siento. ─choco con otro carrito.

 

Se estaba tropezando con todo el mundo a su paso. En ese momento ya quería irse, olvidando para después los productos que le faltaban en su lista de compras.

 

─ ¿Señor se encuentra bien?  ─le pregunto una mujer.

 

El hombre no aguanto mucho de pie y se sentó en el suelo del pasillo. Desde ahí le costaba respirar. Desabotono unos botones de su camisa, pero seguía sintiéndose como pez fuera del agua. Aunque el lugar contaba con un bien sistema de aire acondicionaba, el señor estaba sudando mucho. Unas personas lo ayudaron a pararse. Estaba muy débil, no lograba permanecer de pie por sí solo, solo recostado del carrito. Pensándolo bien el mismo no entendía porque estaba tan mal, ya que él no fumaba y casi no tomaba. Él sabía que tenía una gripe muy mala y muy extraña. Los síntomas que padecía eran muy raros en combinación. Lo peor de todo es que fue de repente. Un día llego a su casa después de trabajar, un poco cansado. El día siguiente aparecieron los demás síntomas y lo atacaron brutalmente sin compasión. 

 

─Señor llamare una ambulancia, no se ve para nada bien. Le puede dar un infarto.

─Si, tiene razón joven. ─no le quedo de otra que aceptar la ayuda que le brindaban las personas.




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