Gaby era consciente de que la clave para fortalecer su relación con Mateo radicaba en la elección de actividades conjuntas, en lugar de intentar forzar conversaciones triviales o situaciones incómodas. La idea era involucrarse de manera espontánea en actividades compartidas, que fueran mutuamente atractivas y enriquecedoras.
Mateo dejó de lado su portátil y tomó el estuche que Gaby le tendió. El escritorio ahora tenía suficiente espacio, probablemente Clemencia había ordenado lo que quedó en el suelo la noche anterior.
Comenzaron a jugar sin ocultar las fichas, lo que permitió a Mateo explicarle las reglas sobre la marcha. Le describió las combinaciones posibles y cómo emparejar los números. Después de un par de rondas, Gaby comenzó a comprender la dinámica del juego y a tomar decisiones por sí misma. Las partidas siguientes se jugaron en competencia, aunque no llevaron un puntaje ni se preocuparon por quién ganaba más rondas. La verdadera diversión estaba en compartir ese tiempo juntos, disfrutando de la compañía del otro y riéndose de las estrategias y movimientos en el juego.
Gaby y Mateo habían encontrado una forma de conectarse a través del dominó, simplemente disfrutando el momento y compartiendo risas. A medida que pasaba el tiempo, el juego se volvía más natural, hasta el punto de que no se dieron cuenta de la hora. Clemencia no les había llevado refrigerio, ya que quería repetir lo del día anterior, para que Mateo se alimentara mejor. Así que les preparó otro rico y variado almuerzo, especial para ellos, aprovechando que el jefe ya le había anunciado que estaría fuera todo el día.
Clemencia llamó a la puerta y finalmente logró obtener respuesta al segundo intento.
Gaby bajó reflexionando sobre lo agradable que había sido jugar con Mateo y el buen comienzo que estaban teniendo juntos. Mientras tanto, Mateo recordó lo divertido que era jugar con otra persona. Clemencia no pudo evitar preguntarle a Gaby cómo iban las cosas, a lo que ella simplemente respondió: "Vamos bien", sin querer adelantar conclusiones.
Parecía que no era necesario un informe detallado, al verlos juntos, era evidente que se estaba desarrollando una complicidad entre ellos, lo cual alegró a Clemencia. Llegaron con las bandejas y las colocaron en el escritorio. Clemencia se retiró, dejándolos solos, y como en el día anterior, cada uno pasó unos segundos observando primero su comida.
Comenzaron a almorzar en silencio, disfrutando cada bocado y reflexionando sobre lo que habían compartido durante el juego. A medida que terminaban, la incertidumbre sobre lo que la tarde les deparaba, se apoderaba de sus pensamientos.
Mientras Clemencia recogía las bandejas, observaba con satisfacción que Mateo estaba comiendo mejor y lucía más tranquilo. Aunque no hablaban ellos en su presencia, era evidente que se estaban conectando y entendiendo. Avivaba la esperanza de que pronto volvería a ver la sonrisa de Mateo y que él podría retomar su vida con un ánimo renovado.
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Editado: 29.12.2023