Lunes 7 de Agosto 2017
Sophie Bullock.
Yo amaba mi nombre de niña. Podría decir que es de las pocas cosas que mi madre hizo bien.
No eligió mi nombre por cariño a su hija, no, ¿Dania? Jamás. Eligió mi nombre por su actriz favorita, Sophie Marceau. Ella será una adicta acabada, pero su gusto artístico no se lo podemos negar.
Fuera de eso, quizás por cuestiones de mi nombre, siempre me consideré tierna. Pero la percepció cambia, de acuerdo al filtro con el que te veas. Y eso me da curiosidad, si mi percepción ha cambiado tanto, ¿A dónde llegará en unos años?
Dania solía decirme que yo era su viva imagen, para ella era un orgullo. Espero que no. Físicamente somos parecidas, su cabello rubio y ojos azules, su cuerpo escuálido y sus labios finos, pero… su agresividad, bipolaridad, adicción y dolor… No los quiero, tengo suficiente con el dolor propio.
No heredé su gusto por el cine, más bien por la moda. Sin embargo, su agriez está impresa en mí.
Ahora estoy en este ostentoso lugar, repleto de joyas, prendas y demás, pero el lujo que quiero —además de todo lo antes dicho, confieso—, es la chica que está frente a mí, peinándose frente al tocador. Es hermosa sin peros. Quiero el lujo de ser ella.
Algunas veces, de pequeña, solía mirar a mi hermana, y al ver que era tan hermosa, la criticaba, pero con esta chica no puedo. No hay ni una sola parte que pueda hacer de menos.
Es imposible minimizarla, porque es intimidantemente perfecta.
Envidio cada parte, sin poder disimularlo.
Envidio desde su piel porcelana sin imperfecciones, hasta su cabello sedoso y largo. Envidio su estatura, su cuerpo tonificado, su confianza, su belleza, su poder, su nariz pequeña y perfecta, sus pómulos y la simetría de su rostro…
Ser Jules Avery tendría que ser el antídoto a cualquier tipo de inseguridad.
Debe ser liberador no tener que vivir con el recordatorio constante de que… no eres ella.
Al ver que la observo tanto quiere reprocharme, no se cohíbe. Me mira con desdén. Pero además de querer ser ella, quisiera sentirme como ella, porque en contraparte solo me gusta mi nombre, porque las comparaciones me matarían un día.
¿Qué haría Dania en mi lugar? Ni siquiera sé si Dania podría entender la magnitud de las cagadas que he cometido. Principalmente porque ella se parece a Jules y por más que he querido ninguna de las dos han mostrado siquiera simpatía.
—¿Quieres terminar rápido, por favor? —me dice la pelinegra, Jules, con fingida amabilidad.
Asiento y me parece contrastante la forma en la que me habla y como me hablaba mi mejor amiga, Petra, antes de que lastimara su corazón. Jamás debí… revuelve mi corazón pensar en lo que le hice; pero también saber que nunca me miró de otra forma, siempre la quiso a ella y que fui yo quién malinterpretó todo.
La necesidad de amor que tenía me hizo confundir el cuidado y amistad de él; quería sentirme amada, apreciada, querida, sentirme la dueña de algo.
Recordar esas cosas revuelven mi estómago y comenzar a secar el sudor de mis manos con la tela se ve más asqueroso que nunca.
Dos años han cambiado tanto para mí. Ya no voy a casa de mis viejas amigas, ni siquiera me ven. Ahora me pongo el vestido horrible que compró la persona que más me ha humillado en la escuela.
Soy becada en la secundaria a la que asiste Jules, estamos en último año y se le ha hecho fácil el hacerle la vida imposible a quienes entran en su radar. Yo fui una de ellas por dos años, sin embargo, ahora ya no soy su blanco; soy su bufón.
Como sea, no soy tonta. Al menos no en moda. Soy fan de Anker Avery y eso es más que un hobbie. He aprendido un par de cositas, por ejemplo: este vestido y maquillaje dan asco.
Y eso es tortura, porque para mí la ropa es mi armadura. Podría estar hecha trizas, pero nunca salir mal vestida; y ahora mismo mi armadura parece piel de leopardo comprada en el mercado de pulgas, cortada con una tijera de cocina y tejida con cabello de caballo.
—¿Y si mejor…? —me cubro con el sobretodo negro, no encaja en este tonto vestido de leopardo que casi muestra mis pantis —, no, peor.
Perdón, Anker, por usar tus zapatos con este vestido.
Doy pequeños saltos, por nervios, mientras a la vez estoy parada, sintiendome como una diminuta hormiga, frente a una abeja reina. La chica de cabello negro, Jules Avery, se ve tan aburrida de su propio alredeor. Jules es como la fuerza bruta y la delicadeza de la belleza en una sola persona.
Hoy es su cumpleaños, y debo aceptar que una parte muy tonta de mí está feliz de por fin ser parte del grupo más selecto de toda la escuela, nunca había sido invitada. Pero, a la vez, me siento tan… vacía.
¿Por qué todo se siente tan vacío últimamente?
—¿Te hace sentir muy agradecida de que por lo menos te permita usarlo? —pregunta Jules, me sonríe y le sonrío yo —¿Eh?
—Sí, yo te lo agradezco… claro que sí, Jules, pero…¿No es muy corto?
—Nada es muy corto —ella es imponente —¿No quieres clientes, Sophie? A los chicos les encantaría ¿Sí, querida? Lo que no se muestra, no se vende.
“Soy la belladona”, me dijo una vez, justo antes de hacer llorar a una chica de primer año frente a todos. Esa chica luego pidió traslado y no volvimos a verla.
—No quiero seguir… —susurro.
“—Así que serás una buena chica, y obedecerás nuestro acuerdo. Nosotras te buscamos clientes, te protegemos de que no lo hagan público —una comisura de su labios sube—, y nosotras cobramos favores” me dijo alguna vez.
Las chicas llegan.
—Jules —dice emocionada Nicole—, ¿A que no sabes lo que nos enteramos?
—¿Qué ha sucedido?
—Hay rumores que Mackenna se está acostando con alguien de los nuestros. La vieron entrar a casa de los Detrix.
Y así, es como la chica fuerte, se debilita. Veo como Jules titubea ¿Milo está en sus andadas otra vez?
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Editado: 21.07.2024