Martes 29 de agosto 2017
Sophie Bullock
“No sé si sea necesario, pero Salomé es alérgica a la Penicilina, es anémica e hipoglucémica. Sé que ya me has dicho treinta veces que está bien, que está estable, y que está descansando… pero, ¿Podrías, por favor, confirmarme otra vez su estado?”
Le envío el mensaje al número que Anker me pasó, y me dijo que es de Bastian.
Se cierran las puertas del ascensor. Este lugar tiene aire acondicionado, lo que me hace temblar de frío y mientras yo apenas aguanto estan en la caja de metal, Anker solo manda mensajes por su celular.
Ambos estamos empapados… La lluvia nos alcanzó un poco. La hermosa camisa negra con puntos verdes suave se le pega al cuerpo y estando así, y con el pelo pegado a su frente… Anker se ve tan fuera de mi alcance ahora mismo. ¿Yo? Yo estoy bien, gracias, congelándome y casi moqueando porque la de verme impecable y hermosa en todo momento solo la conocen los Avery.
Me río al recordar como cuando salió del auto comenzó a llover y él solo salió cami como si nada.
Admito, como último recurso, que parecía una escena melodramática llena de erotismo implícito.
Miro a cada esquina, estamos completamente solos y siento mi corazón estallarse cada vez que él hace el más mínimo movimiento. ¿Si me acerco poco más, podré ver cada pequeña gota escurrirse de su pelo mejor?
Sé que no me mira como la ve a ella, pero yo lo veo como solo lo miro a él.
No necesito que Anker me toque, solo tenía que mirarme, mirarme de verdad, y mi cuerpo explotaría por él. Moriría de placer solo sabiendo que sus ojos me observan con pasión y atracción, no pena o compasión.
Mi mente divaga por lugares que incluso mencionar sería vergonzoso, varios de mis recuerdos con los compañeros de clases… las cambio, para que de esa manera, sean a él.
Se me fuerza la respiración… Incluso siento la humedad crecer en mí, y no necesariamente la de la lluvia. Aún empapada siento mi cuerpo entrar en un calor asfixiante, y los segundos que quedan en nuestra travesía se ven eternos; sé que empezaré a sudar en cualquier momento.
—Conmigo no hay silencio incómodo —dice Anker imaginario. Este, a contrario del Anker real, va vestido de blanco.—. Deberías tener un crush conmigo y no con él.
—Tú no existes —susurro muy por lo bajo—, y eres malo conmigo.
—Él no es un dulcecito tampoco, que digamos.
—¿Qué haces aquí…? Ya no aparecías.
—Últimas palabras —señala—, hasta a los asesinos se les permite, querida.
El ascensor sigue estático y Anker no se mueve ni un centímetro.
—¿No vas a poner el piso? —le pregunto con pena.
Él levanta la mirada, luego asiente y le da al número quince. No dice nada, no sonríe, no me mira. ¿Acaso es de esas familias en que todo tiene un silencio sepulcral?
—¿Dormiré aquí? —cuestiono en un intento nervioso de hacer conversación.
—¿Para qué te traería si no?
El ascensor para y las puertas de metal se abren. Anker comienza a caminar con las manos en sus bolsillos hasta llegar a una puerta grande. Es la única del piso. Abre la susodicha puerta y sin mirarme ni una sola vez me toma del antebrazo para entrarme. ¿Por qué no me mira? ¿Está enojado? ¿Por qué tiene el entrecejo tan así? Se le van a juntar en cualquier momento ambas cejas.
—¿Estás enojado conmigo?
—No estoy de ninguna forma contigo.
Envejecerá rápido si sigue frunciendo el ceño así. Aunque… Anker mayor suena aún más tentador, un Anker con canas…
—Puedes dormir en el sofá —dice dejando su chaleco en un tocador.
—¿Por qué? —le pregunto rápido.
—Porque en mi cama no va a ser y el cuarto de huéspedes está desarreglado.
—No… me refería a que puedo llamar un taxi para que me lleve a mi casa, no tengo que dormir aquí.
—Te traje aquí.
—No quiero ser una carga.
—Hacerme tener que asegurar que llegaste a tu casa a salvo y estar preocupado porque estás sola en un lugar tan peligroso solo sería más una carga.
—Estaré bien…
—¿Tienes dinero? —me mira aburrido. Niego —El taxi no te llevará gratis.
A mi alrededor todo es pulcro. Me aferro a mi cuerpo, porque siento que si rompo algo, lo que sea, tendré que empezar a vender cada centímetro de tela que tengo y aún así no podría pagarlo
—¿Hay un perro? —pregunto cuando un leve ladrido se oye cerca.
—Edén, husky. Está encerrado en el cuarto de lavado. No lo saques de ahí porque lo estoy adiestrando, es pequeño.
—Adiestrar un husky… tremenda tarea.
—Resulta ser menos complicado que su dueño —dice. Se va por el lugar hasta que se queda frente a una puerta de madera —Estaré en el estudio, si necesitas algo urgente llama.
Dormiré en casa de Anker.
Eso es algo que ni en mis sueños más locos podía verse posible, pero aquí estoy.
Me aferro aún más a mi cuerpo, él vestido se me pega a la piel y el agua lluvia que chorrea de mí me está haciendo sentir congelada.
—Gracias —susurro.
Miro a mi alrededor, su piso es hermoso. Tiene destellos de colores oscuros, pero la mayor parte es en blanco.
—Es un lindo piso —digo como último recurso.
Él me mira.
—Deberías… cambiarte. La tela se te está pegando al cuerpo —dice desviando su mirada al piso. Es cierto… el crop top, en el área de los pechos transparenta mucho—. Puedes tomar ropa del closet de invitados. Creo que Jules o la señora del aseo deben haber dejado algo que te quede.
—Sobre lo que pasó en la tarde…
—No quiero hablar ahora —me responde —. Tomaré una ducha, hay un baño de invitados allá, deberías hacer lo mismo. Pon el agua caliente, no quiero que te resfríes —señala—, puedes usarlo. Puedes comer lo que quieras, pero lava lo que ensucies, no alimentes al perro con comida, está solo con croquetas. Me levanto a las seis para correr, a las siete y media ya estoy de vuelta; debes irte antes de que regrese de correr; no quiero problemas con tu hermana, mi chofer te llevará a la escuela si quieres, a tu casa o al hospital, como decidas..
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Editado: 21.07.2024