Sophie Bullock
Miércoles 30 de agosto de 2017
Abro los ojos y casi pierdo el corazón en el proceso. La adrenalina me deja sin aliento y tardo en volverme a recordar lo que pasó.
Anker no se fue… se quedó a mi lado toda la noche.
A mi lado está Anker, el verdadero. Con los ojos cerrados, durmiendo sin interrupciones. Hay una pequeña sonrisa plasmada en la cara descansada de él y una gigante en la mía.
Estoy sobre su cuerpo, y él mío le da calor al suyo.
He perdido mi virginidad con Anker. Oficialmente mi sueño húmedo más interno… es realidad. ¿Qué es esto que siento? ¿Felicidad?
Anker es más que el objeto de mi obsesión, es el ser de mis deseos, la personificación de mi felicidad… Anker es, en cada centímetro de sí, la manera de alcanzar el cielo para mí. No hay una manera lógica de parar lo que ya tengo en mí corazón, porque solo pienso en él.
De aquí a mil años, mi alma siempre recordará el día en que Anker me hizo suya y por más irreal que fuese, él fue mío.
Toco su pecho con delicadeza y paso mi mano por todo él. ¿Acaso podré algún día ser igual de feliz? No lo sabré, así que disfruto cada momento; grabo cada centímetro de él, acumulo cada recuerdo que puedo, repaso lo de la noche y aprecio el sentimiento.
Esto no se volverá a repetir, y yo lo acepté desde el momento en que nos besamos.
Ahora mismo no soy la hermana de nadie, la amiga de nadie, la hija de nadie… o el objeto de nadie.
Miro por la ventana gigantesca, aún está un poco oscuro. El cuarto está frío también, ¿Por qué me levanté tan rápido?
—Porque tienes que irte antes de que suene su alarma.
—¿Uh?
—Te lo dijo él, se levanta a las seis.
—¿Y?
—¿Quieres que te eche? ¿Quieres ver cuando te pida que te marches?
—No…
—Entonces vete tú primero.
Me muevo y así… siento su cuerpo contra mí. Toda mi piel se eriza.
“Qué débil soy contigo, pequeña” Me sonrojo al recordar las cosas que nos dijimos anoche.
—No quiero irme…
—Lo sé, Soph.
—Pero sé que él solo quiere sexo…
—Lo de anoche se sintió más que eso —dice aquel invento necesario para mi soledad interna—, pero eso deben pensar todas las que sí lo fueron.
Rozo suavemente sus labios, es mi despedida. Duele un poco cuando camino, pero sigo haciéndolo. Tomo mi ropa y salgo del cuarto.
—Adiós, Edén —voy a despedirme del pequeño animal peludo y blanco —. Espero que tu dueño por lo menos te salude antes de su día, ¿no?
El animal peludo sigue durmiendo.
—¿Insinuas que trato mal al perro?
Jooooder.
—No insinuo nada —susurro.
Ni me volteo. No quiero verlo. Porque sé que terminaré de rodillas ante él, quizás de manera no tan figurada. Me imagino esa escena… y eso me hace pensar, ¿Por qué anoche no me permitió hacer eso? ¿Por qué no quiso que le hiciera un oral, pero sí me hizo uno a mí?
—¿Desayunas?
¿Para que luego me eches? No quiero… enfrentar eso.
—No, gracias, debo irme.
—Son las cinco y cincuenta, Sophie, ¿A dónde debes ir?
—Tengo cosas que hacer.
Salgo de la casa porque de otra manera seguirá preguntando. Camino, y me duele saber que de este día solo quedarían los recuerdos. Como sea, son buenos recuerdos.
¿Por qué no ha venido tras de mí? Simple, no soy importante.
+
Gloria a Dios por los taxis de 24 horas.
—¿Sophie?
—Hola… —vengo al único lugar cuya dirección sé de memoria aunque no es seguro que yo sea bien recibida.
—¿Qué haces aquí a esta hora? —pregunta adormilada ella.
—Yo… me quedé en casa de Jules, ella tuvo que salir temprano y no quería quedarme sola… —miento —, Salomé está fuera de casa, ¿Puedo quedarme aquí hasta la tarde?
—Claro, pasa —me sonríe —. Yo también quería disculparme por el otro día, quizás fui muy dura contigo…
—Petra, todo está bien, ¿Sí?
Caminamos hasta el dormitorio de ella. Solo he estado una sola vez en la nueva casa de los Russo, el año pasado cuando Clover se lastimó la vine a visitar porque se quedó en casa de Petra.
—¿Cómo sabías que estaba despierta?
—Te conozco, sé que siempre duermes tempranísimo porque te despiertas a esta hora para tocar.
—Era el único momento en que podía tocar sin molestar a Cecile cuando vivíamos con…
—Cruise…
—Sí, éramos muy distintas en ese tiempo.
—Todas lo éramos.
—¿No es curioso cómo hemos cambiado?
—Sí, ni que lo digas. Las cosas han dado vueltas de manera abrumadora.
—Tú por ejemplo, te ves más madura.
—¿Eso crees?
—No te pareces mucho a la Sophie de hace dos años.
Sonrío —Supongo que es algo positivo.
—Aún eres la más tierna de todas nosotras.
—Esa eres tú…
—No, Soph, yo supongo que soy la más sensible.
—Para mí siempre serás la más pura.
Petra me sonrío.
—Clover, por igual, está más madura. Luego de lo que pasó con Adam se ve más centrada. Está limpiándose, ya no consume, ni bebe, no va a carreras, también la muerte de Mikal la hizo despertar. Ahora se lleva mejor con su papá, con sus hermanos y con su madrastra. Aceptó su cabello como es… Clover es la definición de evolución.
—Cecile ha hecho una evolución aún mejor —le digo—, se ve tan cercana a ti ahora.
—Supongo que nos volvimos todo para la otra —me responde con una sonrisa intentando aligerar, pero yo ya lo he entendido y la verdad ya no duele tanto. He aceptado que ya no seremos lo mismo y está bien; no somos las mismas tampoco —. El otro día me acompañó al cementerio para hablar con papá, ella le pidió disculpas en nombre de su padre.
—¿No es extraño que tu hermana sea hija de tu tío? —le cuestiono con la nariz arrugada.
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Editado: 21.07.2024