Sophie Bullock
Miércoles 30 de agosto de 2017
Salgo del taxi corriendo, pago antes y voy hasta la casa. ¿Qué ha pasado Llamo a la puerta pero nadie responde, así que golpeo con mis nudillos.
—¡Jules!
Nada se escucha.
—¡Voy a llamar a la policía si no me abres la puerta! —grito con desesperación —¡Jules!.
¿Jules se autolesionaría? Ya estaba mejor.
—¿Apostamos?
—¡No es buen momento!
Mi cabeza no para de dibujar los peores escenarios, todos de manera específica y macabra. Mis manos sudan y pienso en llamar a Anker, sé que él sabría que hacer.
Escucho pasos.
—¡Jules, joder, si me hiciste venir a las diez y media de la noche abreme la puerta! —sigo golpeando la puerta —¡Abre, ya te he oído!
Está helado aquí afuera. Agosto ya se va y septiembre se siente en el aire, el frío ya es fuerte. Sigo gritando.
—Sophie —me abre la puerta finalmente, lo sombríos que sus ojos se ven me hacen querer abrazarla—, tardaste demasiado —me susurra.
—¿Hay alguien en la casa? ¿Por qué susurras?
La única manera de describir a Jules ahora mismo es: recién follada.
¿Qué acaba de pasar?
—¿Jules?
Mi mente está intentando controlar y procesar, pero no es algo realmente muy sencillo.
—¿Estás bien? —reviso su cuello y sus muñecas, no se veo nada, le abro la boca para ver pero ella se mueve rápido y me mira como si fuera una loca —¿Por qué me has llamado?
Tiene los labios rojos y la máscara de pestañas se le corre por toda la cara, su pelo está desarreglado y su ropa rota.
—Te escribí hace una hora… —me susurra.
—Estaba ocupada, y vine en cuanto pude —me excuso —, ¿Quién está ahí?
—Antes de que digas nada quiero que sepas… que puedo explicarlo. ¿Sí?
Una sonrisa se agranda en mi cara.
—Si es quién creo que es no hay problema —entro rápido y comienzo a dejar mi chaqueta ahí, sí, justo hay una chaqueta de hombre—, solo quiero saber cómo se lo explicarás a Anker, seguro que se enoja. Que su mejor amigo, quién él cree que estaba con su hermana mayor se acueste con su hermana menor debe ser tremendo. Pero puedo meterme cuando vaya a matarlos… igual creo que me matará a mí.
—Quién está aquí… —empieza ella, sus ojos se ven avergonzados, mueve su cuerpo con timidez y podría jurar que el nerviosismo le hace temblar la voz —no es…
—¡Jules! —escucho que llamaban a mi amiga —¿¡Quién está ahí?!
No…
Dirige su mirada a mí y ninguna tristeza en ella me hará perder el asco que siento ahora, ¿En serio? ¿Él? ¿Cómo puede estar pasando esto?
La dejo atrás y camino por todo el lugar hasta llegar a su habitación. Y ahí está él, tirado en la cama. En el aire huele a…
—Sophie…
—¡No puedo ni mirarte ahora! —me doy vuelta para enfrentarla —¡Te acostaste con Marlon!
—Yo…
—¿Tú qué? ¿En qué mente puede pasar esto?
¿Por qué le hablo de esta manera a Jules? Es decir, ¿De dónde me sale la fuerza para hacerlo? No lo sé, pero ahí estoy.
—Él vino a casa… estaba lloviendo, estaba borracho… no podía dejarlo ahí.
—¡Claro que podías —le digo —, de hecho, debías!
—¿Sophie? —me tenso cuando su moribunda voz dice mi nombre —¿Qué haces aquí, bonita?
—Tú cállate —le ordeno—, vamos abajo para hablar. ¿No lo ves, Jules?
—¿Ver qué? —me pregunta al borde de las lágrimas —¿Al hombre que amo?
—Te ha humillado frente a toda la escuela…
—Por favor, Sophie, ponte en mi lugar —suplica —¿No harías lo mismo con Anker?
—¡Deja de ver a Anker en Marlon!
Tomo la mano de Jules y ella obedientemente me sigue. Sus ojos lloran, pero de alguna manera no se arrepiente. Ella misma me llamó, por un momento consideró que esto era mala idea, pero cayó. Igualmente cayó.
—¿Por qué te vas? Deberías quedarte un rato más conmigo y Jules, ¡Podemos divertirnos! —me dice él cuando ve que nos vamos.
—Dime que escuchaste eso…
Paro mi paso y enfrento a mi amiga, ni quiera llegamos muy lejos. El enojo y la impotencia me tiene casi al verde de la locura.
—¿Qué hace Marlon aquí? ¿Esto es lo que quieres?
La pelinegra baja la mirada y sus ojos azules se ponen más oscuros, empieza a limpiarse las lágrimas.
—Jules me está diciendo cuanto se han acercado estos últimos días —dice él—, que bien ver a mis dos chicas unirse…
Asco
—Dime que tú también ves eso, Jules.
—Julie —la llama él—, ¿Y si vienes a la cama? Tengo sueño.
—Debes irte —ordeno.
—Sophie, no… —empieza ella.
—Jules, por favor, ¿Qué sucede? ¿Cómo puedes…?
No puedo subir la mirada —Marlon y yo…
Tiene que ser una mala broma.
—¿Volvieron? —pregunto con una amarga burla.
—Volvimos —me responde.
—¿Te olvidaste de lo que te ha hecho? Jules, ya habíamos hablado de esto.
—Hemos hablado él y yo y malinterpreté…
—¿Han hablado? ¿O han follado?
—Ambas —responde él.
—No te pregunté a ti.
—Es que… no lo entenderías, Sophie.
Me quedo callada. ¿Entenderlo?
No quiero ver a Jules ahí otra vez…
—Marlon… Está borracho, no puedo echarlo.
—Por Dios Jules… claro que puedes.
—No puede ir a su casa, sus padres se enojaron…
—¿Jenna? —le digo con una ceja arriba —¿No puede ir con ella?
—Sophie.
—¡No, no eres su juguete, Jules! ¡Mierda! ¿¡Dónde está mi Jules fuerte?!
—Se enamoró —me susurra con una leve sonrisa.
—Bien —le digo—, si no lo echarás tú, lo echaré yo.
Camino hasta él sabiendo que es el más conocido jugador de Lacrosse y que yo me mareo de correr, pero la adrenalina es suficiente fuerza.
—Largo.
—¿Qué?
—Lárgate, vete donde esa novia que tanto besabas en la fiesta de Nicole, lárgate. Ahora.
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Editado: 21.07.2024