—No esperaba que padre me dejase a cargo; es la primera vez que lo hace, hermano Edric— la joven estaba demasiado alegre en ese momento, su hermano le miró con una gran sonrisa en su rostro, pues la felicidad de la pequeña era algo que siempre le gustaba presenciar. —Me pregunto qué habré hecho anteriormente como para que padre me dejase al cargo de todo.
—Padre confía en que eres la más responsable de los tres— dijo dándole un sorbo al té blanco que tenía frente así en la mesa de jardín en la que se encontraban ambos. —Para él, ese es motivo suficiente para dejarte a cargo de la mansión Howard, mi querida hermana.
—Puede ser, pero personalmente creo que se vio sin opciones. Jophias no tiene sentido de pertenencia alguno y vos no le pones trabas.
—Eres malvada, joven hermana.
—Solo hablo con la verdad entre mis labios. —dijo la pelirroja con una genuina sonrisa en su rostro impoluto.
—Tus verdades duelen, deberías de saberlo.
—Igual no pienso acallarlas, mucho menos cuando éstas intentan hacerles entrar en razón y llevar cordura a tu cerebro y al de Jophias, hermano. —zanjo la joven
Desde la lejanía, en los pisos superiores donde el joven Cassander se encontraba limpiando las habitaciones superiores de la mansión, solo se veían las dos matas de brillante y cuidado cabello pelirrojo de los jóvenes y el voluminoso vestido de color crema que Ethelanta llevaba puesto.
Con el pasar de los días, Cassander se había dado cuenta de que si algo no le faltaba a esa joven a quien el noble consentía sin falta o límite alguno, eran los voluminosos y hermosamente coloridos vestidos, entre ellos algunos que eran heredados de su madre y su padre, en cada uno de sus viajes, le compraba uno más ostentoso que el anterior. Y cada día el disfrutaba de ver a la joven vistiendo diversos vestidos de colores distintos y que alegraban la mansión solo con su colorida presencia.
—En fin, después de todo, dejar que Jophias se divirtiese en la cocina no fue tu mejor movimiento en todo el año, hermano. —Se burlo la joven pasado un rato.
La pelirroja vivaz y alegre que solo tenía quince años siempre fue la favorita de su padre, ella era más recatada y madura que sus dos hermanos mayores. Y eso era lo que la hacía tan importante en esa gran casa, sin ella, la alegría de esa familia abría muerto hace mucho, quizás en el mismo momento en que falleció la amable condesa, Ealeen de Howard.
—No habrá sido mi mejor acción, pero vos saliste ganando a consecuencias de la catastrófica decisión que en un pasado llegue a tomar. —dijo y le pellizco una mejilla. Se levanto luego de acabarse el té y le tendió una mano a su pequeña hermana, la más pequeña y que tenia mas similitudes físicas son él y su madre fallecida. — ¿Qué le parece si damos un paseo por la propiedad, mi lady?
—Me parece una idea fantástica, señor Howard. —Y entre risas se pusieron en marcha, disfrutando a su paso del hermoso paisaje otoñal que la gigante y poderosa Inglaterra les ofrecía en ese momento.
Y dejando embobado a un castaño sirviente que en las plantas superiores, supuestamente, estaba limpiando; mas babeaba por la joven a vista de su hermano menor quien le veía a la par enternecido y divertido. Ya Dalton se había dado cuenta del amor que en su hermano mayor estaba creciendo a diario cada vez que miraba veía a la joven; y temía por su hermano mayor, sabía que si alguien le descubría, su vida en el reino peligraba y su trabajo, el que sin querer había ganado, igual.
...
Los trabajos de los Claudine se habían dividido de una manera bastante conveniente en la mansión. Cassander, quien era bastante bueno en la limpieza
El joven Cassander se encontraba limpiando la biblioteca de la mansión cuando sucedió. Ethelanta Howard abrió la puerta lo suficiente como para que ella y el extraordinario vestido azul cielo que llevaba puesto, que con sus vuelos y detalles en seda y encaje hacían que la damisela se viese tan hermosa como una flor en primavera. Cassander, quien había desperdiciado parte de su mañana observando a la chica, se dio cuenta de la diferencia entre, el vestido que la chica llevaba en la mañana y el que traía en ese momento, más no quería exponerse o alarmar a la chica, lo que según él podría provocar alguna represalia para él o su familia.
—Señorita, no debería estar aquí. El señor de la casa a dicho explícitamente que ni usted ni los jóvenes amos tiene permitido el permanecer en las habitaciones mientras estas están siendo sometidas a limpieza. —Recito el joven sonrojado mientras evitaba que le temblase la voz.
—Mi padre no se encuentra aquí, y no debe enterarse. Además solo vengo a por algún libro para pasar la tarde. —Respondió Ethelanta en cuanto el castaño le permitió hablar.
—Disculpe mi atrevimiento, señorita, pero agradecería que se marchase lo más pronto posible de la biblioteca, de verdad quiero evitar meterme en problemas.
Cassander intentó por todos los medios hacer que Ethelanta se marchase de la gran habitación, pero no lo logró. Solo causo gracia en la chica que, lentamente avanzaba hacia donde él estaba, ya que la novela de la que ella quería disfrutar, estaba justo detrás de él.
Cuando los ojos verdes de la joven se encontraron con los castaños del mayor de la familia Claudine, a el joven casi le de algo, y el sonrojo en las mejillas de este cogió incluso más color, y aparto la mirada velozmente. Lo que menos quería era que le despidiesen por faltarle el respeto a la joven pelirroja, lo que estaba haciendo desde que ella entró por la puerta, dado que el ver a un noble a los ojos era bastante problemático, más si el noble se ofendía a causa de la acción. Eso podría provocar su despido y él lo sabía mejor que nadie.
La chica, al contrario de todo lo que Cass pensaba, se preocupo por él, el sonrojo del rostro del joven era algo que ella solo había visto una vez, antes de que su madre cayese presa de la enfermedad que acabó con su vida.