—El cáncer de pulmón: una enfermedad incurable, que se produce y contraataca directo al pulmón. Siendo claros, se aferra a los tejidos del pulmón, como un chicle muy pegajoso. Suelen adherirse a los conductos de aire y recubren su alrededor. Es una de las enfermedades con más causas de muerte. Siendo sincera, le tengo miedo a este cáncer, pero intento ser fuerte. El cáncer, lo heredé de mi padre, por razones de que el fumaba incontables veces. Yo aspiraba todo ese humo a mi edad de 5 años, y eso provocó mi enfermedad. Antes de eso, mi padre fue diagnosticado con cáncer de pulmón. A mi madre le dio un fuerte impacto que se mantuvo en cama por mucho tiempo. El día en que dieron la noticia, en el que mi padre ya no le llegaba el oxígeno de la máquina a sus pulmones, recuerdo a mi madre haberse vuelto loca al punto de llorar tirada en el suelo. Tuvieron que sacarla para ver si podían hacer algo. Mi madre en un momento se tranquilizó, pero seguía llorando en voz baja. Yo no entendía nada porque era una simple niña de 5 años que sólo podía observar lo que pasaba. Siempre, mi madre se echa la culpa de todo, gritaba que: sí sólo, no lo hubiera dejado fumar, todo hubiera sido diferente. ¡Todo es mi culpa! ¡Mi culpa!
Mi padre falleció, y eso dejó un gran hueco en mi madre y en mí. Pasando los años, mi mamá seguía igual. Nunca borró ninguna foto de él del celular, y eso provocaba que se volviera a echar la culpa por cientos de veces. Yo no podía hacer nada y solamente me acercaba a ella, y la abrazaba. Recuerdo que esas lágrimas tocaban mi blusa, y la empapaban. El 12 de marzo del 2014, a mis 13 años, en una fiesta de cumpleaños, corrí tanto que mis pulmones, apenas podían mantener el ritmo cardiaco. En ese momento, mi pecho me empezó a doler y mi respiración se entrecortada. Mis ojos no podían distinguir tan bien, sólo el negro, negro... Lo único que pude ver, son las personas de la ambulancia, y una mirada muy preocupada y desgarradora de mi madre, diciendo que no me valla yo también. Y desperté en este lugar, con olor a medicamentos y quimioterapia. Quizás para muchas personas les pueda parecer muy horrible este lugar, y los entiendo, pero más bien da esa seguridad de que, nada malo va a pasar. Que hay enfermeras atendiéndote de forma cariñosa. Los otros pacientes de las diferentes salas y habitaciones son muy amigables. No es tan horrible, cómo pensé.
Y bueno, esto fue todo por hoy, viewers. Recuerden lavarse correctamente las manos, y tosan por su codo y no con la palma de la mano. —Río—. Hasta luego viewers, nos vemos. —Apago mi laptop.
TAN LEJOS NI TAN CERCA
escrito por: Aslan Grey
Camino felizmente por los pasillos del hospital. Saludo a Emma; una enfermera que me ha cuidado muy bien, y me da doble malteada porque le caigo bien. Saludo a las puertas abiertas de cada habitación. Conozco literalmente a todos, ya llevo cómo 4 años aquí, así que cómo no conocerlos. Llevo una blusa turquesa que cae por el medio de mis hombros, y un pantalón blanco, rasgado, acompañado de unos tenis negros con suelas blancas. Sonrío al ver a la señorita Martina.
—¡Buenos días, Sophie! —Me sonríe—. ¿Amaneciste bien?
—Mejor que nunca, ¿y tú? ¿Cómo van los medicamentos?
—Van perfectamente como los quiero —dice, alegremente.
—¡Me alegra escuchar eso, Martina!
—Oh por favor, no me digas Martina, llámame, María —dice.
—Bien, te diré María de ahora en adelante.
—Me parece perfecto. —Acomoda unos medicamentos de todos los colores, en una mesa metálica—. ¿Podrías llevar estos medicamentos a la habitación 306?
—Oh, la habitación de Mike. ¡Claro! Sabes que siempre me gusta ayudar.
—Te lo agradezco.
—Por cierto, ¿Mike ha estado bien?
—Ha estado muy bien. Su bronquitis ha mejorado mucho. —Me alivia escuchar eso.
–¡Que bueno!
—¡Sí! El ácido acetilsalicílico está resultando muy bien —cuenta, Martina.
—Me alegra que todo esté resultando muy bien. Es un alivio. —Para él—. Bueno, le iré a dejar estos medicamentos a él. Nos vemos Mart... María, María —me corrijo.
—Bandida. —Ríe, Martina.
—No me culpes, es imposible no decirte Martina.
Ella me mira seria con los brazos cruzados, pero niega con una sonrisa en sus labios.
Le sonrío a Martina, y agarro los medicamentos cuidadosamente de los lados. Impulso la mesa metálica sobre sus ruedas, y camino sin estropear o dar un paso en falso. Paso de habitación en habitación, viendo y teniendo precaución de que los medicamentos estén bien colocados en donde Martina los había puesto. Veo el frente, y la mesa metálica, al frente, y mesa metálica, así consecutivamente. Doy una vuelta entre unos pasillos.
Todo tiene que estar perfecto, no puedo permitir que todos los medicamentos se revuelvan y sea un desastre. Camino por el cuarto pasillo, que exactamente es por donde queda la habitación de Mike. Acelero mi paso, para llegar más rápido, porque a mi paso, parezco literalmente una tortuga caminando sobre goma pegajosa. Toso un poco, y como dicen los protocolos, a toser en la parte del codo del brazo, así que toso un poco con mi codo. Habitación 300. Habitación 302. Habitación 304, ya casi. Habitación 306, por fin.
—Toc, toc. —Toco la puerta.
—¿Quién es? —dice, una voz entre la puerta.
—¡Sophie! —Sonrío.
—¿Sophie quién? —Sigue el juego.