(Nick)
Abrí los ojos lentamente, sintiéndome, en un principio bastante desorientado. Por un instante, había olvidado que estaba en casa de Sue.
Sintiendo algo de peso sobre mi lado izquierdo, me volteé, viendo a la chica durmiendo plácidamente, abrazada a mi abdomen. Frunzo el ceño al verla tan cómoda de esa manera y, al yo sentirme de la misma manera. Siempre dudé de que lo fuera. Pensaba que, no las personas no se quitaban, para no parecer pesados o algo por el estilo.
Pero no.
Es bastante agradable y me encuentro a mí mismo rodeando mejor a Sue, para pegarla más a mí. Cerré mis ojos, complacido por la situación y me quedé allí, por un largo rato, disfrutando del contacto de la chica y de su olor a vainilla que me comenzaba a gustar bastante.
Ya podría comprar una de esas velas aromáticas con olor a vainilla para ponerla en mi habitación.
Sue se removió y soltó una clase de gruñido que me pareció demasiado adorable para solo haber sido eso, acomodándose de una mejor manera que la hizo quedar justamente sobre mi pecho. Específicamente, en la zona de mi corazón y alzó levemente su rostro hacia mí.
Observé como pude su rostro. Sus pestañas sobre sus pómulos, su labios separados por unos milímetros, rosados y lindos, sus mejillas estaban algo rosadas como de costumbre...
La estás observando más de la cuenta, Nick.
Es que cómo apartar la vista de ella. Era una chica muy hermosa y no solo físicamente. Era tan dulce, divertida, tierna en ocasiones, tan... ella. Tenía algo que no había visto nunca en otra chica. Me gustaba cuando reía, cuando bromeaba, cuando dormía, cuando simplemente estaba a mi lado, aunque estuviera de lado y tuviera que molestarla hasta que riera como ella hace.
Inhalé profundamente, inhalando su olor otra vez.
Me percaté de algo que no sabía si estaba bien.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y esto aumentaba con cada segundo. Eso me asustó. No debía estar pasando.
Aclaré mi garganta y me removí incómodo, pero ella no se despertó.
—Sue. No siento mi brazo —mentí, queriendo tener un poco de distancia entre ambos.
Ella soltó un gruido y se movió, apretándome por instante, para luego clavar sus ojos en mí. Tenía esa expresión adormilada que ya había visto mucho, luego de que se quedara siempre dormida en clases. Frunció el entrecejo y desvió la mirada, alejándose de mí, tal como quería.
Ignoré el frio por su ausencia.
Observé de reojo cómo ella se arreglaba su cabello y luego se frotaba los ojos, aun como un zombie y, después se giró hacia mí, encontrándose con mis ojos. Sonrió de una manera que solo consiguió que mi corazón se acelerara.
—Lamento haberme quedado dormida sobre ti —se disculpó.
De ser por mí, podemos dormir así siempre que quieras, Risitas.
—No te preocupes. Al menos no me babeaste.
Ella soltó una carcajada que me erizó la piel. No debería gustarme tanto poder hacerla reír de esa manera ¿verdad? No era normal. O, la menos no lo era en mí.
Sue se puso de pie y recogió el bol de las palomitas para marcharse de la sala, seguramente, hacia la cocina. Una vez la perdí de vista, apoyé mi espalda en el respaldo del sofá, pasando las palmas de mis manos por mi rostro, frustrado.
—¿Qué te pasa, Nick? Tú no sueles ser así.
Pasaron unos cuantos minutos, en los que literalmente no me moví de mi lugar, cuando Sue regresó, con una extraña expresión, que me hizo salir de mis pensamientos y centrarme en ella. Bueno, ya estaba centrado en ella. Solo pasé de hacerlo en mi mente, a la vida real.
—¿Todo bien?
—Creo que mi madre me acaba de dejar por una cita. —se dejó caer a mi lado—. Y no sé si sentirme mal por eso o feliz porque haya salido con alguien, después de 13 años soltera, desde que papá se fue.
—Voto por la segunda. —sonrió.
—¿Quieres quedarte a cenar?
—No lo sé...
—Por favor. —junto sus manos y me hizo un puchero, mirándome con cara de cachorro.
¿Cómo podía negarme cuando me miraba de esa manera?
Hice una mueca en cuento esos pensamientos aparecieron en mi cabeza. ¿Podría negarme a algo que ella me pidiera? Probablemente si me pide que me aleje. No. Creo que hasta eso lo haría. Solo esperaba que jamás me lo pidiera. No me importaba si la conocía hace unos días, la quería en mi vida para siempre.
—Prometo que se me da muy bien cocinar.
—Bien, Risitas. Tú ganas.
—¡Genial! No te vas a arrepentir. —me tomó de la mano y comenzó a jalarme para que me parara.
Así, terminamos los dos cocinando y riendo en la cocina, mientras ella intentaba enseñarme a preparar aquella pasta, sin tener mucho éxito, ya que jamás en mi vida había hecho algo similar.
Fue divertido, debo admitir.
Luego de comer y haber visto una película que, esta vez si terminamos, me despedí de Sue y me marché. Iba en pleno camino, cuando un auto se detuvo junto a mí y, lentamente, el conductor bajó la ventanilla de su auto. Con una sonrisa habitual en él, Dan me miró y me hizo un gesto con la cabeza para que subiera.
—¿Puedo preguntar por qué andas en la calle, Nicholas? —preguntó mi amigo, poniendo su auto en marcha.
—Estaba con Sue.
—¿Sue? ¿La razón por la que me cancelaste el viaje a la playa del otro día?
—Esa misma. —sentí su mirada sobre mí—. ¿Qué?
—¿Tienes algo con esa chica? —fruncí el ceño.
—Claro que no. ¿Qué voy a tener? La conozco hace pocos días.
—Bueno sí, pero pasas mucho con ella, te invita a su casa, sonríes cuando le hablas... no sé, hermano. Pareciera que te gusta.
—No digas tontearías. Somos amigos, nada más. —antes de que pudiera seguir hablando, me giré hacia él, cambiando el tema de inmediato—: ¿Y tú qué andas haciendo?
—Voy por Paula a tu casa. Se fue con Madie después del colegio y, como mi papá anda en una de sus reuniones de trabajo, me tocó pasar por ella. —frunció el ceño—. De repente este hombre tiene muchas reuniones. Espero que le estén pagando bien, porque sino voy a demandar a su jefe por explotación laboral.
Editado: 25.06.2022