Me despierto exaltada por un ruido en mi ventana.
Me sumergí tanto en mis pensamientos que me quede dormida sin darme cuenta. Me levanto corriendo de la cama y voy descalza hasta la ventana, despertarme corriendo hace que me maree y me agarre fuerte del marco de la ventana.
Me asomo y allí abajo está Daniel abrazándose así mismo.
-¿Oye, te estas congelando?-. El levanta la cabeza y me mira, una sonrisa se dibuja en sus finos labios, siento como mi corazón se acelera y mi estómago da un vuelco.
-¿Quieres dejarme subir? aquí abajo esta como en 5 grados-. Subo mi ventana por completo y me hago a un lado para que pueda entrar. Miro la hora y son más de las diez de la noche, dormí demasiado tiempo.
Daniel es todo un experto trepando mi ventana, sube por el árbol se para en una rama, se impulsa con el marco de mi venta y en pocos segundos ya está adentro, seguro su condición física ayuda porque si fuera yo desde hace rato ya estaría en el piso y con todos los huesos rotos.
Mientras él entra a mi habitación me doy la vuelta y voy al baño anexo a mi cuarto, pero antes de cerrar la puerta decido burlarme de él.
-Podrías haber entrado por la puerta, mi madre aun no llega-.
-¿Cómo sabría que tu madre no está?, no soy adivino y tus horas de visita se acabaron hace rato-
Cierro la puerta del baño me miro en el espejo, acabo de despertar y como dormí por mucho rato debo higienizarme y arreglarme un poco.
-Deberías limpiar tu habitación, esto parece una pocilga-escucho que Daniel toca algunas de mis cosas
-¿Y tú quién eres? El policía de la mugre- grito desde el baño causando que Daniel se ría, su voz suena gruesa y ronca, me gusta escucharlo reír y tal como causa y efecto mis mejillas se ponen rojas y calientes.
- No soy policía de la mugre, solo soy un joven obsesionado con el orden y la limpieza, que no le gusta las niñas flojas-
Salgo de mi baño y me encuentro con Daniel de pie en todo el centro de mi habitación observando mis cosas en el piso como si fueran desechos tóxicos.
Lo miro de arriba abajo aprovechando que está entretenido con mi suciedad. Tiene ropa deportiva esa que usa cuando juega soccer, aún tiene sus tacos negros y suéter del mismo color. Me encanta como le queda ese color, le hace ver más claro el color de sus ojos.
Me acerco y lo abrazo, esto no es raro en nosotros, somos muy cariñoso el uno con el otro. -hola- le digo mientras rodeo su musculosa espalda.
-Hola pequeña dormilona ¿me extrañaste?-
-Mucho- soy más que baja que el por lo que mi cabeza encaja perfectamente en su pecho. Como si fuéramos dos piezas de un rompecabezas. -apestas- digo mientras nos abrazamos, Daniel ríe a carcajadas y me aprieta más a su cuerpo.
-¡Suéltame!, hueles mal-.
-¿Y qué querías? vengo de jugar soccer un rato, no atendiste tu teléfono y vine directo hasta aquí-
-Me acosté un rato y me quedé dormida- digo esto alejándome de él y sentándome en la cama.
-¿No has comido nada?- Se sienta a mi lado
-Aún no-
-Lo imaginé por eso te traje comida- Estira su mano hacia atrás y jala la mochila que hasta hace unos segundos descansaba en mi cama.
Daniel saca una bolsa marrón y me la tiende, subo mis piernas y me cruzo en posición de indio, cuando la agarro descubro una apetitosa hamburguesa.
-Daniel, gracias. Gastas mucho dinero en mí- no puedo casi ni hablar la boca se me hace agua, lo que muestra que tengo más hambre de lo que creía.
-Lo que sea para mi pequeña-. Lo que me dice es tan tierno, que me sonrojo.
Le doy un mordisco a mi hamburguesa mientras Daniel roba uno que otro bocado y yo lo reprendo porque es mía y la comida no se comparte con nadie ¡es sagrada!.
Mientras sigo masticando Daniel se acuesta estirandose en mi cama
- David me contó hoy mientras entrenamos que Nadia terminó con James al finalizar el verano, ¿Recuerdas cuando viajo a casa de su tía? Al parecer para esa época terminaron ¿sabes lo que significa?-
Lo miro con cara de incredulidad
-Tendré oportunidad con ella- me le quedo mirando sin siquiera pestañear y luego le tuerzo los ojos
Pienso en James, el ahora ex-novio de Nadia. Fueron pareja por casi un año y la más popular de todo el instituto, él siendo el capitán y goleador favorito y ella la capitana del equipo de animadoras, en definitiva la pareja perfecta.
Me quedo en silencio, no sé qué decirle, ni quiero decirle algo. Ella no es agradable para mí.
- Si califico en el equipo podría invitarla a salir, ya sabes, solo sale con jugadores del equipo y ahora que está soltera- mueve sus manos exponiendo su punto -Si califico nada me detendrá-.
-Lo sé, ya me lo dijiste esta mañana- Me levanto de la cama, para botar el envoltorio de la comida.
-Lo hice, pero me parece que estas de mal humor. En fin me iré para que sigas haciendo lo que mejor sabes y tu madre no me descubra aquí- se levanta y toma sus cosas.
-No creo que llegue temprano- aparto la manta que cubre el colchón, y me acomodo en la cama dándole la espalda y cubriéndome hasta el cuello. Para hacer lo que mejor se hacer. Sus palabras, no las mías.