Me despierto alterada y busco a ciegas la pulsera que descansa bien atada en mi muñeca, mi corazón palpita a mil por segundo y estoy sudando, me asusté y muchísimo.
La habitación está a oscuras, el reloj digital que está en mi mesita de noche marca las 3:30am, estiro el brazo tocando el otro lado de mi cama que está vacío. Daniel en algún momento de la noche se fue a su casa saliendo por la ventana.
Se sintió tan real ese sueño que fue como si estuviera despierta al lado de Daniel, viviendo todo en ese momento.
No es un problema para mí volverme a quedar dormida, creo que nunca podré sufrir de insomnio, pues agarro el sueño apenas mi cabeza toca la almohada.
Sonido de ollas y platos me despiertan y gruño, mi sueño es sagrado y no me gusta que me despierten, me tapo la cara con la almohada pero el ruido sigue...
Bajo por las escaleras como un zombie andante más dormida que despierta y me encuentro a mi madre haciendo el desayuno.
-¿A qué hora llegaste anoche?- pregunto restregándome los ojos por el sueño.
-¡Buenos días cariño! llegué en la madrugada, tuve mucho trabajo en la oficina- veo la hora y son las 8:30, ¿en sábado? Aún es de madrugada para mí. Gruño y me doy la vuelta para volver a mi cama.
- ¿A dónde crees que vas? la voz de mi madre me detiene -necesito tu ayuda aquí en la casa, yo debo ir a trabajar hoy y hay que salir a hacer las compras, la limpieza de la casa, por favor ayúdame. Yo no puedo hacerlo todo sola, y el trabajo me consume mucho tiempo. Y solo somos tú y yo Liss- encuentro en su voz un regaño disimulado junto a una súplica. Mi madre siempre tan política.
-Aja- comienzo a subir las escaleras con la intención de volver a dormir.
-Liss por favor-
-¿Liss?-
-Liss, ¡vuelve aquí!-
Ignorando a mi mamá como desde hace rato llevo haciendo, vuelvo a sumergirme en un profundo sueño.
Tocan el timbre, ¿es acaso que todos están en mi contra para que no pueda dormir?
Bajo las escaleras tambaleando, borracha del sueño y abro la puerta, por un segundo la luz del día me encandila pero mi vista se acostumbra y allí está Daniel parado en el umbral de mi puerta con su cabello despeinado y su ropa deportiva, pero además de eso tiene unas bolsas de mercado.
Me hago a un lado para que pase.
-tu te vas a llevar el crédito y soy yo quien hace las compras, floja- Daniel entra a la cocina y yo lo sigo. Abre la nevera como si ésta fuera su casa y empieza a guardar las los víveres que compro.
-¿Qué hora es?- digo esto mientras me impulso en el banco de la isla de la cocina
-Van a ser casi las cuatro, ¿segura que no estas enferma?-
-Sé que no lo estoy, solo que me aburro estando sola- hago puchero –duermo para no sentirme sola- balanceo mis piernas hacia adelante y atrás.
-Ay que ternura, y ¿Si te da tiempo para deprimirte, mientras duermes tanto?-. De su bolso saca un envase de comida casera hecha por su mamá. Y me siento feliz, amo la comida de mi mama, pero la mamá Daniel tiene la mejor sazón del mundo y la como más que la que se hace en mi casa. Coloca el envase frente a mí con un cubierto y da un beso en la frente.
-¿A qué hora te fuistes ayer?- destapo el envase y el rico olor a lasaña hace rugir mi estomago, la típica comida sabatina en la casa Acker.
-Como a las tres ¿ por que?-
Entre bocado y bocado le doy una respuesta - Un dia de estos van a venir descubriéndonos-
-Entre tu ventana y la mía, ya soy todo un ninja. No te preocupes no nos descubriran-
Paso la tarde haciendo tarea con Daniel, y él pasa más tiempo resolviendo mis ejercicios de matemática, que haciendo la suya. Mi madre llega y le informa a Daniel que se acabó la hora de visitas para mí.
Un mensaje llega a mi teléfono.
Daniel: no te duermas floja, vuelvo a las diez para tener una noche de películas.
Pero es imposible evitarlo, cinco minutos recostada en mi cama y me quedo dormida.
Estoy en una especie de nube nuevamente, está cayendo el atardecer y la gama de colores es impresionante. A lo lejos Daniel está jugando con su balón en una especie de nube verde, y se luce con los pases que hace por todo su cuerpo impulsando desde la rodilla hasta su cabeza y bajando el balón por su pecho, solo puedo observar atontada.
-Liss, Liss- abro los ojos y todo está oscuro, poco a poco mis pupilas se acostumbran a la oscuridad, estoy atontada por el sueño cuando me doy cuenta que un hombre está frente a mi, me llevo un susto de muerte. Y me siento en la cama alarmada.
-Dejaste la ventana abierta- me relajo cuando escucho su voz y recuerdo que él es el chico que se cuela en las noches por mi ventana-Creo que tienes este síndrome de la bella durmiente, lo único que haces es dormir-
No le respondo porque sigo dormida, a tientas con la habitación a oscuras busca mi laptop moviéndose con gracia y agilidad, conociendo mi habitación como si fuera la suya. Me levanto a cerrar la ventana tuve suficiente con un susto como para provocar que un delincuente entre por mi ventana. Daniel se sube a mi cama, se quita el suéter, los zapatos y se pone cómodo mientras saca de su mochila dulces y snack. Me quedo observando porque además de ser tan lindo, su bolso es un hueco sin fondo. Saca, saca, sigue sacando.