Fernando la llevó a una tienda de pinturas y ella escogió, con ayuda de él, un azul muy tenue para las paredes. Luego le sugirió llevarla a un local donde vendían muebles de segunda mano, cosa que Eva aceptó encantada. Pasaron la mañana en forma muy agradable, conversando y riéndose; redescubriéndose mutuamente.
Aunque, en el fondo, Fernando se sentía algo molesto por haberse enterado que su Evi había estado con otra persona. Durante el desayuno, cuando la escuchó nombrarlo, sintió que los celos lo destrozaban, pero logró contenerse y no dijo nada. No diría nada ¿Para qué? Quería convencerse a sí mismo de que había sido algo justo que Eva buscara otras opciones, aunque eso lo desgarrara por dentro.
Luego de visitar varias tiendas, la invitó a una cafetería a beber algo. Una vez que se instalaron en una mesa y ordenaron sus bebidas, Fernando empezó a hablar.
— ¿Puedo preguntar por qué terminaste con ese joven?
Eva lo miró dudosa un momento, luego se animó a responder.
— Es una excelente persona y me quería, pero yo no pude enamorarme como él se lo merecía. No se me hizo justo que se siguiera ilusionando así que decidí cortar por lo sano.
— Entiendo. — Contestó Fer mirándola fijamente.
— ¿Y tú tienes novia?
— No. — Negó con la cabeza. — Hace tiempo, por imbécil, perdí al amor de mi vida y, desde entonces, estoy solo.
Ambos se quedaron mirando en silencio un buen rato, en los ojos de ambos anidaban muchas emociones. Luego Fernando fingió una tos y dijo sonriendo
—De hecho, como no me han visto con nadie, en el hospital piensan que soy gay.
— ¿Es en serio? — Preguntó Eva con los ojos muy abiertos.
Fernando soltó una carcajada.
— Es totalmente en serio. Una enfermera me preguntó directamente si lo era.
Ambos se rieron.
— ¡No puedo creer que te preguntara eso! — Dijo Eva a las risas. — ¿Y qué le respondiste?
Fernando se volvió a poner serio.
— Le dije la verdad, que la mujer que amo me rechazó y que ahora estoy cumpliendo mi penitencia por los errores que cometí con ella, esperando que algún día me perdone.
— A estas alturas debes odiarla. — Murmuró Eva bajando la mirada.
— ¡Jamás! — Fernando estiró su mano para estrechar la de Eva. — Nunca podría odiarla. Me costó trabajo aceptar que se fuera, pero al final entendí sus razones. Definitivamente fue mi culpa, yo no supe cómo amarla; fui demasiado posesivo, demasiado controlador. No supe ser paciente con ella y… Acabé asfixiándola y quitando la sonrisa de su cara. Creo que, al final, fue ella quien acabó odiándome a mí.
— No creo. — Respondió Eva mirando sus manos entrelazadas —Quizá sólo estaba muy asustada… Quizá sólo le faltaba madurar.
— Quizá… Supongo que nunca lo sabremos.
El timbre del celular de Eva los interrumpió. Ella soltó su mano y respondió la llamada
— ¡Madre de mis hijos! — Exclamó Adán, tan fuerte, que Fernando lo alcanzó a escuchar, lo cual hizo que frunciera el ceño —¿Cuándo llegas?
Eva rio suavemente.
— ¡Hola Adán! Llegué anoche, pero ya era tarde para reportarme.
— ¡Genial! ¿Nos vemos o qué?
— De hecho… Necesito voluntarios para ayudarme a pintar el local. ¿Se apuntan?
— ¡Claro! Deja le digo a Marisol y nos vemos en la tarde. Besos a los bebés.
Eva se rió y cortó la llamada.
— ¿Otro ex? — Preguntó Fernando serio.
— No. — Eva sonrió. — Nunca hubo nada entre nosotros más que una buena amistad, Adán siempre ha estado enamorado de Marisol, de hecho, son novios.
— ¿Por qué menciona hijos en común?
— ¡Por nuestros nombres! — No pudo evitar soltar una carcajada. — Siempre hace bromas con Caincito y Abelito.
Fernando sonrió negando con la cabeza.
— Lo estoy pasando genial contigo, pero… me temo que tengo que estar en la clínica dentro de una hora.
— Cierto, ya es tarde. Muchas gracias por todo lo que me has ayudado esta mañana.
— Fue un verdadero placer. — Le dijo Fernando con una sonrisa, luego pidió la cuenta y, después de pagar, se dirigieron al auto.
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Editado: 20.08.2020