Teach me to love (libro #1)

Capitulo 5

Erika despertó a la seis de la mañana para poder hacer a tiempo todo lo que quería. Tenía que preparar el desayuno, y a su hijo para la escuela y prepararse ella también para el trabajo. Abrió su guardarropa y eligió su vestido favorito, el que Aris le había regalado en su cumpleaños de este año. El vestido era de color negro, de manga larga, hechas de encaje. Tenía un escote llamativo que en verdad cada vez que lo ponía volvía loco a todo el género masculino. Eligio también unos tacones negro de terciopelo, los que compro el año pasado con su mejor amiga. Cuando se vistió y puso los tacones, se dirigió frente al espejo para enderezar su cabello. Mientras el alisador pasaba por su pelo, sintió a unas manos envolverse alrededor de su cintura. Por el cálido aliento que golpeaba su cuello, sabía que tenía que ver con Aris. Además, ¿Quién más podría abrazarla tan…sensualmente?

 

 

“Buenos días, mi princesa.” Susurró a su oído mientras que sus manos hacían movimientos peligrosos para ella.

 

“Buenos días…” Miró desde el espejo y le sonrió dulcemente.

 

“¿Quieres que despierte a Michael?” Preguntó y Erika solo asintió positivamente.

 

 

De repente sintió que el calor de Aris se remplazaba con un frio, tras de haberse alejado y salido de la habitación.

 

 

Cuando Erika terminó con su pelo, Aris ya estaba en la habitación vestido con un traje gris, y con Michael sentado en la cama también vestido. Bajaron a la cocina. Mientras Erika preparaba el desayuno, Aris hacia la mochila de su hijo poniendo dentro los libro del día y su bocadillo.

 

 

“Mamá, ¿anoche vino Liz borracha?” Preguntó el pequeño Michael con curiosidad.

 

“Sabes cuán irresponsable es tu tía.” Comentó Aris.

 

 

Erika les sirvió y acercándose a su marido, hizo un movimiento que lo sorprendió. Su mano se dirigió a su muslo y ejerciendo presión le susurró al oído.

 

“Bebé, deja de hablar así al niño porque te voy a regañar.”

 

 

Aris mordió el labio inferior para que no le escapara el suspiro que luchaba por salir. Echó un vistazo a su hijo y por suerte estaba concentrado en su comida.

 

 

“Michael, tía solamente ha bebido mucho.” Dijo tratando de cubrir las incoherencias que Aris decía.

 

“¿Eso quiere decir que tía no es irresponsable, mamá?” Preguntó inocentemente el pequeño.

 

“Tía paso por mucho cuando el señor Heat murió, es lógico no haberlo superado todavía. Y su única escapatoria es la bebida, pero no te preocupes, dejará de beber.”

 

 

Sonrió a su hijo de diez años y luego se sentó a la mesa, al lado de su esposo, quien quedó en silencio desde el momento en que se mencionó la muerte de su padre. Puede que fuera mayor que Lizbeth, pero el dolor no disminuía.

 

Todo lo que Erika le contó a Michael era verdad. En efecto, Lizbeth había pasado por muchas desgracias desde una edad temprana. Desde los seis años se obligó a escapar de su casa donde se quedaba con su padre, porque estaba en peligro. Su tía, la hermana de su madre, la había ayudado a huir sin que el padre de la niña se diera cuenta. Por un año vivían felices las dos en un pueblo lejano hasta que unos hombres vestidos de negro prendieron fuego en la casa pequeña donde vivían.

 

 

Lizbeth logró salir afuera con la ayuda de su tía, pero ella no pudo, las llamas del fuego que se alzaban cada vez más, la habían rodeado. Le dijo a la niña que huyera y tomara el camino de tierra que había en la parte posterior de la casa. La chica al principio se negó, pero cuando se escucharon los primeros disparos, Lizbeth se dio cuenta que tenía que obedecer a su tía. Con el corazón pesado le dio la espalda a la única persona que había estado al lado suyo en estos últimos años, y corrió como perseguida hacia el camino de tierra. Mientras corría lejos de todos, los gritos desesperados de su tía Emily como las llamas envolvían su cuerpo hacían eco a sus oídos.

 

 

No sabía a donde iba, solo seguía las instrucciones de Emily. El camino de tierra se iluminaba solamente por dos semáforos a cada dos metros, pero eso no le daba miedo ni las lagartijas que corrían cerca de sus pies. Estaba aterrorizada por otra razón, porque esos hombres podían fácilmente encontrarla.

 

 

Lizbeth se había enterado del trato a sus seis años, cuando su padre se encerró en su habitación con dos jóvenes. Era bastante madura para entender todo lo que había escuchado esa noche. Su padre le pidió al hombre veinte millones para pagar sus deudas en el casino, porque solo le dieron dos días de plazo o, de lo contrario, lo matarían. La pequeña Liz estaba detrás de la puerta y escuchaba a escondidas. Podía ver a los hombres vestidos de negro desde la puerta entreabierta. El uno sostenía una pistola en la mano mientras que el otro llevaba gafas negras de sol.



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En el texto hay: peligro, mafia, secretos

Editado: 28.09.2019

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