En Solnius-4, Megan estudiaba viejos escritos referentes a antiguas leyendas sobre el planeta Tierra con evidente interés. Era una prometedora y joven historiadora eduana de algo más de veinte años de edad recién licenciada que había sido contratada para catalogar documentos históricos en la biblioteca municipal de la capital del planeta.
No deberías perder el tiempo con esas viejas leyendas, ¡ya sabes a qué a la supervisora no le agrada! –comentó su compañera de trabajo.
No lo puedo evitar, Marta. Es algo que siempre me fascino y me encantaría poder estudiar ese mundo, ¡ si es que no es solo un mito que nunca existió! –replicó ella.
Megan era una chica rubia de aspecto agradable, más bien centrada en su trabajo y que no estaba muy por la labor de estar por las atenciones que le brindaban los hombres que intentaban conquistarla constantemente... además de que dada su educación como eduana a ese respecto, poco solía fijarse en la mayoría de ellos al no sentirse atraída lo más mínimo.
Quizás deberías de olvidar eso de vez en cuando y aprovechar para salir con alguno de los que se interesan por ti, ¿no te parece?.
Casi ninguno de los que conozco me atrae lo suficiente para aceptar una cita suya, puedes hacerlo tú si lo deseas.
Marta no tenía la suerte de ser tan agraciada físicamente, por lo que casi nadie se fijaba en ella y no podía evitar sentir algo de envidia por el éxito de su compañera de trabajo. Por su parte Megan, era consciente de a lo que se expuso al dejar Eduan-4 cuando le concedieron la beca para estudiar historia en la universidad del planeta. Sabía que como eduana sería inevitable que atrajera al instante la atención tanto de sus compañeros de estudios, como posteriormente de los hombres que buscaban en ella algo totalmente erróneo... por lo que se vio obligada a lidiar con eso desde un buen comienzo y ya era algo habitual para ella. Había mantenido alguna que otra relación con alguien que no duraba nunca demasiado, aunque muy pocas... a diferencia de las chicas de su entorno que a veces la miraban como un bicho raro por esa actitud suya.
Nunca te terminaré de entender... ¡ Lo que daría yo, por tener el éxito que tú tienes a ese respecto! –contestó Marta.
No era la primera vez que mantenía esa conversación con ella, por lo que sencillamente la miró por un rato para después volver a centrarse en su trabajo. Ya sabia que sería complicado que llegase a entenderla realmente alguien, salvo que fuese algún otro eduano.
Ambas siguieron catalogando las viejas leyendas en las diferentes secciones, aunque no podía evitar la eduana en detenerse a leer detenidamente cada leyenda terrestre que le tocaba clasificar. Eran más bien pocas entre las de los más de mil planetas que componen actualmente el imperio, y para ella las más interesantes. Eso le impidió que se percatara del aviso disimulado de su compañera de trabajo, que intentaba advertirle.
¿Es una lectura interesante?, Megan –preguntó una tercera persona que entró en la gran estancia.
La joven eduana rápidamente catalogó la leyenda y pasó a la siguiente.
Lo siento mucho, señora Robert. Le prometo que no volverá a suceder.
¡Como si te fuese a creer en esta ocasión!, tienes suerte de ser aun así, lo bastante eficiente en tu trabajo para que no te haya despedido. De todas formas, venía a buscarte, hay alguien interesado en hablar contigo en mi despacho.
Le indico que la acompañase, en la oficina aguardaba sentado un hombre de mediana edad que la observó al verla entrar de arriba a abajo escrupulosamente.
Supongo que usted debe ser la señorita Martín, yo soy Juan Fernández Sánchez. Trabajo en el departamento de exploración espacial, necesitamos a alguien que sea capaz de encontrar las pistas que nos conduzcan a la ubicación de la Tierra.
La chica sorprendida por lo que había escuchado, tomó asiento en la silla de al lado cuando su jefa se lo indicó.
¿Lo está diciendo en serio?, esa es una de mis mayores ilusiones en la vida. Siempre me fascinó ese planeta desde pequeña –contestó ella.
La señora Robert escuchaba a ambos como si hablaran de algo que nunca hubiese sido real, después de todo hacía ya casi tres siglos que nadie había sido capaz de localizar ese casi ya mítico planeta en el que supuestamente surgió la raza humana. O al menos no se sabía de nadie que lo hubiera hecho y se jacta de haberlo logrado.
¿En verdad considera su departamento que eso sea aún posible?, nadie ha sido capaz de encontrarlo desde hace tres siglos. Toda referencia a su posible ubicación fue borrada junto con la de otros planetas de escaso interés, de los diferentes archivos galácticos por el incidente provocado por aquel pirata informático en el 2720. Y de todas formas, ¿qué interés podría tener actualmente?.
No negamos que sea una empresa complicada, además de que pueda carecer de un interés especial a día de hoy. Tan solo consideramos que merece la pena el esfuerzo de volver a localizar de nuevo a ese planeta –Respondió a la mujer– Que me responde, ¿cuento con usted para este trabajo?. Naturalmente, se le conservará su actual puesto en esta biblioteca, al que podrá volver al finalizar esta exploración ya sea con éxito o sin él –siguió diciendo al girarse hacia la historiadora.
La eduana no necesito ni medio segundo para pensar la respuesta a tal pregunta.
Estaría encantada de intentarlo, y me siento más que halagada porque confíen en mí para ese cometido –respondió al instante.
¡Perfecto entonces!, era nuestra mejor opción en vista de su preparación. En unos días podrá incorporarse a ese proyecto, por el momento le agradezco en nombre del departamento que haya aceptado -sonrió satisfecho- Hasta entonces, me despido de usted –dijo mientras se ponía en pie para salir del despacho.