Tenebrae La Catástrofe de Tonalli

Capítulo 11. Los Xelha

 

 

 

La tronante voz de Metzonalli aun resonaba en sus tímpanos después de que ambos adultos salieron aún más rápido que cuando entraron de la oficina, discutiendo acerca de que Aura debía darle alcance al General apenas terminara con sus deberes en el Cuartel, Tet no se había movido ni un centímetro, demasiado impactado como para buscar siquiera una forma cómoda en medio de una situación que le hacía sentir totalmente como un estorboso e inútil niño que nada podía hacer por sí solo.

¡Por supuesto que un menor de edad ciego no podía hacer algo de su vida por si solo!

Pero después de lidiar por casi 15 años con el estigma que era ser una de las personas más repudiadas por su propia nación, que estaba completamente preparada para una guerra de más de 40 años, pero no para tratar con aquellos que consideraba débiles. Ahora el peso opresivo de su condición volvía a resaltar por la personificación en carne y hueso de todo lo que Mizu representaba; Metzonalli Tenshi.

Por su puesto que no le debía haber caído en gracia que todo el mundo creyera que tenía por «hijo» a alguien como Tet. Aun si era fuera por poco tiempo, y "caducable".

Si lo pensaba; ¿Qué militar quería un hijo como él? No que le importara realmente la opinión de los militares, sin embargo sentía la necesidad de no querer ser más un estorbo para nadie.

Se cubrió la cara con las manos.

— Sé que es temprano, pero cascarrabias me dijo que viniera por ti  —desde la puerta le hablo la voz del Teniente Coronel Xelha. Misma que sonaba alegre aunque menos enérgica en comparación a las otras veces que lo escuchó. Claro signo de los agotadores y extenuantes días que estaban viviendo los militares de esa Sección.

Sin decir nada Tet se levantó, ni siquiera renegó cuando Xelha se ofreció a llevar sus cosas e hizo la observación de que su ropa parecía más pequeña que la que tenía puesta en ese momento, o cuando le dijo que tenía unos colores muy peculiares para vestir. Para ser sincero ni siquiera se fijó que el hombre lo ayudo desde la puerta de aquella oficina hasta que bajaron la escalinata del edificio y llegaron al auto de este.

— ¿Me estas escuchando? —le pregunto el hombre cuando estaba ya el auto en marcha.

— ¿Eh?

— Te decía que seguro te llevas bien con Troy, mi hijo. Tiene ocho años.

— ¿Tiene un hijo?

— Sí, no parece ¿verdad? —la voz de aquel hombre le recordaba mucho al General por la fuerza que imprimía en cada palabra. Pero también era muy diferente—. Y no me hables de usted, me haces sentir viejo. ¡Ya llegamos!

Se sorprendió mucho por el anuncio del hombre, pues al parecer lo había ignorado por un buen rato.

Detuvo el auto frente a la sombra de un árbol y Tet bajó tambaleándose un poco. Xelha se dio cuenta del estado que interpreto como debilidad del más joven, por lo que lo sujeto y condujo a la casa. Lo soltó para abrir la puerta e invitarlo a pasar.

Mientras entraba a aquella casa, se le ocurrió que era realmente ingenuo o idiota. Aceptaba irse con desconocidos de los que cuando mucho sabía eran militares, cosa que no era exactamente un alivio.

— Buenas tardes —casi cantó esas palabras el Teniente Coronel, anunciando su llegada—. Marian, ya llegamos. ¿Hola?

La sensación de aquel lugar era cálido y con aroma a entre cedro, sopa y galletas. Todo aquello relajo los músculos de su hombros, que ni siquiera supo en que momentos se pusieron rígidos.

Quizá la casa se sentía así por la calefacción o porque la esposa de Xelha ―Marian la había llamado― estaba cocinando. O quizá sólo ese era el ambiente típico de una casa familiar. Tet lograba recordar que en algún momento su casa en Tonalli se sintió de aquella calurosa manera, un calor abrazador pero para nada sofocante, muy por el contrario una calidez que se extraña al saberse perdido.

Tanto se sumergió en sus pensamientos que por un momento espero escuchar la voz de su madre llamándolo para cenar. Lo sorprendió una diferente aunque igual de amable.

— Ahora voy. Troy está en su habitación —le respondió su mujer desde la cocina sin duda.

— Ok, vamos Tet, te presentare a mi hijo.

Subieron unos escalones. Tet tropezó en los primero tres, cosa que lo dejo muy avergonzado pues Xelha se reía al tiempo que le comentaba como aquella alfombra eran un reto incluso para él, un militar, aunque había accedido pues a su esposa le gustaba.




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