Tenebrae La Catástrofe de Tonalli

Capítulo 13. Carnada

 

 

 

El menor podía sentir la tensión en la voz del hombre y, pese a que no le gustaba la idea de que aquella persona normalmente jovial y alegre le hablara de una manera tan fría, no podía ser tan infantil y egoísta como para justificarse diciéndole que él estaba ahí porque su malcriado hijo le jugó una mala broma. A decir verdad, si lo pensaba bien, decir que un niño de 8 años lo había metido a la fuerza dentro de una nave militar no sólo sonaba estúpido, era vergonzoso.

Bajaron de la aeronave, una vez que Xelha les ordeno a los soldados que no dijeran ni una palabra de Tet, y que lo escoltaran hasta el refugio militar, cuidando lo mejor posible de que nadie lo viera, pues estaban a plena tarde.

Cuando estaba bajando, noto que el descenso no se parecía en nada a cuando subió con Troy en Namida, pues no había plataforma. Unas manos enormes, provenientes de quien sabe dónde, lo tomaron por ambos brazos y lo bajaron, asustándolo de paso. Tartamudeo una leve «gracias» y la voz agresiva que recordaba de la radio le dijo que esperara. Sintió varios pasos a su alrededor y finalmente le dijeron que podían avanzar.

Dentro del refugio todo el mundo parecía estar apurado, había muchas personas y un eco ensordecedor. El mismo hombre le informó que esperarían en una equina apartada del bullicio, y tomándolo casi violentamente del brazo no lo soltó hasta que Xelha hizo acto de presencia.

— Gracias por cuidar del niño, Sargento Jackson ―agradeció Xelha al hombre.

— Señor ―fue su respuesta mientras soltaba a Tet.

Por su parte, Tetsuya habría alegado que no era un niño como siempre, pero en aquel momento estaba demasiado asustado y confundido, por no mencionar el dolor de cabeza que le ocasionaba el sonido encerrado y las náuseas que aún no desaparecían tras el horrible viaje.

Los escucho alejarse un poco y murmurara algo, para después el hombre desconocido irse junto con varios soldados más. Xelha volvía con Tet y tomándolo con más cuidado lo alejo de la mirada de extraños.

— Escucha, Tet ―le hablo―. No deberías estar aquí...

— Lo siento, yo no...

Trataba de justificarse pero Xelha lo interrumpió, ignorando por completo lo que fuese que fuera a inventar para no causar al pequeño demonio.

— Te quedara aquí y esperaras a que un grupo de soldados que deben volver hoy a Namida vengan por ti.

Tet asintió, pero apenas lo hizo frunció el ceño, pesaba sobre algo y debía decírselo a Xelha. No alcanzo a abrir la boca cuando un repentino mareo lo hizo tambalearse. El Teniente Coronel notó el malestar en el menor, pues tomó a Tet por los costados de su cabeza, examinándolo rápidamente.

— Demonios ―lo escuchó maldecía―. Espérame aquí un momento.

No le gustaba la perspectiva de permanecer en ese lugar, la última vez que estuvo en un refugio algo horrible paso. Pero tenía que decirle al hombre que él le podía ser de ayuda para encontrar a Nox... o por lo menos que ella lo encontrara, ya fuera para matarlo o salvarlo estaba seguro que una vez que ella supiera que estaba en Mictlan, en su tierra, vendría por él. O eso esperaba con su corazón latiendo fuertemente y una extraña calidez aunada a cierta ansiedad recorriendo su cuerpo.

La cabeza todavía le daba vueltas y tuvo que quedarse recargado en una pared de la que no sabía cuánto tiempo podría sostenerse, pues sentía como si esta se estuviera moviendo, y sus piernas seguían pareciendo de gelatina.

Percibía el sonido alejándose y volviendo. Y supo que no estaba lejos de desmayarse en cualquier momento.

— Dis... Me... Tets... ―escuchó sobre su cabeza―. ¿Eres tú?

— Si es...te...niñ ―aquella cortada voz era la de Xelha.

— Traigan una camilla...

Poco a poco el sonido regresó y fue consciente de que estaba en el suelo, apenas unos segundos antes de que lo levantaran y recostaran en una superficie plana y fría, que se empezó a mover, guiándolo a quien sabe dónde.

Todo olía a desinfectante y medicina, pólvora y ese aroma tan fuerte, el más fuerte de todos, un aroma que iba mezclado con gemidos y llanto. Y mucho silencio.

— ¿Xelha?

— Aquí estoy Tet, tranquilo ―le respondió el mayor tomando su mano, como si pudiera leer el miedo que Tet le tenía a ese lugar.

— ¿Qué pasa?

— Aunque el Ave Caza es una nave de reconocimiento, no es lugar para niños ―le decía mientras caminaba, y casi correr, a su lado―. Te harán un chequeo, para descartar algún daño en tu cerebro.




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