Tenebrae La Catástrofe de Tonalli

Capítulo 14. El Algo

 

 

 

Sentía nauseas, la dolía la cabeza y los ojos le ardían. Aturdido aún abrió los ojos, pero nada lo preparo para lo que le siguió a esa acción que por años era un movimiento por mera inercia en los músculos de su rostro. Asustado cayó de la cama y haciendo caso omiso al dolor del golpe trató de levantarse pero sus piernas no respondían. ¿Qué estaba pasando? Se preguntaba, la oscuridad lo había abandonado, sin saber qué hacer estaba confundido, aterrado.

Trato de alejarse de todo cuanto podía... ver.

Aun tumbado en el suelo, se pegó a la pared tanto como pudo, les ordenaba a su ojos que se cerraran, pero estos no le obedecían; todo estaba borroso, extraño, diferentes... aterrador.

Una puerta se abrió.

Su corazón se aceleró cuando vio que «algo» entró en la habitación, y por más que intento no pudo quitarle sus adoloridos ojos de encima. Sintiendo que los globos oculares le ardían, y los músculos dolían por lo grande que tenía abiertos los ojos. Sentía deseos de llorar.

— Por lo que veo ya despertaste.

Aquella era la voz del General Metzonalli, de eso no tenía dudas, ¿era él? Se preguntó con desconfianza. El miedo, el dolor en los ojos y la cabeza, las náuseas y el agotamiento no ayudaban en nada. Ese «algo» se acercó a Tet y este por su parte trato de alejarse más, ante aquella reacción Metzonalli se fijó en el rostro aterrado y los ojos desmesuradamente abiertos, rojos y llorosos de Tet.

Los fuertes pasos del General se detuvieron al mismo tiempo que el movimiento de aquel «algo».

— Puedes ver.

No había sido una pregunta, sino una afirmación. Una sorpresiva afirmación. El «algo» trato de acercarse al chico una vez más, pero este seguía intentado alejarse, a sabiendas de que la pared no se lo permitiría.

— Tetsuya —trato de acercase nuevamente, pero al ver la reacción del menor dio marcha atrás—. E-escúchame ―el hombre hablaba pero ni siquiera él sabía qué decir o si quiera qué pensar de la situación―; sé que estas asustado...

Nuevamente el sonido de la puerta y varios otros «algo» aparecieron de la nada, tan borrosos que al chico le costaba saber cuentos eran. Pero su mera visión fue suficiente para hacer que Tet empezara a hiperventilar. ¿Cuántos había?

— General, señor...

El «algo», Metzonalli, se adelantó a los que acababan de llegar. Se movió de una manera tan brusca que sobresalto a Tet en el proceso. Se paró frente a los presentes y les impidió el paso con su imponente tamaño.

— Salgan —su voz fue casi un susurro, pero alcanzo a escucharlo.

— ¿Eh?, señor, tenemos que revisar al...

— ¡Salgan!

Sin previo aviso los saco de la habitación fácilmente, casi empujándolos, y cerró la puerta, recargándose un segundo en ella antes de volverse y fijar la vista en Tet, quien no había separado los ojos de él desde que se volviera una macha borrosa para ir de un lugar a otro.

— Tetsuya... —lo llamó nuevamente, ahora acercándose con lentitud. Como Tet aun parecía muy asustado, opto por no forzar las cosas y alejarse.

Se movió hasta quedar de espaldas a la pared de enfrente. Tet por su parte aun lo mantenía vigilado, pero al ver que el «algo» se había quedado quieto, despego la vista de él con recelo y observó con más atención la habitación, que ahora ya no le parecía tan amenazadora como al principio.

Todo era extraño, desconocido para él y eso lo asustaba mucho.

— Tetsuya —la voz de Metzonalli lo sobresaltó y volvió rápidamente la vista a lo que él creía, era el General—, escucha, sé que estas asuntado... pero no voy a hacerte daño.

Poco a poco comenzó a separase de la pared, muy lentamente, desesperándose él mismo en el proceso, pues no recordaba cuándo había sida la última vez que había tenido la necesidad de ser tan cauteloso, cuidando hasta el sonido de sus pasos.

Finalmente llego frente al menor, agachándose para quedar a su altura.

El hombre vio la cara de Tetsuya, la expresión en sus ojos, el ligero temblor en sus pupilas y mandíbula, no era la primera vez que veía el miedo. Su posición lo había vuelto inmune a las emociones ajenas. Pero aquella mirada era diferente, aun siendo un hombre de guerra, un monstruo asesino, algo que ni siquiera podía llamarse humano, aun cuando el mismo dudaba en ocasiones tener todavía sentimientos, con todo, se odio a si mismo por ser lo primero que aquel niño frente a él hubiera visto en su vida.




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